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viernes, 30 de agosto de 2024

No fuimos reponiendo en la alcuza de nuestra vida ese aceite que luego íbamos a necesitar y ahora quizás nos encontramos en un vacío

 


No fuimos reponiendo en la alcuza de nuestra vida ese aceite que luego íbamos a necesitar y ahora quizás nos encontramos en un vacío

1 Corintios 1, 17-25; Salmo 32; Mateo 25, 1-13

Ya tendremos tiempo, después de lo hacemos, ahora que estamos con esto aprovechemos que todo no va a ser andar preocupado, que tenemos que pasar un rato también. Más de una vez lo hemos dicho y hecho, dejamos las cosas para después, porque nos creemos que tenemos todo el tiempo del mundo para nosotros, porque decimos que tenemos que tomarnos las cosas con calma y no andar siempre agobiados; y dejamos a un lado responsabilidades, no hacemos aquello que se nos ha confiado en el momento que teníamos que hacerlo, nos creemos capaces de hacerlo luego de cualquier manera… Son tantas las cosas que vamos dejando para después, son tantos los ejemplos que podríamos poner de cosas importantes de la vida, pero también de esos pequeños detalles que realmente son los que van conformando la vida.

Algo así pensarían quizás algunas de aquellas doncellas que tenían que salir a recibir al novio de su amiga que venía para la boda y para lo que tendrían que tener preparadas las luces que iluminasen el camino. Era un engorro eso de tener que estar llevando más aceite de repuesto, porque si acaso se hiciera tarde. Total, luego vamos corriendo y compramos lo que necesitamos, o alguien habrá que nos lo facilite, nos lo preste. Pero su desidia se les puso en contra, porque ni encontraron quien les facilitara el aceite que no tenían, ni llegaron luego a tiempo porque en la tienda tardaron también en obtenerlo. Se quedaron fuera, aunque ellas fueran también amigas de la novia.

Es la parábola que nos está proponiendo Jesús y que tantas veces hemos reflexionado. Pero de nuevo tenemos que vernos en su espejo, porque ahí estamos bien retratados con nuestras desidias, nuestros abandonos, nuestro dejar las cosas para más tarde que ya tendremos tiempo. Jesús nos está queriendo hablar de valores del Reino de Dios que son bien importantes en nuestra vida; pensamos con la trascendencia que tenemos que darle a nuestra vida con mirada también de eternidad, pero tenemos que pensar en esas pequeñas cosas de cada día a las que tantas veces no le damos la importancia que tienen; nos habla de nuestras responsabilidades que no solo es pensar en las grandes tareas que en un momento se nos pueden confiar, pero tenemos que pensar en esos pequeños detalles que crean nuestra relación entre unos y otros y no siempre cuidamos lo suficiente.

Sí, son las tareas de cada día que tenemos que asumir con responsabilidad y eficiencia que son con las que vamos construyendo nuestra vida, fundamentándola de verdad, dándole unos buenos cimientos; tenemos que pensar que cada momento de nuestra vida es una riqueza primero que nada para nosotros, y tenemos que saber aprovecharlos, darles rendimiento que no solo son las ventajas económicas que podamos obtener con nuestro trabajo, sino que es la riqueza humana y espiritual que va adquiriendo nuestra vida; cuántas veces más tarde nos decimos, si yo hubiera sabido hubiera puesto más empeño en aquellos estudios, por ejemplo, que me tomé a la ligera, en aquellas cosas que dejé de aprender por no esforzarme; nuestra vida sería otra con toda seguridad.

Hablamos en lo humano y hablamos en lo espiritual; hablamos en lo que nos atañe a nosotros mismos, pero tenemos que hablar de nuestro entorno social del que tenemos que aprender pero también al que tenemos que aportar desde la riqueza espiritual de nuestra vida. No fuimos reponiendo en la alcuza de nuestra vida ese aceite que luego íbamos a necesitar y ahora quizás nos encontramos en un vacío.

Y tenemos que hablar, por supuesto, en el ámbito de nuestra fe y de nuestra vida cristiana que tan a la ligera de forma superficial nos la hemos tomado a lo largo de la vida. ¿Dónde está ahora el verdadero tesoro que tendríamos que tener guardado en el corazón? Mucho tendríamos que pensar y reflexionar en este aspecto donde de una vez por todas tenemos que despertar. Es la vigilancia de la que nos está hablando hoy Jesús, el cuidado de nuestra fe, la atención a los valores cristianos, el compromiso de nuestra vida, nuestra participación en la vida y en la misión de la Iglesia.

Despertemos. Y ayudemos también a los que están a nuestro lado a despertar para estar vigilantes.

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