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domingo, 24 de julio de 2016

En la oración experimentamos el abrazo de amor de Dios que es nuestro Padre y siempre nos ama

En la oración experimentamos el abrazo de amor de Dios que es nuestro Padre y siempre nos ama

 Génesis 18, 20-32; Sal 137;  Colosenses 2, 12-14; Lucas 11, 1-13
‘Jesus estaba orando en cierto lugar, nos dice el evangelista, y cuando terminó uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos…’ La oración de Jesús hace surgir el deseo de aprender a orar como El; no es solo, aunque eso pudiera parecer, que igual que otros grupos de creyentes tenían su propia forma de orar - y aquí se menciona al Bautista y sus discípulos como serían los grupos de los fariseos o de los esenios del desierto del Mar Muerto – sino que en el fondo es el deseo de imitar a Jesús.
El evangelio nos presenta distintos momentos de esa oración personal de Jesús que se retira al descampado en la noche, o sube a la montaña como cuando fue con aquellos tres discípulos en el Tabor, o más tarde le contemplaremos en Getsemaní que se ve que era un lugar frecuentado por Jesús en los alrededores de Jerusalén, por mencionar algunos momentos.
¿Será también nuestro deseo? ¿Será nuestra petición de la misma manera? Muchas veces quizá pensamos también que no sabemos orar, que no sabemos hacer nuestras oraciones. Quizá nos contentamos de repetir las oraciones aprendidas de memoria, o valernos ritualmente de unas oraciones prescritas por la liturgia; quizá lo que hacemos es presentar nuestras listas de peticiones o de lamentos esperando el milagro de que se nos resuelvan nuestros problemas, o quizá buscamos algo más y allá en lo más hondo de nosotros mismos nos detenemos para sentir a Dios, para escuchar a Dios.
La oración es el abrazo de Dios, escuché decir a alguien. Nos gozamos en Aquel que sabemos bien que nos ama; nos gozamos en el amor porque también nosotros queremos amar y queremos sentirnos profundamente unidos en un abrazo de amor con quien sabemos que nos ama. Como el niño que se siente seguro en los brazos de su padre y no se cansa de llamarlo su papá nos gozamos en la ternura de Dios, nos sentimos abrazados por el amor de Dios. Por eso es la primera palabra que Jesús nos enseña a decirle a Dios, Padre, ‘Abba’ que en el propio lenguaje arameo de Jesús expresaba una gran ternura.
La oración sin dejar de ser comunicación es comunión, comunión de amor. Es comunicación porque es el dialogo entre la Palabra y nuestra palabra, pero es el diálogo que brota del amor del corazón de Dios y que nos hace entrar en comunión desde nuestro amor, desde lo más hondo de nuestro corazón.  ¿No sienten deseos de un abrazo de amor aquellos que se aman de verdad? Y no querrán que se abrazo se termine, ansiamos un abrazo eterno de amor. Cuando nos sentimos en una comunión tan hermosa de amor con Dios entonces no nos cansaremos, nuestra oración no podrá ser aburrida ni nada que nos canse ni nos desanime en ningún momento.
Jesús nos ofrece el modelo de oración que hemos de vivir gozándonos en su amor y queriendo repetirle una y otra vez lo gozosos que nos encontramos con El; por eso nuestra oración es alabanza al nombre de Dios – ‘santificado sea tu nombre’, decimos -, nuestra oración es deseo de permanecer unidos a El para siempre viviendo su reino, buscando su voluntad, apartándonos de todo mal, viviendo en la misericordia que en El encontramos y que a todos siempre manifestaremos, viviendo, en una palabra, todo el sentido del Evangelio del Reino que Jesús nos ha anunciado y enseñado.
Nuestra oración verdadera estará siempre impregnada del evangelio porque si no fuera así no seríamos capaces de hacerla con verdadero sentido, pero al mismo tiempo nos enseña y nos da fuerza para vivir ese espíritu del Evangelio. Quien no ha llegado a entender y querer vivir el evangelio de Jesús no podrá hacer con todo sentido la oración de Jesús. Por eso quizá muchas veces nos cuesta hacer nuestra oración.
Hoy Jesús nos hablará de nuestra perseverancia en la oración con la confianza de los amigos que saben acudir el uno al otro a cualquier hora y en cualquier momento, con la confianza de los hijos que saben que están confiando en un padre que siempre les dará lo bueno, les dará lo mejor. Es hermoso el texto que se nos ofrece por otra parte en la primera lectura, cómo Abrahán insiste y porfía en sus peticiones al Señor. ‘Me he atrevido a hablar a mi Señor… que no se enfade mi Señor si hablo una vez más…’ le dice. Es la insistencia de la amistad, es la insistencia del amor.
Santa Teresa del Niño Jesús decía que la oración e realidad es algo tan sencillo como ‘un impulso del corazón, una sencilla mirada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría’. Y ya sabemos lo que la gran maestra de oración, santa Teresa de Ávila, explicaba: ‘oración es hablar de amistad con quien sabemos nos ama’.
‘Señor, enséñanos a orar’, le decimos también nosotros hoy, enséñanos a gustar de la oración, haznos sentir ese abrazo de amor.

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