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martes, 1 de julio de 2014

El Señor está con nosotros y con El a nuestro lado, nada hemos de temer

El Señor está con nosotros y con El a nuestro lado, nada  hemos de temer

Amós, 3, 1-8; 4, 11-12; Sal. 5; Mt. 8, 23-27
¿Cómo se puede dormir en medio de un temporal? Podría parecer una pregunta ocurrente, después de escuchar el evangelio. Pero quizá la pregunta podríamos transformarla diciendo, ¿cómo se puede seguir teniendo paz en el corazón a pesar los problemas y crisis de todo tipo en que nos vemos envueltos en la vida?
Creo que a la hora de reflexionar en el evangelio que escuchamos tenemos que ir más allá de lo que podríamos llamar la anécdota. Jesús había decidido atravesar el lago hacia la otra orilla; ‘subió a la barca y los discípulos le siguieron’, nos dice el evangelista. ‘Pero de pronto se levantó un fuerte temporal, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía’, nos puntualiza  el relato evangélico.
El llamado mar de Galilea o lago de Tiberíades habitualmente está en calma; no es mucha su extensión y nos podría parecer normal esa calma, pero su situación cercana a altas montañas y en el inicio de la depresión del Jordán, con lo que ya está más bajo que el  propio nivel del mar mediterráneo, hace que se produzcan cambios de temperaturas y surjan los vientos y temporales. Es lo que sucede en esta ocasión.
Pero entendemos muy bien que al relatársenos este hecho en el evangelio hay un profundo sentido catequético y ya a continuación se nos hace referencia a la falta de fe de los discípulos que Jesús les echa en cara y la admiración que se produce cuando Jesús hace que venga de nuevo la calma. ‘El dormía’, nos dice el evangelista Mateo escuetamente. Lo despiertan. ‘¡Señor, sálvanos que nos hundimos!’ es el grito de los discípulos. ‘¡Cobardes! ¡Qué poca fe!’ les echa en cara Jesús. ‘Se puso  en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma’. Luego vendrán los gestos y palabras de admiración de los discípulos. ‘¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!’
Entendemos perfectamente el relato evangélico. Se nos quiere despertar la fe. Jesús va siempre a nuestro lado y no podemos desconfiar. Pero no nos podemos quedar solo en problemas que podríamos llamar materiales desde los que acudimos a Jesús cuando tenemos miedo por algo que nos pueda suceder. Creo que es necesario tratar de profundizar un poco más en el tema de la confianza que tenemos en Jesús. Y pensamos en esa nave de la Iglesia en la que estamos todos embarcados desde nuestra fe y nuestra pertenencia a la Iglesia, o pensamos en los problemas que cada día tenemos cuando queremos ser mejores y superar tentaciones y pecados. El Señor está ahí, aunque nos pueda parecer oculto.
Por eso la pregunta que nos hacíamos al principio para no quedarnos en la anécdota de si Jesús podía seguir durmiendo en medio de aquella tempestad mientras los discípulos estaban atemorizados  porque la barca se podía hundir, como quizás en otras ocasiones les habría sucedido en temporales semejantes en aquel lago. Nos preguntábamos por la paz del corazón en medio de las tormentas de los problemas de la vida.
Cuando nos vemos zarandeados por problemas y dificultades una cosa que podemos perder fácilmente es esa paz del corazón. Son los miedos que aparecen, es la inestabilidad en que nos vemos en la vida, son las indecisiones y las dudas que nos hacen temer y no saber qué hacer o qué camino tomar. Y todo eso nos hace perder la paz. Como aquellos discípulos llenos de miedo en medio de la tormenta y que no terminaban de comprender que Jesús siguiera durmiendo allí en medio de aquellas dificultades que estaban pasando y pareciera que nos les importaba. ‘¿No te importa que nos hundamos?’

Uno de los miedos que podamos sentir en esos momentos es la soledad, el sentirnos solos y que nos parece que no tenemos fuerzas para salir adelante. Nos hace temblar, nos sentimos agobiados, todo nos parece negro, nos falta la paz. Y es precisamente lo que un creyente no debería perder. Sabemos que Jesús está ahí, aunque parezca callado o dormido. Aunque no nos demos cuenta muchas veces quizá él nos está llevando sobre la palma de su mano, aunque nos parezca lo contrario. Es necesario despertar nuestra fe, poner nuestra confianza en El, tener la seguridad y la certeza que por la fe podemos tener que el Señor está a nuestro lado y con El a nuestro lado, nada  hemos de temer. No perdamos la paz. Es un don que el Señor nos concede en el corazón.

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