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sábado, 8 de noviembre de 2008

Todo lo puedo en aquel que me conforta

Filp. 4, 10-19
Sal. 111
Lc. 16, 9-15

Estamos en el final de la carta a los Filipenses. Quiere agradecer Pablo las atenciones que ha recibido de esta comunidad sobre todo en momentos difíciles y penurias por las que ha pasado. ‘Desde que salí de Macedonia y empecé la misión, ninguna iglesia, aparte de vosotros, me abrió una cuenta de haber y debe... me mandasteis un subsidio para ayudar en mi necesidad...’
Pero Pablo quiere dejar también un mensaje. Como apóstol del Señor ha querido cumplir lo que ya había dicho Jesús cuando hizo el envío de los discípulos a predicar delante de él. Lo recordamos porque alguna vez lo hemos comentado y reflexionado. ‘No llevéis bolsa, ni alforja ni sandalias... comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero tiene derecho a su salario. No andéis de casa en casa...’ Lo ha realizado el apóstol en su vida. Si se hace un repaso de lo que fueron los caminos y los viajes de san Pablo, tiene uno que admirar la generosidad y desprendimiento del apóstol para ponerse en camino como él lo hacía.
Por eso ahora les dice: ‘Yo he aprendido a arreglarme en toda circunstancia. Sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación’. Y es aquí donde nos deja una frase lapidaria con un gran mensaje que nos puede valer bien en muchas de nuestras luchas y trabajos de nuestra vida cristiana. ‘Todo lo puedo en aquel que me conforta’.
Hermosa disponibilidad y confianza en el Señor. Será capaz de lo que sea porque se pone en las manos del Señor. Con el Señor todo, y sin el Señor nada. Es nuestra fortaleza, la roca de nuestra salvación.
Nos vemos en la vida en tantas dificultades, en tantas luchas y nos sentimos débiles y nos parece que nada somos ni nada podemos para salir adelante. En la manos del Señor. .‘Todo lo puedo en aquel que me conforta’.
Será mucho el camino a recorrer en el crecimiento de mi fe, en el compromiso de mi vida cristiana, en la espiritualidad en la que tengo que ahondar, en la santidad que tiene que resplandecer en mi vida... ‘Todo lo puedo en aquel que me conforta’.
Serán muchas las tentaciones que quieren alejarnos del camino. Siempre adelante porque ‘Todo lo puedo en aquel que me conforta’.
Es grande la tarea que se nos ha encomendado cuando hemos recibido una misión en medio de la Iglesia, seamos los sacerdotes, los religiosos y religiosas que se han consagrado al Señor o los que comprometen su vida en el apostolado... ‘Todo lo puedo en aquel que me conforta’.
Grandes son las obras que tenemos que emprender cuando queremos ayudar, cuando queremos ser servidores de los demás, cuando nos empeñamos en una tarea social de servicio a los necesitados... ‘Todo lo puedo en aquel que me conforta’.
Grande es la responsabilidad y la tarea del padre o madre de familia en la educación de sus hijos y ya sabemos cuanto podemos incluir ahí... ‘Todo lo puedo en aquel que me conforta’.Así en cada momento, en cada situación tenemos que decirlo. ‘Todo lo puedo en aquel que me conforta’. El Señor está conmigo, ¿quién podrá contra mí? ‘Su corazón está seguro, sin temor; reparte limosna a los pobres, su caridad es constante, sin falta, y alzará la frente con dignidad’, hemos rezado en el salmo responsorial.

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