Tenemos
la suerte si caminamos con humildad y sencillez y siendo además agradecidos y
dichosos de poder escuchar la buena nueva de salvación que Jesús nos ofrece
Isaías 11, 1-10; Salmo 71; Lucas 10, 21-24
¡Qué suerte tuvimos de estar allí en
aquel momento!, habremos pensado en alguna ocasión en que tuvimos oportunidad
de estar en algún acontecimiento que consideramos importante o que le damos
incluso la categoría de algo histórico, o conocer y tratar a quien consideramos
un personaje o una persona importante; quizás algunos hasta nos tendrán una
cierta envidia porque nosotros estuvimos y ellos no pudieron estar, se sienten
desconsolados y deseando haber podido estar. Esto nos pasa en acontecimientos
de la vida, en cosas que suceden en nuestro entorno, en circunstancias que
hemos vivido y que quizás dejaron una bonita huella en nosotros.
Es algo así lo que les dice Jesús hoy a
los discípulos para que valoren el momento, para que valoren su llamada, para
que reconozcan la acción de Dios en sus vidas que se les está manifestando en
Jesús. Les dice que otros quisieron ver lo que ahora ellos ven y que por eso
son dichosos, pero no pudieron en referencia a aquella añoranza que tenían los
antiguos de poder vivir los tiempos del Mesías; los profetas antiguos es cierto
sintieron la inspiración del Señor en su corazón para que pronunciaran palabras
de esperanza y también de denuncia al pueblo de Dios, pero como les está
diciendo Jesús hoy no pudieron escuchar al que es la Palabra de Dios. ‘…quisieron
oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron’.
Con ellos estaba Jesús, Palabra viva de
Dios, que podían escuchar. Recordemos que cuando los apóstoles aun ya en el
momento de la cena le piden que les muestre al Padre, El les dice que ‘quien
me ha visto a mi ha visto al Padre’. Es la revelación de Dios, es el rostro
de Dios, es la muestra del amor de Dios que nos envió a su Hijo para que
creyendo en El tuviéramos vida para siempre.
Y la maravilla está en quienes son los
que pueden escuchar esa Palabra de Dios, pueden sentir como Dios se les revela
en su corazón. ¿A quienes ha escogido Jesús? ¿A sesudos maestros de la ley? ¿A
los sacerdotes del templo de Jerusalén? Son unos pobres pescadores, una gente
sencilla que vivía de sus ocupaciones y trabajos pero a los que Jesús llama y
se le revela. Quizás cuando nosotros quisiéramos escoger colaboradores para una
obra que quisiéramos emprender buscaríamos gentes de especiales cualidades,
gente ‘preparada’, gente de prestigio que luego puedan dar lustre a la obra que
queremos hacer porque sean personas de renombre. No es ese el camino de Jesús,
no se manifiestan así las obras de Dios buscando prestigios humanos sino
manifestando lo que es la Sabiduría del Espíritu.
Hoy escuchamos a Jesús dando gracias al
Padre porque ha revelado sus misterios no a los sabios y entendidos sino a los
pobres y a la gente sencilla. Recordemos que cuando Jesús nos trae las palabras
del profeta que anunciaban los tiempos mesiánicos de quienes habla son de los
pobres y de los que sufren, de los que nada tienen pero viven desprendidos, de
los que se sienten oprimidos, porque ‘los pobres serán evangelizados’,
nos dirá allá en la sinagoga de Nazaret. Y como dirá entonces esto se está
cumpliendo hoy, aunque quizás a los orgullosos y engreídos les cueste tanto
entender.
Es la actitud humilde que nosotros
hemos de tener para abrir nuestro corazón desde nuestra pobreza para llenarnos
de esa Sabiduría de Dios. Todavía nos sigue costando entender el evangelio y
aplicarlo de verdad a nuestras vidas porque quizás vamos con nuestras
sabidurías humanas a interpretarlo. Tenemos que despojarnos para poder
escucharlo, entenderlo y llegar a vivirlo. Nos sigue costando porque nos
rodeamos de tantas vanidades que se convierten como abismos inmensos que nos
impiden aprehender – y fijaos cómo pongo y el sentido que le doy a la palabra -
para nuestra vida ese mensaje de vida y liberación que es el evangelio.
Y sí, tenemos la suerte de poder
escuchar el evangelio. Es una dicha que no podemos cambiar por nada del mundo
porque con esa humildad nos llenaremos de la Sabiduría de Dios. ¿Nos sentiremos
nosotros dichosos por ello?