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sábado, 28 de septiembre de 2024

En los momentos oscuros, siempre nos aparecen crisis, tenemos que aprender a no desinflarnos sino sacar toda nuestra fortaleza interior, Dios siempre va con nosotros

 


En los momentos oscuros, siempre nos aparecen crisis, tenemos que aprender a no desinflarnos sino sacar toda nuestra fortaleza interior, Dios siempre va con nosotros

Eclesiastés 11, 9 – 12, 8; Salmo 89; Lucas 9, 43b-45

Pájaro de mal agüero, dicen algunos; otros dicen, hay que ser realistas. Pero parece que se nos atraviesa una nube cuando estando en buenos momentos que parece que todo marcha bien, que las cosas van saliendo adelante, que nos encontramos muy felices con lo que hacemos o con la aceptación que los otros tengan de nosotros, si viene alguien y nos dice que esto no va a ser siempre así, que pueden venir malos momentos, que lo que parece que tenemos a favor un día se nos puede volver en contra, nos sentimos mal, no lo queremos aceptar, nos duele que pueda parecer que fracasamos en lo que hacemos. Y algunos nos dicen es la vida. Pero en el fondo no sabemos como reaccionar.

Y muchas veces nos suceden cosas así. No todo es un camino de rosas, como se suele decir, pero también se nos recuerda que en ese camino de rosas hay espinas y algo nos puede doler. Problemas en nuestros trabajos, cosas que se nos vienen abajo en nuestros proyectos, temblores (y vamos a decirlo así más suavemente) en nuestras relaciones familiares o en el trato con los amigos. En la vida nos van apareciendo sombras y hemos de estar preparados, fortalecidos interiormente para afrontarlas sabiendo que no nos va a faltar siempre una luz en ese camino. Tendremos que saber a quien acudimos, quien nos acompaña en ese camino, y que la presencia del Señor, aunque a veces nos parezca turbia, no nos faltará.

Para los discípulos las palabras de Jesús eran como un jarro de agua fría. Ya nos dice el propio evangelista que en medio de la admiración general por lo que hacía Jesús que iba caminando con los discípulos en lugares un tanto apartados para poder tener con ellos algo más de intimidad les va anunciando lo que va a suceder en Jerusalén. Habían tenido un buen momento cuando Jesús les había preguntado que significaba El en sus vidas y allí se habían manifestado libremente, desahogando su corazón y con aquella tan hermosa confesión de Pedro. Pero ahora Jesús les dice que vendrán sombras, pero que serán anticipo del encuentro con la luz verdadera. Sería su Pascua, donde en verdad iban a ver todo el sentido de su vida.

Pero aquello no lo entienden. Si toda la gente le aclama, sienten admiración por El, cómo es que van a suceder esas cosas que Jesús está anunciando. Pero el choque que ha supuesto en sus vidas aquellas palabras de Jesús les hace que ellos se queden sin palabras, no pueden entender. Era para ellos un lenguaje oscuro y difícil de entender. Provocará incluso que ellos se encierren en sí mismos. Les daba miedo preguntar.

Son también las crisis que se provocan tantas veces en nuestra vida cuando de repente todo comienza a irnos mal. Nos desinflamos, también nos encerramos en nosotros mismos, tenemos la tentación de abandonar, también nos hacemos muchas preguntas y dirigimos nuestra mirada a lo alto no siempre con confianza y muchas veces con resquemor. Nosotros no merecíamos esto, pensamos, como si todo estuviera girando en torno a merecimientos.

Como decimos tantas veces tenemos que aprender a sacar nuestra fortaleza interior. Y la vida nos va enseñando, y de esos momentos tenemos que sacar nuestras lecciones para cuando nos pueda volver a suceder otra vez lo mismo. Nos cuesta aprender la lección. Pero no podemos perder la paz en nuestro interior, tenemos que aprender a actuar con serenidad, las huidas no son buen camino, no podemos convertir esos momentos en una derrota.

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