La
barca puede parecer que hace agua por todas partes y está a punto de hundirse,
pero Jesús nos ha garantizado que el poder del abismo no la derrotará
1Pedro 5, 1-4; Salmo 22; Mateo 16, 13-19
Cuando nos anuncian que viene un temporal – ahora nos estamos acostumbrando
demasiado a las alertas amarillas o no sé de qué color que al final no les
hacemos caso – buscamos refugio seguro, si nos encontramos en descampado
buscamos donde guarecernos y algo que nos sirva de apoyo para que no nos
arrastren los tormentosos vientos.
Así hacemos y nos prevenimos frente a
los fenómenos de la naturaleza, pero no sé si en la vida estaremos atentos a
muchas cosas que podían hacer peligrar no quizás nuestra vida física, pero sí
la integridad que hemos de tener como personas. Serán corrientes de opinión,
ideologías o formas de pensar que no cuidan los valores más humanos que tendríamos
que salvaguardar, formas que van apareciendo en la sociedad que sentimos que
todo lo destruyen queriendo hacer desaparecer los cimientos sobre los que hemos
ido construyendo nuestra vida y nuestro mundo. ¿Estaremos atentos de verdad a
los nuevos ritmos que se quieren imponer? ¿Cómo nos protegemos?
Pero igual nos sucede en el ámbito de
nuestra fe; también son muchos los peligros que algunas veces tenemos en
nosotros mismos porque no sabemos cuidar ni alimentar nuestra fe; estamos
envueltos en un mundo convulso, como vemos en todos los aspectos de la vida,
pero que también nos afecta; la indiferencia y el materialismo de la vida, la
superficialidad con que vivimos o las vanidades que nos cautivan, ese mundo
confuso de ideas y pensamientos que también nos afectan en lo religioso,
nuestra propia debilidad que hace que perdamos muchas veces y en muchas cosas
nuestra estabilidad y nos sentimos inseguros, malos ejemplos que nos arrastran
además de la oposición que vamos encontrando en la sociedad misma a todo lo que
suene a religioso o a principios cristianos.
La Iglesia, como dijo Benedicto XVI, en
algunos momentos: ‘nos parece una barca a punto de hundirse, que hace aguas
por todas partes’. Pero es ahora donde tenemos que escuchar las palabras de
Jesús que son siempre palabra de vida para nosotros. Lo hemos escuchado hoy en
el evangelio. No hace mucho ya hemos hecho algún comentario sobre este texto.
Hoy lo escuchamos de nuevo en esta fiesta de la Cátedra de san Pedro.
Está por una parte la respuesta de los discípulos
de lo que la gente pensaba de Jesús, pero está también la confesión de fe de
Pedro. Algo, es cierto, que tenemos que renovar en nosotros. Que tengamos claro
quien es Jesús para nosotros, que tengamos claro cual es el fundamento de
nuestra fe. Es necesario fortalecernos y eso ha de pasar también por una
verdadera formación en todo lo que es el ámbito de nuestra fe. Algo que
realmente nos falta y que es lo que más nos debilita, porque nos hace sentirnos
inseguros.
Pero escuchamos las palabras de Jesús.
Ya vemos en el evangelio en muchas ocasiones la admiración de Jesús ante la fe
de la gente, ante el centurión romano, ante la mujer cananea, ante aquella
mujer que se atreve a tocar la orla de su manto, ante la mujer pecadora, ante
el paso que da Zaqueo al sentir que ha llegado la salvación a aquella casa… y así
podríamos pensar en muchos más momentos.
Es la admiración de Jesús por la fe de
Pedro a partir de lo cual es Jesús el que comienza a confiar en Pedro. ‘Tú
eres piedra’, le dice; va a ser Pedro fundamento de su Iglesia, ‘y sobre
esta piedra edificaré mi Iglesia y el poder del infierno no la derrotará’.
¿No nos sirven de consuelo y estímulo estas
palabras de Jesús? Tenemos el apoyo frente a los fuertes vientos que parece
asolar la Iglesia, asolar nuestra fe; tenemos el refugio que nos da seguridad y
fortaleza frente a esas tempestades de la vida, frente a ese mar embravecido.
La barca puede parecer que hace agua por todas partes y está a punto de
hundirse, pero Jesús nos ha garantizado que el poder del abismo no la
derrotará.
Es la Palabra de Jesús que nos ha
asegurado que estará con nosotros hasta el final de los tiempos. Y certeza de
esa presencia de Jesús la tenemos en la Iglesia que nos trasmite la Palabra de
Jesús; es en la Iglesia donde podemos sentirnos seguros porque allí sentiremos
siempre la presencia de Jesús. La tenemos en la Palabra que nos llega a través
del magisterio de la Iglesia, la tenemos en los sacramentos donde nos llenamos
de la gracia de Dios, nos alimentamos o curamos nuestras heridas, porque
tenemos la certeza de la misericordia y del perdón; la tenemos en la misma
comunidad de hermanos que formamos todos los que somos Iglesia, porque allí
donde dos o tres se reúnan en mi nombre allí estaré yo, que nos dice Jesús.
¿Queremos mejor refugio frente a esos
vendavales? ¿Queremos mayor seguridad frente a esos vientos impetuosos? La
barca de la Iglesia no se hundirá, nos lo ha dicho el Señor. ¡Qué seguridad de
gracia podemos tener!
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