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viernes, 6 de febrero de 2015

Nuestra manera de reaccionar ante las contrariedades un buen medidor de nuestras actitudes y posturas cristianas

Nuestra manera de reaccionar ante las contrariedades un buen medidor de nuestras actitudes y posturas cristianas

Hebreos 13,1-8; Sal 26; Marcos 6,14-29
¿Cómo reaccionamos ante las contrariedades que nos vamos encontrando en la vida ya sea porque las cosas no sucedan a nuestro gusto, o ya sea porque quizá nos hagan reconocer de alguna manera que lo que hacemos no está bien? Puede ser un buen termómetro para medir nuestra propia madurez o para analizar cuales son las actitudes de fondo que hay en nuestra vida; puede ser también un buen medidor de nuestras actitudes y posturas cristianas.
Inicio esta reflexión con estos pensamientos precisamente contemplando la página del evangelio que tenemos hoy ante nosotros en la liturgia, que terminó con el martirio del Bautista. Ahí podemos ver algunas de esas reacciones que pueden surgir en nosotros tantas veces.  Una reacción de revancha, por así decirlo, queriendo eliminar al mensajero que nos hace ver nuestros errores o las cosas que no son buenas en nuestra vida. Ahí está la situación de Herodes que el Bautista denuncia porque le señala como inmoral la vida que está viviendo; ‘Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio’, comenta el evangelista. A su instigación Herodes ha mandado prender a Juan y meterlo en la cárcel.
Pero está por otro lado la indecisión de Herodes, que apreciaba a Juan, a quien gustaba escuchar, pero no tiene la valentía de enfrentarse a los hechos para actuar justamente; finalmente, por una parte el desenfreno de su vida y por otra parte los miramientos humanos le conducirán como en una espiral al sacrificio de Juan. Ya lo hemos escuchado; la fiesta, el baile de la hija de Herodías, el entusiasmo de Herodes para ofrecer lo que sea con juramento, la petición de la cabeza de Juan a lo que Herodes en su cobardía no se resistirá.
Diversas reacciones, diversas formas de actuar desde nuestros complejos y cobardías o desde nuestros resentimientos, desde nuestros miedos a enfrentarnos con la realidad o desde la falta de serenidad para afrontar las dificultades y no perder la paz, desde una falta de valores y principios o desde nuestra debilidad que quizá nos hace o arrastrarnos o reaccionar con nuestras violencias y revanchas.
Enfrente tenemos la valentía de Juan para proclamar la verdad, para denunciar lo malo, para mantenerse firme en sus principios aunque eso le haga sufrir, como en este caso primero la cárcel y después la muerte. No teme lo que le pueda pasar porque se sabe en las manos de Dios y es fiel a su misión. Era un hombre lleno de Espíritu del Señor y ahí estaba su fortaleza. Es la fortaleza de los mártires como tantas veces celebramos que aun ante la muerte inminente nunca perderán la paz.
Que no nos falte esa paz en el corazón; que sintamos también la luz y la fortaleza del Espíritu en nuestra vida para afrontar las dificultades de la vida. En el Señor siempre nos sentimos seguros. Siempre queremos ponernos en sus manos y que sea su Espíritu el que guíe nuestra vida.

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