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miércoles, 8 de mayo de 2024

No nos puede faltar arrojo y valentía para lanzarnos adelante y adentrarnos en ese desierto o enmarañado bosque de nuestro mundo, tenemos la fuerza del Espíritu

 


No nos puede faltar arrojo y valentía para lanzarnos adelante y adentrarnos en ese desierto o enmarañado bosque de nuestro mundo, tenemos la fuerza del Espíritu

Hechos de los apóstoles 17, 15. 22 — 18, 1; Salmo 148; Juan 16, 12-15

Quizás la preocupación de un padre cuando por la razón que sea tiene que dejar sus responsabilidades y dar paso al hijo al que ha venido formando y educando es pensar si acaso el hijo ya estará lo suficientemente preparado y maduro para asumir la tarea que se le va a confiar; quizás buscará personas que estén al lado del hijo y le sigan asesorando y apoyando, no lo quieren dejar solo, aunque sabe que es el hijo el que tiene que afrontar el reto que se pone en sus manos. Pensamos en situaciones así entre padres e hijos que les suceden, como podemos pensar en el responsable de una empresa y de la preparación de sus trabajadores, si acaso han llegado ya a estar a la altura de asumir mayores responsabilidades. Preocupaciones humanas normales y nacidas de la misma responsabilidad de la vida.

En los textos que nos ofrece la liturgia en estos días previos a la fiesta de la Ascensión se nos habla de esa despedida de Jesús, porque sabe que le ha llegado su hora – así se había expresado al comienzo del relato de la cena pascual – y llegaría un nuevo momento para sus discípulos; no era solo el escándalo de aquellos día de pasión, sino la continuidad a posteriori de la obra de Jesús. Van a ser enviados por todo el mundo llevando esa Buena Nueva de Jesús.

Habían, es cierto, tenido aquellas experiencias en que los embarcó Jesús más de una vez dejándolos solos, como la noche de la travesía del lago de Tiberíades, o como cuando los había enviado de dos en dos para comenzar a anunciar también ellos el Reino de Dios. ¿Solos como corderos en medio de lobos? ¿Solo sin más apoyo que aquel bastón que les había permitido llevar cuando los había enviado? ¿Solos con la misión y el poder de Jesús? Les había enviado también a curar enfermos y expulsar demonios. En sí tenían la posibilidad de atravesar los mares en contra en medio de sus miedos y fantasmas. El poder de Jesús estaba con ellos.

El Espíritu de Jesús estará con ellos. Es lo que ahora Jesús les está diciendo. No los deja huérfanos. ‘Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir’. Con ellos estará el Espíritu de la verdad que los guiará hasta la verdad plena.

Despertemos nosotros nuestra fe en la presencia del Espíritu del Señor en nuestras vidas. No estamos ni solos ni huérfanos. La travesía de los mares de la vida se nos hace dura y costosa en muchas ocasiones. Parece que nos faltara energía y fuerza interior, porque nos aparecen una y otra vez nuestros miedos y cobardías. Vemos también fantasmas por doquier cuando pasamos por esas noches oscuras del alma. Nos sentimos en muchas ocasiones cansados, débiles, sin fuerzas, parece que hasta hemos perdido el coraje y las iniciativas desaparecen de nuestra mente, cayendo de nuevo en tibiezas y en rutinas.

¿Dónde está el fuego del Espíritu que ha venido a prender nuestro mundo? ¿Seguimos teniendo miedo a ese torbellino que se forma en torno nuestro cuando decimos una verdad, cuando luchamos por algo bueno, cuando denunciamos las mentiras y falsedades que nos quieren hacer creer en la vida?

No nos puede faltar ese arrojo y valentía, ese lanzarnos hacia delante para adentrarnos en ese mundo que nos puede parecer un desierto o un enmarañado bosque. Pero ahí tenemos que abrir camino, ahí tenemos que comenzar a roturar la vida para sembrar la buena semilla. Con nosotros estará siempre la fuerza del Espíritu del Señor. Reavivemos esa fortaleza interior, crezcamos más y más en nuestra espiritualidad. Tenemos que sentir que estamos preparados porque con nosotros está la fuerza de su Espíritu.

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