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martes, 19 de julio de 2022

Dejémonos sorprender por Jesús cuando nos cambia las perspectivas para que comencemos a sentirnos en verdad la familia de los hijos de Dios

 


Dejémonos sorprender por Jesús cuando nos cambia las perspectivas para que comencemos a sentirnos en verdad la familia de los hijos de Dios

Miqueas 7, 14-15. 18-20; Sal 84; Mateo 12, 46-50

Nos habrá pasado que íbamos con mucho entusiasmo a contarlo algo a una persona, porque pensábamos que era de su interés, era algo quizás importante para su vida, y nos parecía que le iba a alegrar y nos encontramos que no mostró ningún interés, es más, por lo que nos dijo parecía que estaba desviando a conciencia la conversación. Seguramente nos sentimos sorprendidos y desconcertados, casi sin palabras con las que insistir en lo que veníamos a contar y hasta podríamos sentir frustración por esa situación. La sorpresa nos dejó boquiabiertos.

No nos gusta quizás, pero alguna vez tenemos que dejarnos sorprender, porque quizá con gestos así desconcertantes podemos recapacitar y pensar en algo que realmente tenga valor, nos haga descubrir otras opciones, y hasta pudiera ser que esa sorpresa nos pudiera hacer cambiar muchas perspectivas de la vida.

Es con la capacidad de sorpresa con la que tenemos que acercarnos al evangelio, para descubrir algo nuevo, para cambiar perspectivas de la vida, para escucharlo de verdad como una noticia para nuestra vida, algo que se convierta de verdad en buena noticia para nosotros. Vamos al evangelio muchas veces con las lecciones aprendidas de memoria, ya nos creemos saber todas las explicaciones y no llegamos a descubrir la sorpresa que siempre tendría que ser para nosotros la Buena Nueva de Jesús.

Hoy da la impresión a primeras vistas que Jesús les da un parón a los discípulos. Han llegado María, su madre, y algunos parientes – en el lenguaje semita siempre se dice hermanos – y ante la dificultad que tienen para poder acercarse a Jesús por la cantidad de gente que le rodea, alguien viene a decirle que allí están su madre y sus hermanos. Ya sabemos lo que pasa cuando hay mucha gente rodeando a alguien porque quieren obtener algo, que venga quien venga no dejamos pasar a nadie, porque no queremos perder vez; cuantos empujones en esas ocasiones. Así sucedería entonces, pero alguien tiene la precaución de avisarle a Jesús, para que haga que les abran paso. Pero no fue lo que sucedió.

Y las palabras de Jesús además sorprendieron. ‘¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?’ Aparentemente parece que se desentiende de su madre y su familia. Pero es que la buena noticia que Jesús quiere darnos va por otro camino, por eso sentido. Quiere hablarnos de una nueva familia, quiere hablarnos de una nueva relación, está abriéndonos a una nueva perspectiva. No niega Jesús la realidad de la familia y todo lo que significa el amor familiar; quiere darle una nueva perspectiva, una nueva amplitud; es realmente lo que quiere que seamos nosotros.

‘Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre’. Una nueva familia quiere crear entre nosotros, con nosotros. Nos está diciendo que Dios es el único Señor de nuestra vida, y ahí está lo fundamental de lo que es el Reino de Dios, pero eso va a significar que quienes así lo reconocemos, lo vamos a hacer nosotros por una palabra que le dirijamos a Dios llamándole Padre y Señor, sino por una nueva actitud que va a haber entre todos nosotros.

Cuando decimos que aceptamos y creemos en el Reino de Dios, estamos diciendo que si Dios es Padre y Señor de todos, entre todos tiene que haber una nueva relación, un nuevo amor, un nuevo sentido de familia. Seremos su verdadera familia. Ya en otra ocasión nos dirá que su madre es el mejor modelo y ejemplo de lo que es cumplir la voluntad de Dios; es lo que ahora nosotros tenemos que comenzar a ser.

Sorprende esta nueva perspectiva, este nuevo sentido de relación entre nosotros, esa nueva familia que tenemos que constituir. Es la Buena Noticia, es el Evangelio que en verdad hoy tenemos que escuchar.

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