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martes, 28 de marzo de 2023

Quién eres tú, una pregunta que nos seguimos haciendo, una pregunta a la que desde nuestros miedos y cobardías no terminamos de dar respuesta comprometida

 


Quién eres tú, una pregunta que nos seguimos haciendo, una pregunta a la que desde nuestros miedos y cobardías no terminamos de dar respuesta comprometida

 Números 21, 4-9; Sal 101; Juan 8, 21-30

¿Quién eres tú?, le preguntamos al intruso que se ha metido en nuestra conversación, al que de nada conocemos, pero que se ha puesto a opinar de todo en lo que estamos hablando o discutiendo entre amigos. ¿Quién eres tú?, le preguntamos quizás al que sí conocemos, pero que ahora se ha puesto a darnos opiniones dispares de lo que de siempre habíamos conocido de de él. ¿Quién eres tú?, le preguntamos a quien ahora pontifica sobre todo cuando nosotros sabemos que él nunca destacó por sus conocimientos o su sabiduría. ¿Quién eres tú? ¿De donde sacas todo eso? ¿Qué nos vienes a decir ahora si nosotros te conocemos?

¿Quién eres tú? Una pregunta que puede ser interesante que nos hace buscar mucho más hondo en el conocimiento que tengamos de los demás, de la vida misma, o incluso de nosotros mismos. ¿Nos conoceremos de verdad? ¿Conoceremos hondamente a aquellos con los que nos relacionamos?

Pero la pregunta surge hoy en el evangelio cuando los oyentes de Jesús no terminan de comprender, no terminan de enterarse de lo que realmente Jesús les está hablando. Podían conocerle, pues él actuaba libre y públicamente. De todos era conocido su actuar, la predicación que había realizado en Galilea, los signos y milagros que hacía, pero aun así andaban confusos. ¿Podía ser el Mesías? en algunas ocasiones así lo habían querido proclamar, muchos querían reconocerlo aunque quizá públicamente no se atrevían porque sabían de la inquina de los fariseos y de los principales dirigentes de Jerusalén que no querían reconocer las obras de Jesús y que incluso de todo era conocido como estaban tramando para quitarlo de en medio.

Se preguntan quién es Jesús porque realmente no lo conocen, o no quieren tampoco reconocerlo porque en la situación en que estaban no parecía lo políticamente correcto, ya que había quien quería quitarlo de en medio y precisamente desde los que se consideraban poderosos en medio de aquella sociedad. Se preguntan también quien es Jesús porque queriéndolo reconocer como Mesías, era algo como una necesidad que sentían porque el pueblo necesitaba una liberación, pero no terminaban de ver en Jesús lo que ellos creían que eran las señales anunciadas por los profetas.

Costaba definirse por Jesús. Se hacían preguntas. No olvidemos que de alguna manera esas preguntas estaban latentes en aquellos que eran los discípulos más cercanos, porque bien que los encontraba Jesús a cada rato discutiendo sobre primeros puestos o cuotas de poder en ese reino nuevo que anunciaba Jesús. Cuando incluso Jesús directamente les pregunta a ellos qué es lo que piensan de El, si se trata de repetir lo que la gente decían lo tenían muy fácil, pero cuando la respuesta tenía que ser más personal y comprometida, comenzaban los tartamudeos, los silencios, los mirarse los unos a los otros y si no hubiera sido por Pedro siempre dispuesto a ser el primero en responder, aquella tarde hubiera reinado el silencio entre el grupo de los discípulos porque tampoco ninguna terminaba por decantarse sobre la opinión sobre Jesús.

En la cena los veremos seguir haciendo preguntas de su ignorancia aun no terminada de corregir sobre la personalidad de Jesús, y en vísperas de la ascensión todavía preguntarán sobre si era ya el momento de la restauración de Israel. Necesitarán que venga el Espíritu Santo para poder dar un testimonio claro y valiente sobre Jesús, para atreverse a salir en la calle y proclamar a los cuatro vientos quien era en verdad Jesús.

¿Seguiremos aun nosotros en esas dudas? ¿Qué mezcolanzas nos hacemos en nuestro interior cuando tenemos que definirnos sobre nuestra fe? ¿No andaremos también con nuestros miedos y cobardías a hablar claramente de nuestra fe? ¿Estaremos en verdad dando razón de nuestra fe al mundo que nos rodea o aun en nuestra manera de actuar no se nota lo que tendría que ser el compromiso de nuestra fe? ¿Hasta donde llega nuestro testimonio?

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