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lunes, 1 de julio de 2024

El seguimiento de Jesús no es solo cuestión de un gusto personal sino respuesta a una invitación dada con radicalidad

 


El seguimiento de Jesús no es solo cuestión de un gusto personal sino respuesta a una invitación dada con radicalidad

Amós 2,6-10.13-16; Sal. 49;  Mateo 8, 18-22

Nos gustaría ser como él, hacer las cosas que él hace, parecernos a él. Es, me atrevo a decirlo así, la atracción que podemos sentir cuando nos encontramos una persona buena, una persona entregada, una persona que nos manifiesta con sus palabras pero sobre todo con actitudes y con compromisos de su vida, verdades que nos hacen pensar, que nos hacen plantearnos ideales nobles por los que llegamos a pensar que merece dar la vida.

Es bueno, podemos decir que de alguna manera es normal, que al sentirnos atraídos por algo queramos hacerlo, que si encontramos una persona así nos sintamos estimulados a elevar el listón de nuestra vida queriendo ser mejor, queriendo vivir también una entrega en la que encontramos un sentido para la vida; pero no tenemos que copiar, cada uno tenemos unas características y una personalidad, y lo que tenemos que sentirnos llamados a hacer es a desarrollar lo más posible lo mejor de nosotros mismos, que no significa que tengamos que hacer exactamente lo mismo, o querer como hacer un duplicado en nosotros de esa otra persona. Será algo a lo que nos ayudará la madurez que vayamos alcanzando en la vida, porque lo otro podría quedarse en una reacción un tanto infantil, y somos nosotros los que tenemos que madurar.

La gente también se sentía atraída por Jesús, le seguían a todas partes, se daban de codazos por estar a su lado – ‘ves como te apretuja la gente’, le escuchamos un día decir a Pedro -, se sienten entusiasmados y en tienen en ocasiones momentos incluso de delirio como cuando quieren hacerle rey allá en el descampado después de la multiplicación de los panes, y ya vemos cuantas alabanzas para él, e incluso para la madre que lo amamantó, como aquella mujer anónima.

En torno a El se ha ido formando aquel grupo de discípulos  que están con él siempre porque incluso han dejado sus barcas y redes o sus puestos de trabajo para responder a su llamada; a ellos de una manera especial irá formando porque para ellos tiene una misión especial. Son muchos los que le quieren seguir, bien cuando se han visto liberados de sus enfermedades y males como el ciego Bartimeo que le sigue por el camino después de haber recobrado la vista, o como aquel endemoniado geraseno que después de sentirse curado por Jesús quiere seguirle y Jesús le dirá que vaya a decirle a los suyos cuanto ha hecho Jesús con él.

Hoy vemos que incluso un escriba viene y esta dispuesto a seguir a Jesús a donde quiera que vaya. Pero no quiere Jesús entusiasmos fáciles que se pueden quedar en pasajeros; cuantas veces nos sucede que nos entusiasmamos con una amistad, pero con el paso del tiempo y no hace falta que sea mucho ya nos olvidamos de aquellos fervores del principio. Jesús quiere dejarnos bien claro cuales son las exigencias para seguirle, que no se puede quedar solo en cantos de alabanza; ¿nos quedaremos muchas veces en cánticos bonitos y entusiastas en nuestras celebraciones, pero cuando salimos de allí parece que lo hemos olvidado todo?

Hoy Jesús recuerda que las fieras del campo tienen sus madrigueras y los pájaros sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza. ¿Podemos llegar a vivir un desprendimiento y una austeridad así? Y nos dirá también que cuando nos decidamos a seguirle no podemos estar volviendo la vista atrás a cada rato para estar soñando con lo que dejamos, ni podemos quedarnos en seguir haciendo las cosas de muerte de siempre porque el camino que se abre ante nosotros es un camino de vida.

¿Estaremos dispuestos a escuchar la invitación de Jesús a seguirle – porque no es solo cuestión de gustos personales sino de llamada y vocación – para seguir con todo a Jesús en su camino? Es algo serio.

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