Bienaventurado
el que coma en el Reino de Dios… el banquete está preparado… Jesús nos invita
esperando nuestra respuesta
Filipenses 2, 5-11; Salmo 21; Lucas 14,
15-24;
Había una persona que había tenido
noticia que un pariente iba a celebrar la boda de su hija, hasta ahora no lo
habían invitado aunque él tenía unos grandes deseos de ir a esa boda, a ese
banquete; finalmente le llegó la invitación, se preparó como pudo para no
quedar mal ante sus parientes y se dispuso a ir a la boda y correspondiente
banquete; una gran fiesta y una comida preparado, como se suele decir, por todo
lo alto, pero cuando fueron sirviendo las distintas viandas preparadas para el
caso nuestro amigo se llevó un chasco; la comida era muy refinada, pero él no
estaba acostumbrado a ese estilo y prácticamente casi no comió nada; al final
salió protestando porque según él lo que habían servido no valía para nada y él
prácticamente se había quedado con las ganas. Eran otros sus gustos y
apetencias, aquello fue como un fracaso para las ilusiones que había tenido.
Es un hecho real lo que cuento, de
alguien que yo he conocido que me ha venido a la memoria al escuchar hoy el
evangelio. Jesús estaba invitado en casa de unos fariseos, y alguien se expresó
públicamente qué bueno sería sentarse a la mesa del Reino de Dios. ¿Una
referencia a lo que Jesús anunciaba de la inminencia del Reino de Dios? ¿Hasta
donde llevarían en verdad esos deseos que ahora manifestaba?
Jesús les viene a decir que muchas
pueden las manifestaciones y deseos que se tengan del Reino de Dios, como un
banquete al que estamos invitados, pero que nos puede suceder que cuando llegue
ese momento nosotros no estemos por la labor de participar en ese banquete. Y
para eso les propone una parábola que todos bien conocemos.
El Rey que prepara el banquete de bodas
de su hijo para el que tiene muchos invitados y a la hora del banquete manda
llamar a los invitados. ‘El banquete está preparado’. Pero otros eran los
intereses de aquellos invitados porque todos comenzaron a dar sus disculpas
para no asistir. No quería probar bocado de aquel banquete. Tenían otras
apetencias u otros gustos. Serían ahora otros los invitados.
¿Qué nos está queriendo decir Jesús?
¿Cuáles son realmente nuestros intereses concretos en relación a lo que Jesús
nos ofrece? Muchas veces hasta nos manifestamos muy religiosos; no faltamos a
una fiesta como no faltamos a un entierro, nos hemos preocupado muy mucho de
bautizar a nuestros hijos, y que no pase mucho tiempo después del nacimiento y
lo hemos celebrado también por todo lo alto, nos preocupamos de que nuestros
niños hagan la primera comunión y ya haremos todos los esfuerzos para
celebrarlo a lo grande, pero ¿llegaremos a pasar de ahí a algo más en nuestra
vida para decir que somos cristianos? Bueno, no hay nadie que lo sea más que
yo, nos atrevemos a decir, pero veamos realmente por donde anda nuestra vida.
¿Cuáles son en verdad los valores que
nosotros tenemos o los valores con los que tratamos de educar a nuestros hijos?
¿Dónde está o hasta donde llega nuestra participación en la vida de la
comunidad cristiana? ¿Solo porque venimos a la fiesta y a la procesión o un día
vamos a un santuario de nuestra devoción y por eso nos creemos más cristianos
que nadie? ¿Llegaremos a tener entre nosotros los sentimientos propios de
Cristo Jesús, como nos decía el apóstol Pablo?
Como aquellos invitados a la boda que
prefirieron otras cosas, que se marcharon a sus cosas, o que no les gustaba lo
que allí se les ofrece, como le sucedía al amigo del que hablaba al principio
que no le gustaba las viandas del banquete. No terminamos de saborear de verdad
lo que es el Reino de Dios del que nos habla Jesús, no terminamos de saborear
el evangelio, la Palabra de Dios y nos buscamos otras cosas con las que
pretendemos llenar nuestra vida.
Bienaventurado el que coma en el Reino
de Dios… el banquete está preparado… Jesús nos está invitando, ¿Cuál es nuestra
respuesta?
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