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viernes, 8 de noviembre de 2024

Siempre podemos tener un momento de lucidez, de sensatez para enderezar nuestros pasos, para corregir errores, para enmendar los yerros que hayamos podido cometer

 


Siempre podemos tener un momento de lucidez, de sensatez para enderezar nuestros pasos, para corregir errores, para enmendar los yerros que hayamos podido cometer

Filipenses 3, 17 – 4,1; Salmo 121; Lucas 16, 1-8

La vida y el mundo se nos están convirtiendo en una loca carrera en la que al final terminamos arrastrándonos los unos a los otros y cayendo en el mismo abismo. Todos hemos contemplado en alguna competición como en un determinado momento en que todos corren por el triunfo y apelotonados el tropiezo de uno hace caer a los demás formándose un revolcón indescriptible, donde muchos van a salir mal heridos.

¿Cómo mantener el equilibrio para no caer en ese tropiezo colectivo? Será necesario saber mantener las distancias, saber cada uno su lugar y lo que tiene que hacer, estar en el mejor momento de atención para no dejarnos arrastrar y caer todos en lo mismo. Algunas veces nos puede parecer poco menos que imposible salir de situaciones así, pero algunos lo logran y pueden alcanzar un justo triunfo. Habrá que saber enderezar bien nuestros pasos para no dejarnos envolver.

No es solo de una carrera deportiva de la que estamos hablando sino del camino que tiene que ser nuestra vida. Muchas veces parece que buscamos el camino que nos parece más fácil, pero que no siempre es el más correcto. Muchas veces podemos incluso tropezar y cometer errores en nuestro camino, con el daño que nos hacemos a nosotros mismos, pero con el daño que podemos hacer también a los demás. ¿Tendremos un momento de lucidez, de sensatez para enderezar nuestros pasos, para corregir errores, para enmendar los yerros que hayamos podido cometer?

En el evangelio hoy Jesús nos pone una parábola que muchas veces nos ha costado entender. Habla de un administrador injusto al que se le está pidiendo cuentas de su administración. No ha sido buena la administración que ha hecho. Los administradores muchas veces aumentaban injustamente los intereses o hacían malversación con las cuentas que tenían que llevar, buscando sus ganancias; el dinero negro que muchas veces decimos. Ahora se encuentra en una situación difícil porque se va ver desposeído de todo lo que mal había ganado y se iba a quedar en la calle. Con astucia hace sus arreglos con aquellos que le debían dinero a su amo, quizás podemos pensar quitando aquellos intereses abusivos. Los que se veían beneficiados, podrían tener compasión de él.

Es lo que se alaba al final de la parábola, no que hubiera actuado injustamente con sus robos, sino la astucia para encontrar una salida, que podía parecer pérdida, pero que en el fondo le haría sentirse liberado de lo mal que había hecho. ¿Tendremos la astucia para encontrar salidas a las situaciones en las que nos hemos metido en la vida?

Siempre hay tiempo para enderezar el camino, siempre hay tiempo para encontrar ese momento de lucidez de reconocer los errores que hemos cometido, siempre hay tiempo para una buena palabra que pida una disculpa, reconozca su error y sea capaz de pedir perdón. No siempre lo tenemos todo perdido.

Ya sé que en este mundo nuestro no siempre nos vamos a encontrar con esas personas comprensivas y compasivas que nos ofrezcan caminos de misericordia y de perdón. Siempre hay almas buenas y ya sería un gozo el encontrarlas. Pero sabemos quien es de verdad compasivo y misericordioso con nuestros fallos y pecados. Contamos siempre con la misericordia del Señor, pero el Señor también pondrá a nuestro lado personas que nos comprendan, que nos animen, que nos tiendan la mano aunque no lo merezcamos, seamos capaces de ver en esas personas una señal del amor que Dios nos tiene.

Y seamos nosotros capaces también de ofrecer esa misma comprensión a los demás. ¿Quiénes somos para juzgar cuando nosotros estamos tan llenos de miserias y de pecado? En esa loca carrera de la vida Dios siempre pondrá señales a nuestro paso para que siempre podamos reencontrar el camino recto.

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