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jueves, 3 de abril de 2025

Credibilidad fundamentada en el testimonio de las obras que son signos del actuar de Dios en Jesús que será la credibilidad que podamos ofrecer de nuestro testimonio de fe

 

Credibilidad fundamentada en el testimonio de las obras que son signos del actuar de Dios en Jesús que será la credibilidad que podamos ofrecer de nuestro testimonio de fe

Éxodo 32, 7-14; Salmo 105;  Juan 5, 31-47

¿Nos creemos los unos a los otros? Las relaciones humanas están basadas en nuestra mutua credibilidad, es lo que decimos, pero es también lo que hacemos, no solo en grandes momentos o en situaciones extraordinarias, sino también en esas pequeñas cosas de cada día que nos pueden parecer detalles pero que son las que le van dan color a la vida y a lo que hacemos; pero también mutuamente en lo que pensamos y en lo que nos decimos unos de otros encontramos ese testimonio de credibilidad; que alguien hable bien de ti, que recuerde a los demás el valor de lo que haces aunque parezca que pase desapercibido es algo que apuntala esa mutua credibilidad que nos ofrecemos y facilitará la mutua aceptación y valoración que o tenemos o que nos damos, hará mejores nuestras relaciones entre unos y otros, y nos impulsará a ese colaborar juntos en proyectos comunes o en las metas que nos propongamos.

Ya sabemos, por otra parte, que siempre nos vamos a encontrar quien quiere sembrar la cizaña de la desconfianza, de poner en duda la credibilidad u honorabilidad de una personas cuando se obra desde el orgullo, la envidia y toda esa serie de actitudes negativas que vienen a envenenar el corazón  de los demás. Los partidismos en este sentido también hacen mucho daño, porque solo queremos ver lo que nos interesa o lo que nos favorece y no aceptaremos que alguien con más valores venga a empañar nuestros brillos; olvidan quizás que las personas con más valores humanos nunca van a actuar para quitar el brillo de los demás, sino que sabrán siempre aprovechar cualquier destello de luz por pequeño que sea para hacer más luminoso nuestro mundo.

En las palabras que escuchamos hoy en el evangelio se nos refleja ese rechazo que algunos sectores de la sociedad de su tiempo tienen contra la enseñanza y el actuar de Jesús. No llegan a entender el mensaje del Reino de Dios que Jesús les está anunciando y sienten que una transformación del mundo según esos valores del Reino de Dios va a poder significar para ellos como una perdida de poder o de influencia en aquella sociedad que de alguna manera están manipulando.

Se oponen a la palabra de Jesús, no quieren aceptar la credibilidad de las palabras y de los hechos que Jesús realiza, no ven las señales de que Dios está actuando en Jesús y no lo quieren reconocer como el enviado de Dios. Es una historia que se repite porque eso fue en la continuidad de los tiempos el rechazo que siempre tuvieron de los profetas en su momento presente, aunque con el paso del tiempo sintieran la verdad de lo anunciado por los profetas. Ningún profeta es bien mirado en su tierra, que dijera Jesús un día allá en su pueblo de Nazaret como un preanuncio de todo lo que a Jesús le iba a suceder.

Habla Jesús del testimonio de Juan el Bautista que fue su precursor, como habla Jesús por una parte del testimonio de la misma Escritura en lo anunciado por Moisés y los profetas, como del testimonio de sus obras que son signos de que El es el enviado del Padre, ‘y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no lo creéis’ nos dice Jesús.

A través de las obras que Jesús realiza se nos está ofreciendo el testimonio venido desde el cielo, convirtiéndose el Padre en el primer testigo de la obra de Jesús. ‘Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis. ¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios?’ Y aquí claro que nosotros podemos recordar aquella voz venida del cielo en lo alto del Tabor señalándolo como su Hijo amado al que debíamos escuchar.

Mantengamos viva nuestra fe de la que tenemos que dar testimonio con nuestra vida, con nuestras obras; será lo que también dará credibilidad a nuestra fe a través de nuestro compromiso de amor. Es el camino de crecimiento espiritual que hemos de ir haciendo en nuestra cuaresma como camino hacia la Pascua.

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