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martes, 18 de febrero de 2025

En el silencio del corazón tenemos que seguir meditando y empapándonos del evangelio de Jesús para sentirnos transformados y comenzar a transformar nuestro mundo

 


En el silencio del corazón tenemos que seguir meditando y empapándonos del evangelio de Jesús para sentirnos transformados y comenzar a transformar nuestro mundo

Génesis 6,5-8; 7, 1-5.10; Salmo 28; Marcos 8,14-21

También algunas veces nos quedamos atascados, sobre todo cuando nos hablan en un sentido figurado y nosotros en nuestra superficialidad nos quedamos en el sentido literal de las palabras; bueno, en ocasiones nos quedamos ahí porque quizás sabemos que lo que nos están diciendo viene con segundas, como solemos decir, y no queremos complicarnos, no queremos vernos aludidos; algunas veces quizás no andamos en la onda, que decimos también, porque vamos en la vida a lo nuestro y no queremos pensar, no queremos ahondar, no queremos complicarnos en la vida, que ya tenemos bastante con los nuestro, solemos decir.

¿Andaban despistados los discípulos? Jesús les hablaba siempre claramente y a los que estaban más cercanos a El, como aquel grupo de los doce que se había formado en su entorno, les hacía consideraciones especiales. Es quizás de lo que ahora quiere hablarles, quiere hacerles comprender, para que tampoco se dejen arrastrar, para que no entren en confusiones como tantos cuando veían las enseñanzas de los fariseos y de los maestros de la Ley; quizás por algunas ambiciones que aun llevaban en sus corazones, no terminaban de dejar de pensar en primeros puestos, o en la manera que tenían de entender lo que era el mesianismo, o porque en algunas ocasiones se sintiesen tentados a aquellos rigorismos que les ofrecían los fariseos, ahora no terminan de entender a Jesús.

Nos sucede tantas veces que andamos confundidos, no estamos satisfechos con muchas cosas en nuestra vida social, en nuestras comunidades, en lo que sucede en nuestros pueblos, en lo que contemplamos también muchas veces en la Iglesia y no sabemos a quien escuchar; o queremos andar a lo de ancha es Castilla, para no complicarnos la vida y dejar correr las cosas, o nos sentimos tentados también por muchas de las cosas que oímos; también surgen corrientes en lo social o en nuestra iglesia con caminos de rigorismo que nos hacen pensar que esa sería la solución de muchos problemas.

Ahora que van atravesando en la barca el lago y cuando se dan cuenta que no han recogido las suficientes provisiones para el recorrido que van a hacer, viene Jesús y les habla de que anden con cuidado con la levadura de los fariseos; ya ellos están entendiendo, no lo que realmente les quiere decir Jesús, sino en la preocupación que ahora tienen de que no han previsto suficiente pan para su recorrido, porque se dan cuenta de que solo llevan un pan.

Jesús se da cuenta que no lo han entendido, les recuerda lo que había sucedido en otra ocasión cuando se encontraron en despoblado con mucha gente y pocos panes, y como se habían solucionado todo. Pero Jesús no va por ahí con sus palabras, El quiere hacerlos pensar en algo más, para que no entren en confusiones y se dejen engañar. Hablar de levadura era en lenguaje figurado, porque así como la levadura es la que va hacer fermentar la masa – ya en alguna ocasiones nos dirá que necesitamos ser levadura en medio del mundo porque hemos de dar buen sabor a nuestro mundo – y ahora Jesús se está refiriendo a la levadura de los fariseos que con sus palabras, sus insinuaciones, sus reglamentos, sus rigorismos querían impregnar a aquella sociedad de algo bien distinto de lo que Jesús nos quería trasmitir como evangelio, como buena noticia de salvación para todos.

Es la levadura de Jesús la que va a hacer fermentar nuestra vida, es la que hará surgir ese hombre nuevo de vida y de gracia, es la levadura de Jesús la que se va a convertir en evangelio para toda la humanidad, en buena noticia de salvación. Dejemos que el evangelio se meta en nuestro corazón y allí vaya produciendo sus frutos, vaya haciendo fermentar nuestra vida para que surja esa vida nueva que transforme nuestro mundo. 

Será así como nosotros llegaremos a ser también con el evangelio de Jesús esa buena levadura para nuestro mundo. Dejemos que esa semilla se siga sembrando en nosotros, poco a poco, dejándola germinar en silencio en nuestro corazón. Todo lo que nos pueda ayudar a rumiar ese alimento de vida que es el evangelio tenemos que aprovecharlo. No podemos escuchar ahora el anuncio del evangelio y al rato olvidarlo porque ya estamos interesados en otras cosas. Ahí en el silencio del corazón tenemos que seguirlo meditando para empaparnos de verdad de ese evangelio de Jesús. Nos sentiremos al final transformados nosotros y comenzaremos de verdad a transformar nuestro mundo.

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