Vistas de página en total

1,365,377

lunes, 24 de marzo de 2025

No perdamos esa fuerza interior que nos da la propia palabra de Dios, guiados y fortalecidos por el Espíritu que nos pone en camino y anima nuestra vida aunque haya vientos en contra

 


No perdamos esa fuerza interior que nos da la propia palabra de Dios, guiados y fortalecidos por el Espíritu que nos pone en camino y anima nuestra vida aunque haya vientos en contra

2 Reyes 5, 1-15ª; Salmo 41; Lucas 4, 24-30

Cuando tenemos los vientos en contra nos paralizamos. No nos gusta el viento en contra, no nos gustan las tormentas. Ahora cuando nos anuncian una alerta por alguna tormenta que se acerca enseguida nos ponemos a buen recaudo evitando los peligros. Pero siempre ha habido tiempos malos y nos hemos visto obligados a afrontarlos para seguir viviendo.

Pero es una imagen de lo que es la vida. Quisiéramos que todo sea placidez, tranquilidad, que las cosas marchen bien siempre, que no nos encontremos obstáculos en el camino. Pero no es fácil. Nos encontramos fácilmente vientos en contra, porque las cosas no nos salen como nosotros queremos, porque nos encontramos con gente que piensa distinto y algunas veces por eso nos hacen la guerra, porque habrá quienes nos malinterpreten en lo que decimos o en lo que hacemos, porque tenemos nuestras debilidades y tropiezos y nos cuesta superarnos, porque muchas veces nos guiamos demasiado por nuestro amor propio y nuestro orgullo, porque esperamos reconocimientos y honores que no siempre nos dan o nos quitan los méritos. Muchas todo se nos hace pendiente, o nos cuesta subir, o nos resbalamos y deslizamos sin parar en la bajada. ¿Seremos capaces de seguir adelante a pesar de todo?

El evangelio de Jesús siempre es luz en nuestro camino. Y el anuncio del evangelio no fue fácil, ni para Jesús entonces, ni a sus seguidores a lo largo de los siglos. El evangelio que por supuesto siempre es una buena noticia, una buena noticia de algo nuevo que Jesús nos ofrece que nos obliga a confrontar nuestra vida; nuestra vida con nuestras rutinas, con nuestras costumbres envejecidas, con tantos apegos que se nos van acumulando en el corazón de los que tenemos que desprendernos, con nuestras apetencias y con nuestros orgullos que muchas veces crean una cerrazón en nuestra vida. Esa confrontación cuesta, porque si creemos en esa buena noticia que nos trae Jesús muchas cosas tendrán que cambiar en nuestra vida, algo nuevo tenemos que vivir, de muchas cosas, como decíamos, tenemos que desprendernos, y eso produce desgarro y crea una incomodidad en nuestra manera de ser y de vivir.

Hoy en el evangelio vemos que aunque en principio se llenaron de orgullo cuando Jesús en la sinagoga salió a hacer la lectura de la Palabra, porque era uno de ellos, alguien que habían conocido de niño, que allí estaban aun sus parientes, como hasta ellos habían llegado noticias de los signos que Jesús iba realizando por aquellos pueblos de Galilea, ahora están esperando milagros y cosas extraordinarias porque para eso era su pueblo. Pero ese no es el estilo de Jesús, ese no es el sentido del evangelio, no nos podemos apropiar de esa buena noticia para hacer de ella algo que favorezca nuestros intereses o nuestros orgullos. Como nos sucede a nosotros tantas veces que nos volvemos manipuladores siempre en dirección a nuestros intereses u orgullos personales; y somos capaces de manipular hasta la religión y hacer nuestras interpretaciones interesadas.

Jesús les recuerda que los profetas no fueron simplemente satisfaciendo los intereses de la gente, sino que su palabra o los signos que realizaban tenían un sentido y un valor superior. Mucha gente hambrienta había en Israel pero el profeta Elías a quien atendió fue a aquella viuda de Sarepta de Sidón, que no era judía; muchos leprosos había en Israel y a quien curó el profeta Eliseo fue a Naamán el sirio.

Y las gentes de Nazaret entendieron las palabras de Jesús pero por eso se rebelaron contra El y hasta querían arrojarlo por un barranco. No fue aceptado por sus gentes. Las tinieblas no quisieron dar paso a la luz. Pero Jesús se fue a otra parte porque su misión tenía que seguirse realizando.

Todo esto tiene que tener lectura para nuestra vida; con esos vientos en contra, como decíamos al principio; todo esto tiene que ver con nuestra fe y la manera de expresarla y de vivirla; todo tiene que ver con nuestro compromiso cristiano de ser luz en medio de nuestro mundo, aunque las tinieblas rechacen la luz. Tenemos que seguir siendo luz, tenemos que seguir dando nuestro testimonio, haciendo nuestro anuncio, sembrando semillas que transformen nuestro mundo aunque haya pedruscos y haya zarzales, aunque no siempre el terreno esté bien preparado o los pájaros se coman las semillas caídas en el camino.

No perdamos esa fuerza interior que nos da la propia palabra de Dios; sintámonos guiados y fortalecidos por el Espíritu que nos pone en camino y anima nuestra vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario