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sábado, 25 de marzo de 2017

Veamos las señales y no nos confundamos sino seamos capaces de descubrir lo que nos lleva de verdad a encontrar el misterio de Dios en su Encarnación

Veamos las señales y no nos confundamos sino seamos capaces de descubrir lo que nos lleva de verdad a encontrar el misterio de Dios en su Encarnación

Isaías 7, 10-14; 8, 10; Sal 39; Hebreos 10, 4-10; Lucas 1, 26-38
Vamos por una carretera o por una autopista buscando un camino, buscando una dirección; tratamos de encontrar la señal que nos indique el camino, pero hay muchas señales en la orilla del camino, muchos carteles grandes y luminosos que nos hacen sus anuncios porque nos quieren llevar a algún sitio o que realicemos alguna compra como suele suceder con la publicidad; pero lo llamativo de esos carteles nos distraen, nos impiden quizás que nos fijemos en las verdaderas señales que nos indiquen el camino que realmente buscamos, y atraídos por esos signos publicitarios nos pasamos de largo, no nos fijamos en la señal que para nosotros seria importante porque parece que nos llama menos la atención y no encontramos realmente el camino que buscamos. Nos perdemos.
Así nos puede suceder en las señales que Dios va poniendo en nuestro camino de la vida; buscamos quizás cosas muy llamativas y no somos capaces de encontrar las señales de Dios que se nos manifestaran con mayor sencillez. Lo vemos tantas veces en el evangelio que la gente le pide a Jesús una y otra vez señales, signos, cosas extraordinarias, milagros que les llamen la atención y les hagan creer en El. Es así como se nos manifiesta el misterio de Dios y es lo que hoy estamos celebrando aunque nos pase un tanto desapercibido.
Cuando se cumplió el tiempo, nos dice la carta del apóstol, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley…’ Pudo Dios escoger otros caminos, otras cosas asombrosas, otros lugares quizás mas significativos, pero fue allá en aquella aldea pequeña y perdida de Galilea – ‘¿De Nazaret puede salir algo bueno?’ se preguntaría uno que era del pueblo contrincante Cana de Galilea - que poco podría significar frente a otros lugares mas importantes en la misma Galilea como podría ser Cafarnaún, o como podría ser Jerusalén donde estaba el templo, pero Dios envió a su mensajero a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José… y el nombre de la doncella era María’.
Así, en un pequeño lugar, en una humilde casa probablemente adosada a una roca, a una doncella que estaba desposada, prometida en matrimonio, con un humilde artesano, se realizo el misterio grande de Dios, su Encarnación. Allí Dios comenzaría a ser ya para siempre Emmanuel, Dios con nosotros, en aquel hijo que se engendraba en las entrañas de María, que seria el Hijo del Altísimo, verdadero Dios y verdadero hombre, el Ungido de Dios (Mesías) anunciado y prometido desde la aurora de los tiempos, el que venia para ser el Salvador, la Salvación para todos y por eso llevaría el nombre de Jesús.
Nos sobrecoge la sencillez y la humildad, ahora tampoco repican las campanas del cielo ni los ángeles harán coro para cantar la gloria de Dios. En silencio, humildemente el Todopoderoso se hace pequeño, el Dios de los cielos se fija en la pequeñez y en la humildad de la que quiere no solo llamarse sino sentirse la esclava del Señor, y se realizan cosas grandes, cosas maravillosas porque Dios llega a nosotros con su salvación; Dios ha hecho pequeño, se ha encarnado en el seno de María y como hombre pero pobre entre los pobres quiere nacer, quiere hacerse presente entre nosotros, viene a caminar a nuestro lado, a compartir nuestra vida y a compartir su vida con nosotros.
Veamos las señales y no nos confundamos. Descubramos lo que nos lleva de verdad a encontrarnos con el misterio de Dios en su Encarnación. Es el misterio de Dios que hoy celebramos y todo ese misterio nos sobrecoge, nos hace sentirnos pequeños y a la vez grandes porque así nos sentimos amados de Dios. Como María nosotros no tenemos otra cosa que hacer que cantar las maravillas del Señor, darle gracias, abrir nuestro corazón para sentir a Dios con nosotros, para empaparnos de su amor, para llenarnos de su gracia que ya para siempre no vivamos otra cosa sino su misma vida.
Para muchos pasará desapercibido este día porque se fijaran en otras señales, pero hoy es un día grande y fijémonos en las señales sencillas que nos llevan a Dios; hoy es un día en que con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra vida queremos cantar la gloria de Dios.

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