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miércoles, 16 de julio de 2025

Seamos capaces de descalzarnos con humildad y sencillez para abrirnos al misterio de Dios que se nos revela y ponernos en camino a nueva misión

 


Seamos capaces de descalzarnos con humildad y sencillez para abrirnos al misterio de Dios que se nos revela y ponernos en camino a nueva misión

Éxodo 3,1-6.9-12; Salmo 102; Mateo 11,25-27

Salvo por los esnobismos en ropajes y atuendos que hoy están de modo en este mundo postmoderno, cosa que a los de nuestra generación, ya mayores, nos cuesta entender, el contemplar a alguien que se acerca a nosotros o camina en medio nuestro con los pies descalzos es algo que nos produce gran impresión; nos hablará quizás de pobreza y de humildad, nos puede hablar de un sentirse desasistidos pero también de un desprendimiento, nos puede hablar de quien pone los pies sobre la tierra para sentir todo lo que esa tierra nos puede transmitir en muchas sensaciones, nos puede hablar de unos pies fríos porque en la vida les puede estar faltando ese calor que emana del corazón para darnos una nueva vitalidad como nos puede hablar de un vacío existencial que buscamos donde llenar, nos puede hablar de un camino, incierto quizás, que pretendemos emprender no ya como una aventura sino como una misión que cumplir.

Quiero unir este pensamiento un tanto complejo que me ha surgido con lo que hoy se nos dice en la Palabra de Dios, tanto en la lectura del Éxodo, como luego en el evangelio. ‘Descálzate, porque la tierra que pisas es santa’, hemos escuchado que le dice Dios a Moisés que se ha acercado a aquella zarza ardiendo y que no se consumía, todo ello lleno de misterio. Moisés se sentía en la presencia de Dios y se descalza como Dios le pide; así con los pies descalzos, liberados de ataduras y con una nueva ligereza en nuestra vida, con disponibilidad total para dejarse conducir aunque hecho de una manera totalmente consciente, con humildad para sentir su pequeñez ante el misterio, con búsqueda de un sentido para todo aquello que está sucediendo y que cuesta comprender, con unas sensaciones nuevas dentro de sí pero con la generosidad de quien se ofrece y aceptar una misión nueva que le van a encomendar, con la curiosidad de los sencillos que buscan y que preguntan pero que al mismo tiempo son receptivos para emprender caminos nuevos que despiertan esperanzas. ¿Será lo que necesitamos para ponernos ante Dios? ¿Para descubrir y conocer todo el misterio de Dios que se nos revela?

Es la actitud nueva que nos está enseñando el evangelio hoy. Jesús da gracias al Padre por la misión que está realizando. ‘Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad’ había sido la postura de obediencia al Padre que Jesús había manifestado desde el primer instante de su presencia en medio de nosotros, como nos dice la carta a los Hebreos. Será lo que continuamente nos irá repitiendo porque ‘su alimento era hacer la voluntad del Padre’. Muchos textos en este sentido podríamos sacar del evangelio. Anunciando el Reino de Dios había ido recorriendo los caminos de Galilea y toda Palestina. ¿Quiénes eran los que primero le escuchaban y a quienes llegaba a lo hondo de sus corazones aquella esperanza que Jesús iba suscitando? Los pobres y los sencillos.

Hoy da gracias al Padre porque ha ido revelando todo este misterio no a los poderosos, sabios y entendidos – demasiado calzados en las botas del orgullo y la vanidad – sino a los sencillos de corazón, a los de pies descalzos, a los que en verdad se sentían vacíos de sí mismos y buscando llenar ese vacío en Dios, a aquellos que desde su pobreza son sin embargo los primeros que manifiestan su generosidad y desprendimiento, a los que están dispuestos a ponerse en camino aunque pocas sean las alforjas que puedan llevar, a los que un día incluso se encontrarán en el descampado escasos de pan pero que van a probar algo nuevo que da una nueva vida y que es lo que Jesús les ofrece.

¿Seremos nosotros capaces de descalzarnos para ponernos también en ese camino de búsqueda de Dios? ¿Tendremos esa humildad y sencillez de corazón para abrirlo con disponibilidad al misterio de Dios? ¿Tendremos ligereza en nuestros pies para ponernos en camino a una nueva misión, como Moisés que también recibió una nueva misión de Dios para su vida?

Contemplamos y celebramos en este día a María, la Madre del Señor, en su Advocación del Monte Carmelo o del Carmen, que nos ofrece en su escapulario el humilde delantal del servicio, porque de ahí parte el sentido de su escapulario como las vestiduras de los que se disponían a trabajar y a servir.


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