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jueves, 30 de julio de 2009

Ábrenos el corazón para que aceptemos las palabras de Jesús

Ex. 40, 16-21.34-38
Sal. 83
Mt. 13, 47-53


‘Ábrenos el corazón para que aceptemos las palabras de Jesús’. Hermosa súplica que hemos de repetir muchas veces y que se nos ha ofrecido hoy en la liturgia como antífona al aleluya antes del Evangelio. Que se nos abra el corazón; que no seamos tierra endurecida; que el Señor labre la tierra de nuestra vida y la riegue y abone con su gracia para que así recibamos y aceptemos la semilla de su Palabra, como hemos escuchado en las parábolas de Jesús en estos días.
Concluimos hoy, aunque nos queden unos versículos que escucharemos mañana, este capítulo 13 del evangelio de Mateo donde el evangelista nos recopila, en ese estilo tan propio de Mateo, unas cuantas parábolas de Jesús. Cuando comenzábamos a escuchar las parábolas eran los apóstoles los que le decían a Jesús: ‘¿Por qué les hablas en parábolas?’ Ahora ha sido Jesús el que pregunta a los discípulos al terminar su relato: ‘¿Entendéis bien todo esto?’ y concluye Jesús diciéndonos: ‘Ya veis, un letrado que entiende del Reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo’, lo que conviene en cada momento.
Pero si estas dos preguntas enmarcan la proclamación de las parábolas, mientras hemos visto al mismo Jesús explicar su sentido. Nos explicaría la parábola del sembrador, como ya lo hemos meditado, o explicaría el sentido de la parábola del trigo y la cizaña, de la buena y de la mala semilla sembrada en el mismo campo. En el mismo campo de la vida nos encontraremos buenos y malos y juntos tenemos que estar. Pero el cuidado será no dejarnos influir por el mal, sino que siempre seamos capaces de dar buenos frutos.
En ese mismo sentido de la parábola nos ha hablado hoy de la red repleta de peces; ‘la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces, cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos y a los malos los tiran’. Pero nos ha hablado también de la pequeña semilla de la mostaza que se hace arbusto grande, o de la levadura que hace fermentar la masa; nos ha hablado de la perla preciosa o del tesoro escondido en el campo que ‘el que lo encuentra vende todo lo que tiene para comprar aquel campo’.
Parábolas que nos dan el sentido del Reino de los cielos y que cuando lo entendemos como dirá Jesús seremos como ‘aquel padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo’, lo que conviene en cada momento. Ahí está todo ese mensaje de la Palabra de Dios que Jesús nos ha ofrecido en forma de parábolas. En cada momento, en cada situación de la vida, hemos de saber dejarnos iluminar por la Palabra de Dios, vamos sacando del arca de la Palabra de Dios aquello que nos da luz en esa situación concreta que vivamos. ¡Cómo tenemos que saber guardar en el arca de nuestro corazón toda esa gracia y esa riqueza que nos ofrece como luz la Palabra de Dios para que nos ilumine en toda ocasión!
Vivimos rodeados de mal, pero no hemos de dejarnos impregnar por ese mal; es más tenemos que ser buena levadura que con nuestra fe, con nuestras buenas obras, con nuestro buen hacer hagamos fermentar la masa de nuestro mundo para bien. Que sepamos encontrar ese tesoro escondido, esa perla preciosa que Cristo para que El sea en verdad el centro, la luz y la fuerza de nuestra vida.

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