¿Llegaremos
a entender lo que Jesús quiere trasmitirnos o también nos da miedo preguntarle
porque eso nos puede comprometer más?
Eclesiástico 2, 1-11; Salmo 36; Marcos 9,
30-37
‘No seas pájaro de mal agüero’, le
decimos al amigo que un día se nos pone muy serio y trascendente y comienza a
hablarnos de cosas que nos pueden pasar, de que es necesario quizás cambiar
algunas posturas y actitudes porque el camino que llevamos no está bien y
nosotros queremos quitárnoslo de encima; no nos gusta que nos hable así, que
quizás nos haga pensar, pero no queremos quizás mirarnos por dentro con
sinceridad y preferimos pensar en otras cosas; si podemos sacamos lo que sea
con tal de cambiar de conversación, son otros nuestros intereses o nuestras
preocupaciones o ya tenemos bastante con lo de cada día para ponernos a pensar
con nubarrones negros sobre el fututo.
Nos dice el evangelio hoy que mientras
iban de camino Jesús quiso ponerse a hablar con sosiego con sus discípulos más
cercanos, aquellos que un día había elegido como sus acompañantes, sus
apóstoles, porque sería a los que confiaría la misión de seguir anunciando el
Reino de Dios; trataba de no encontrarse con la gente, porque quería hablar con
ellos a solas, querías instruirlos, prepararlos para los acontecimientos que un
día habían de desarrollarse; pero los discípulos no estaban por la labor, no
querían entender de lo que Jesús les hablaba pero además les daba miedo
preguntarle, y se pusieron a hablar de otras cosas por el camino.
Jesús les había estado anunciando lo
que había de suceder en Jerusalén donde el Hijo del hombre iba a ser entregado
en manos de los gentiles e incluso le darían muerte, pero les anunciaba la
resurrección. Pero ellos no entendían; si Jesús era en verdad el Mesías no
podía sucederle nada de lo que les estaba ahora diciendo; si Jesús era el
Mesías había que pensar en qué lugar quedaban ellos, qué lugar ocuparían en ese
Reino nuevo que Jesús tanto anunciaba.
Jesús los dejó mientras los observaba;
ya habría ocasión, y el momento llego cuando llegaron a casa. No podía dejar la
cosa así, porque no terminaban de entender. Pero lo que hace Jesús es
preguntarles de que era la conversación que se traían mientras venían de camino
que se les veía muy animados; se sintieron cogidos, nadie quería responder
porque habían estado discutiendo por los primeros puestos; y Jesús lo sabía.
Jesús sí que tiene interés por lo que son las preocupaciones y los sueños que
puedan tener los discípulos, pero quiere ayudarles a encontrar lo mejor.
Es el momento de que tengan claras las
cosas de las que tantas veces les ha hablado. Cómo nos cuesta a nosotros también
entender cuando tantas cosas se nos dicen y se nos repiten; cuántas veces hemos
escuchado el evangelio, la buena noticia que Jesús quiere transmitirnos, pero
seguimos con nuestros apegos, seguimos con nuestras interpretaciones, seguimos
con nuestros tropiezos una y otra vez en lo mismo, seguimos sin dar el paso de
búsqueda sincera, de compromiso serio, de ponernos a participar de verdad en lo
que tiene que ser la vida de la Iglesia, seguimos con nuestros juicios y
condenas, seguimos con nuestras apetencias y lo que le pedimos a Dios es que
nos dé suerte en la vida, pero ponernos nosotros con la mano en el arado, lo
dejamos para otro. Ahora mismo estamos juzgando a los apóstoles porque no
entendían lo que Jesús les quería decir de su pasión y su muerte, pero no nos
miramos a nosotros mismos que no queremos entender lo que tiene que ser la
pascua para nosotros.
Y Jesús les habla de cómo en verdad han
de ser importantes, cual es la actitud que hemos de tener, cuales son las
posturas que tenemos que tomar; y les pone en medio un niño, signo del desinterés
y quien no tiene malicia, la actitud del niño siempre acogedora que reparte
cariño y que se deja querer, que está dispuesto a hacer lo que le pidamos y
corre con alegría a nuestro lado porque se siente lleno de gozo cuando puede
hacer algún servicio y se siente útil para los demás. Pero nos habla Jesús de
cómo nosotros hemos de saber acoger a un niño, al que consideran pequeño y sin
valor, a aquel que nos pueda parecer revulsivo por su presencia, por su origen,
por las cosas que nosotros imaginamos que pudiera hacer; nuestra vida tiene que
estar envuelta por el amor y eso nos lleva al servicio y nos lleva a la
acogida, nos lleva a buscar lo bueno y a ponernos en servicio de quien lo
pudiera menester.
¿Llegaremos a entender lo que Jesús
quiere trasmitirnos o también nos da miedo preguntarle porque eso nos puede
comprometer más?
No hay comentarios:
Publicar un comentario