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viernes, 28 de febrero de 2025

Una auténtica madurez humana de la persona es el mejor caldo de cultivo para una amistad verdadera y un amor que nos lleve a una plenitud de vida

 


Una auténtica madurez humana de la persona es el mejor caldo de cultivo para una amistad verdadera y un amor que nos lleve a una plenitud de vida

Eclesiástico 6, 5-17; Salmo 118; Marcos 10, 1-12

Se dice que cada uno cuenta la película según el papel que le ha tocado en suerte desempeñar en ella. Influyen en nosotros circunstancias vividas, situaciones cercanas a nosotros, protagonismo que tengamos en los hechos y también los colores de los cristales con que miramos las cosas. ¿Ser objetivo? No siempre es fácil, pero tendríamos que acudir a unos principios, a unos valores que encuentran la vida y lo que en ella queremos realizar. Y algunas veces nos cuesta ver con claridad esos valores, esos principios, esos fundamentos de lo que hacemos o de lo que queremos vivir.

También queremos decir que hay cosas, hay temas de los que todos queremos opinar, tenemos o queremos tener una palabra que decir. Y necesitamos serenidad para poder llegar a una objetividad, que no siempre es fácil, según ese papel, como decíamos, que nos ha tocado en esas realidades de las que queremos hablar, de las que queremos opinar. Fácilmente podemos dar por universal algo que afecta solo a algunos, o en determinadas circunstancias, pero hay cosas que tenemos que salvaguardar aunque nos cueste.

Todos queremos opinar del amor y de la amistad. Todos lo vemos según la experiencia que vamos teniendo en esas realidades, y porque quizás en alguna ocasión hayamos podido tener una experiencia que no siempre ha sido buena o por cosas que vemos en nuestro entorno, comenzamos a dar nuestras opiniones. Y es un tema muy delicado, ni el amor ni la amistad es cualquier cosa, y a no todo quizás podemos llamar amor y amistad. Hay el peligro de que ambas experiencias nos las tomemos muy a la ligera, a cualquier impulso llamamos amor, cuando quizás está movido por intereses o simplemente por el impulso de la pasión. Creo que el amor y la amistad es un proceso en la vida en el que no podemos quemar etapas para a todo llamarlo amor y a todo llamarlo amistad.

Digo que es un proceso que necesita que vayamos desarrollando una madurez en la vida; y para que las cosas maduren hay que dar tiempo; no podemos querer tomar una fruta para alimentarnos de ella, sin que haya llegado su proceso de maduración; si la tomamos antes ni tendrá sabor, ni tendrán la efectividad alimenticia que pretendemos con ella, ni podremos soportarla. Y hoy andamos en la vida con esa rapidez de la informática que tocando una tecla parece que al instante ya lo tenemos todo a punto.

Nos cuesta madurar en la vida porque necesitamos centrarnos en lo que es verdaderamente importante, porque tenemos que aprender a afrontar las adversidades o contratiempos que encontremos, saber resolver los problemas que van surgiendo, querer aprender de lo mismo que vamos viviendo para ver toda la profundidad que ha de tener la vida, sacar lecciones incluso de nuestros errores, ahondar en lo más hondo de nosotros mismos para conocernos y ver de lo que somos capaces o lo que no podemos afrontar. Y eso exige una buena disposición por nuestra parte, y dejarnos enseñar, y esfuerzo para lograr esa superación que vamos necesitando cada día, y exige en consecuencia tiempo para poder lograr esa madurez de nuestra vida. Y esto nos falta muchas veces.

Tenemos que aprender a cultivar las relaciones verdaderamente humanas si queremos llegar a una bonita amistad, si queremos entender bien lo que es el amor. No podemos empezar la casa por el tejado, se nos decía siempre. Y conocemos a alguien y enseguida lo llamamos amistad, conocemos a alguien y algunas veces si haber labrado una verdadera amistad que exige mucha relación y conocimiento enseguida lo llamamos amor. ¿Hasta cuándo puede durar una amistad o un amor así?

Me estoy haciendo estas consideraciones desde lo que se nos plantea hoy en el evangelio. Es el tema que le plantean a Jesús sobre la estabilidad del matrimonio y la posibilidad de divorcio. Ya escuchamos en el texto evangélico la respuesta de Jesús. Quizás pueda parece que yo me he quedado meramente en el plano humano del amor y del matrimonio, comenzando por la amistad. Pero es que si no hay verdadera humanidad, si no estamos tratando de unos seres verdaderamente humanos desde una auténtica madurez, ¿cómo podemos hablar del matrimonio o de la amistad? Cuidemos las cosas que son verdaderamente importantes y no nos las tomemos con ligereza.

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