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miércoles, 1 de mayo de 2024

Miremos qué nos está fallando en los cables de conexión, no terminamos de dar buena luz, qué es lo que nos está robando la vitalidad del evangelio

 


Miremos qué nos está fallando en los cables de conexión, no terminamos de dar buena luz, qué es lo que nos está robando la vitalidad del evangelio

Hechos de los apóstoles 15, 1-6; Salmo 121; Juan 15, 1-8

Si no estamos enlazados con la fuente de la energía, en perenne comunicación con dicha fuente, no tendremos energía. Al hablar de esto enseguida pensamos, por ejemplo, en la electricidad y cómo vemos nuestros territorios y nuestras calles hasta llegar a nuestros hogares por torres que sostienen unos cables que son conductores de esa energía desde su fuente de generación; claro que hoy pensamos en otras energías, renovables las llamamos, ya puede ser la fuerza motriz del viento o del agua embalsada, ya se la luz y el calor del sol que nos van también a generar ese energía con la que tendremos que estar igualmente conectados.

Claro que en la época de Jesús no se contaba con esos medios de generación energética, pero si sabían que la luz del sol era como un alimento para las plantas que igualmente tendrían que estar bien enraizadas en tierra, y manteniendo la unidad de la planta, se podría llegar a obtener unos frutos.

Hoy nos habla Jesús de la vid y de los sarmientos, de la necesaria poda para poder aprovechar toda la energía y vitalidad de la planta para mejores frutos, pero también como los sarmientos habían de estar bien injertados en la cepa para que la savia alimenticia pudiera fluir por toda la planta y sus ramas.

Ya sea con los ejemplos de energía con que hemos comenzado a reflexionar, ya sea en esta referencia a la vid y los sarmientos, nos viene a decir Jesús que una cosa es importante, la unión de los sarmientos con la cepa, con vid, porque solo así podremos obtener los mejores y los más abundantes frutos. 

Y esto es una imagen y una alegoría para nuestra vida que tenemos que saber discernir bien. Somos los sarmientos que como brazos que se extienden y se prolongan venimos a trasmitir a nuestro mundo todo el mensaje salvador del evangelio. Pero es necesario que nosotros tengamos vida, que haya vitalidad en nosotros, porque de lo contrario ¿qué es lo que vamos a trasmitir? No vamos a decir lo bonito que somos, no vamos a hablar de nosotros mismos o de lo que puedan ser nuestros proyectos por muy bellos y hermosos que sean. Nos seguimos predicando demasiado a nosotros mismos; nos seguimos creyendo el ombligo del mundo como si nosotros fuéramos el centro de todo; nos sobra autosuficiencia, nos sobra orgullo.

Esto es muy serio y es en algo que tenemos que pensar los cristianos que nos sentimos más comprometidos, es algo que tiene que plantearse muy bien la Iglesia en sus pastores y cuantos tienen una misión dentro de la Iglesia. Muchas veces predicamos la Iglesia y no predicamos a Jesús; queremos manifestar la grandeza de la Iglesia y nos llenamos de magnificencias  que terminan siendo simples, pero duras vanidades que se convierten en un velo que impiden que todos nos encontremos con Jesús. Andamos muy preocupados de prestigios y nos sentimos escandalizados cuando alguien o algo pudiera manchar ese brillo que le queremos dar a la Iglesia, pero nos olvidamos quizás de cosas fundamentales que Jesús nos enseña en el evangelio, olvidándonos de la misericordia y de la compasión.

Algo nos puede estar fallando en esos cables de conexión de la energía cuando no estamos dando buena luz. ¿Habrá muchos ramajes que cortar en nosotros, en nuestra Iglesia, en quienes quieren aparecer en primera pantalla, y que se convierte en distracción que impide que el mundo de verdad mire a Jesús y su evangelio de salvación?

Creo que mucho tendría que darnos que pensar toda esta reflexión que nos estamos haciendo. Busquemos la manera de estar de verdad unidos a la cepa para que no seamos sarmientos inútiles, chupones que roban la verdadera energía y vitalidad que tendríamos que tener.

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