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lunes, 15 de noviembre de 2010

Pasa el Señor Jesús

Apoc. 1, 1-4; 2, 1-5;
Sal. 1;
Lc. 18, 35-43

‘Pasa Jesús Nazareno’, fue la respuesta que le dieron al ciego que, sentado al borde del camino pidiendo limosna, pregunta que era aquello por el revuelo de la gente que pasaba acompañando a Jesús.
Pasa Jesús Nazareno’, y aquel ciego no puede perder la ocasión. Hasta ahora pedía limosna. La situación de la gente que no veía era extremadamente grave de manera que se veían sumidos en la pobreza más extrema al no poder trabajar por la falta de visión. Por eso tenían que ponerse en lugares estratégicos para pedir limosna a la gente que pasaba.
Pero lo que pide ahora aquel buen hombre no son unas monedas. ‘¡Jesús, hijo David, ten compasión de mí!’ repetía gritando cada vez más fuerte de manera que incluso lo quieren hacer callar. Pero Jesús quiere que se lo traigan. ‘¿Qué quieres que haga por ti?... Señor, que vea otra vez… recobra la vista, tu fe ha curado…’
‘Pasa Jesús Nazareno’,
pasa el Señor por nuestra vida tantas veces y de tantas maneras. ¿Estaremos atentos a ese paso del Señor? Viene el Señor pero nosotros hemos de querer recibirle. Viene el Señor pero no podemos estar distraídos en otras cosas de manera que no nos demos cuenta de que pasa a nuestro lado. Viene el Señor y tenemos que saber aprovechar su gracia. Viene el Señor a nosotros y ¿qué le vamos a pedir? Triste sería que pase el Señor con su gracia por nuestro lado y nosotros no la sepamos aprovechar.
‘Pasa Jesús Nazareno’, y aquel hombre que al principio no sabía quien pasaba se interesó, preguntó a los que le rodeaban. Hemos de saber buscar, preguntar, encontrar a quien nos ayude, quien nos guíe hasta el encuentro con el Señor. Y nosotros dejarnos guiar.
De la misma manera que nosotros hemos de hacer lo mismo con los demás; guiarlos también para que vayan hasta Jesús. ¡Qué hermosa tarea! ¡Cuánto de bueno podemos hacer! Porque Jesús querrá valerse de nosotros para que otros vayan hasta él. En este caso Jesús quiso valerse de la gente que lo acompañaba para que condujeran al ciego hasta El. Quiere el Señor valerse de nosotros. tantos habrá a la vera del camino, ahí a nuestro lado, que quizá nos necesiten para que les ayudemos a ir hasta Jesús.
‘Tu fe te ha curado’, le dijo Jesús. La fe que le había hecho gritar cuando se enteró que pasaba Jesús. La fe de su súplica perseverante, constante, insistente. No le arredraron los obstáculos. La gente quería que se callara. ‘Los que iban delante le regañaban para que se callara’. Nos quieren hacer callar a veces para que no gritemos nuestra fe; les puede molestar porque nuestro testimonio puede convertirse en un interrogante en su vida. Pero el grito de nuestro testimonio, el grito de nuestra fe no tiene que haber nadie que lo haga acallar, porque nos sentimos muy seguros de la fe que tenemos, de nuestro seguimiento de Jesús.
‘Lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver eso, alababa a Dios’. Primero, glorificamos a Dios porque cuanto de El recibimos. Tenemos que dar gracias, alabar y bendecir al Señor por cuántas maravillas El hace en nuestra vida continuamente. Pero es que la gloria que cantamos a Dios puede y tiene que mover a otros para que también ellos alaben al Señor. ¿Movemos en verdad a los otros a alabar al Señor? Es que no podemos encerrar en nosotros como en un secreto las maravillas que el Señor realiza en nuestra vida. A través de ello, tienen que conocer y alabar también al Señor.

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