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martes, 25 de febrero de 2025

¿Llegaremos a entender lo que Jesús quiere trasmitirnos o también nos da miedo preguntarle porque eso nos puede comprometer más?

 


¿Llegaremos a entender lo que Jesús quiere trasmitirnos o también nos da miedo preguntarle porque eso nos puede comprometer más?

Eclesiástico 2, 1-11; Salmo 36; Marcos 9, 30-37

‘No seas pájaro de mal agüero’, le decimos al amigo que un día se nos pone muy serio y trascendente y comienza a hablarnos de cosas que nos pueden pasar, de que es necesario quizás cambiar algunas posturas y actitudes porque el camino que llevamos no está bien y nosotros queremos quitárnoslo de encima; no nos gusta que nos hable así, que quizás nos haga pensar, pero no queremos quizás mirarnos por dentro con sinceridad y preferimos pensar en otras cosas; si podemos sacamos lo que sea con tal de cambiar de conversación, son otros nuestros intereses o nuestras preocupaciones o ya tenemos bastante con lo de cada día para ponernos a pensar con nubarrones negros sobre el fututo.

Nos dice el evangelio hoy que mientras iban de camino Jesús quiso ponerse a hablar con sosiego con sus discípulos más cercanos, aquellos que un día había elegido como sus acompañantes, sus apóstoles, porque sería a los que confiaría la misión de seguir anunciando el Reino de Dios; trataba de no encontrarse con la gente, porque quería hablar con ellos a solas, querías instruirlos, prepararlos para los acontecimientos que un día habían de desarrollarse; pero los discípulos no estaban por la labor, no querían entender de lo que Jesús les hablaba pero además les daba miedo preguntarle, y se pusieron a hablar de otras cosas por el camino.

Jesús les había estado anunciando lo que había de suceder en Jerusalén donde el Hijo del hombre iba a ser entregado en manos de los gentiles e incluso le darían muerte, pero les anunciaba la resurrección. Pero ellos no entendían; si Jesús era en verdad el Mesías no podía sucederle nada de lo que les estaba ahora diciendo; si Jesús era el Mesías había que pensar en qué lugar quedaban ellos, qué lugar ocuparían en ese Reino nuevo que Jesús tanto anunciaba.

Jesús los dejó mientras los observaba; ya habría ocasión, y el momento llego cuando llegaron a casa. No podía dejar la cosa así, porque no terminaban de entender. Pero lo que hace Jesús es preguntarles de que era la conversación que se traían mientras venían de camino que se les veía muy animados; se sintieron cogidos, nadie quería responder porque habían estado discutiendo por los primeros puestos; y Jesús lo sabía. Jesús sí que tiene interés por lo que son las preocupaciones y los sueños que puedan tener los discípulos, pero quiere ayudarles a encontrar lo mejor.

Es el momento de que tengan claras las cosas de las que tantas veces les ha hablado. Cómo nos cuesta a nosotros también entender cuando tantas cosas se nos dicen y se nos repiten; cuántas veces hemos escuchado el evangelio, la buena noticia que Jesús quiere transmitirnos, pero seguimos con nuestros apegos, seguimos con nuestras interpretaciones, seguimos con nuestros tropiezos una y otra vez en lo mismo, seguimos sin dar el paso de búsqueda sincera, de compromiso serio, de ponernos a participar de verdad en lo que tiene que ser la vida de la Iglesia, seguimos con nuestros juicios y condenas, seguimos con nuestras apetencias y lo que le pedimos a Dios es que nos dé suerte en la vida, pero ponernos nosotros con la mano en el arado, lo dejamos para otro. Ahora mismo estamos juzgando a los apóstoles porque no entendían lo que Jesús les quería decir de su pasión y su muerte, pero no nos miramos a nosotros mismos que no queremos entender lo que tiene que ser la pascua para nosotros.

Y Jesús les habla de cómo en verdad han de ser importantes, cual es la actitud que hemos de tener, cuales son las posturas que tenemos que tomar; y les pone en medio un niño, signo del desinterés y quien no tiene malicia, la actitud del niño siempre acogedora que reparte cariño y que se deja querer, que está dispuesto a hacer lo que le pidamos y corre con alegría a nuestro lado porque se siente lleno de gozo cuando puede hacer algún servicio y se siente útil para los demás. Pero nos habla Jesús de cómo nosotros hemos de saber acoger a un niño, al que consideran pequeño y sin valor, a aquel que nos pueda parecer revulsivo por su presencia, por su origen, por las cosas que nosotros imaginamos que pudiera hacer; nuestra vida tiene que estar envuelta por el amor y eso nos lleva al servicio y nos lleva a la acogida, nos lleva a buscar lo bueno y a ponernos en servicio de quien lo pudiera menester.

¿Llegaremos a entender lo que Jesús quiere trasmitirnos o también nos da miedo preguntarle porque eso nos puede comprometer más? 

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