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lunes, 29 de septiembre de 2014

Bajo la fiel custodia de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael caminamos seguros por la senda de la salvación

Bajo la fiel custodia de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael caminamos seguros por la senda de la salvación

Apoc. 12, 7-12; Sal.137; Jn. 1, 47-51
‘Bendecid al Señor, Ángeles suyos, poderosos ejecutores de sus ordenes, prontos a la voz de su palabra’. Era la antífona con la que comenzaba hoy nuestra celebración. Estamos celebrando en una misma fiesta a los Arcángeles, san Miguel, san Gabriel y san Rafael. Antes de la reforma litúrgica se celebraban por separado en diferentes fiestas, pero tras la reforma litúrgica del concilio Vaticano II se unificaron en una misma fiesta.
Ángeles y Arcángeles que con todos los coros celestiales alaban a Dios por toda la eternidad en el cielo. Bendecid al Señor, repetimos en diferentes momentos de la liturgia, en donde con todos los ángeles y arcángeles nosotros nos unimos a los coros celestiales para cantar la gloria del Señor, como hacemos, por ejemplo, en el prefacio de la plegaria eucarística.
Arcángeles que hoy celebramos que aparecen en la Sagrada Escritura como ejecutores de las órdenes de Dios, como decíamos en la antífona antes reseñada, cual mensajeros divinos que nos hacen llegar la voluntad de Dios en su plan de salvación para nosotros los hombres, o nos manifiestan esa presencia y esa protección de Dios en los caminos de nuestra vida y de nuestra fe.
El arcángel Gabriel como mensajero divino anuncia primero a Zacarías el nacimiento de quien iba a ser el precursor del Mesías, y luego a María el nacimiento del Hijo del Altísimo de sus purísimas y virginales entrañas, donde el Hijo de Dios se encarnase.
El arcángel Rafael como compañero de camino para Tobías y como signo de la medicina de Dios que le liberaba de la fuerza de los espíritus malignos, pero que también abría los ojos al anciano Tobías como señal de la misericordia divina que premiaba también sus desvelos y su dedicación a la atención de los necesitados.
Finalmente el arcángel Miguel como su mismo nombre indica fuerza de Dios en el combate contra el mal y que nos señala como teniendo a Dios con nosotros siempre podremos sentirnos victoriosos frente a las fuerzas del maligno.
Es lo que se expresa en cierta manera en el sentido de las oraciones de la liturgia de esta fiesta de los santos arcángeles. Ya en el evangelio Jesús nos aseguraba que veríamos ‘el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre’. En otros momentos, que recordaremos dentro de unos días al celebrar a los santos ángeles custodios, Jesús nos habla de los Ángeles que están en el cielo contemplando para siempre el rostro del Padre celestial. En este sentido pedíamos en la oración litúrgica ‘vernos siempre protegidos aquí en la tierra por aquellos que te asisten continuamente en el cielo’.
Contemplan los ángeles la gloria de Dios, el rostro del Padre del cielo, y al mismo tiempo se convierten en protectores nuestros en nuestro camino de la tierra con la esperanza de que un día nosotros podamos contemplar también en el cielo el rostro de Dios, o lo que es lo mismo, participar y gozar de la gloria de Dios. El camino no es fácil porque siempre nos vemos tentados por las fuerzas del maligno que nos quieren apartar de ese camino de Dios, pero nosotros sentimos en nuestra vida la protección de los ángeles. ‘Que caminemos seguros por la senda de la salvación bajo la fiel custodia de los ángeles’.
 En la primera plegaria eucarística pedimos ‘humildemente que esa ofrenda sea llevada a tu presencia - a la presencia de Dios - hasta el altar del cielo, por manos de tu ángel’. Y el arcángel Rafael le decía a Tobías que su oración había sido escuchada porque los santos ángeles la habían presentado ante el trono de Dios. Es lo que ahora también nosotros queremos suplicar humildemente al presentar al Señor ‘este sacrificio de alabanza lo recibas con bondad por intercesión de tus ángeles y nos sirva para nuestra salvación’.

Bendecimos, sí, al Señor con todos los Ángeles y arcángeles esta fiesta porque así sentimos su protección, nos sentimos conducidos por los camino de la fidelidad al Señor y sabemos que son intercesores nuestros en el cielo que hacen llegar hasta Dios nuestras suplicas y nuestras peticiones. 

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