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miércoles, 12 de marzo de 2025

Señales y llamadas tenemos junto a nuestro camino de fe que pone Dios ante nosotros de las que no nos podemos desentender, ni andar tan distraídos que no las veamos

 

Señales y llamadas tenemos junto a nuestro camino de fe que pone Dios ante nosotros de las que no nos podemos desentender, ni andar tan distraídos que no las veamos

Jonás, 3, 1-10; Sal.50; Lucas, 11, 39-42

Nuestros caminos y carreteras están llenas de señales que nos indican las direcciones que hemos de tomar, las diferentes opciones que tenemos, pero también nos advierten de los peligros que podemos encontrar, los cuidados y precauciones que hemos de tener y lo que podemos hacer o no hacer en aquel camino. Pero hay ocasiones en que vamos tan absortos en nosotros mismos, en nuestras preocupaciones o nuestros sueños que nos pasamos de la señal; allí estaba, nos lo decía claramente, nos advertía del peligro o de la dirección que habíamos de tomar para llegar a nuestra meta, pero no fuimos capaces de verla; luego quizás nos quejamos, como sucede tantas veces, que si no estaba bien situada, si podía crearnos confusión y no se cuantas disculpas más que nos buscamos, pero la señal estaba allí y no la vimos.

Y no vamos a hablar de esos problemas de esas señales de carreteras o caminos, pero sí de la señal que hemos de saber descubrir en el camino de la vida; hay llamadas en nuestro interior que no queremos escuchar, suceden cosas a nuestro lado que pueden ser una buena lección para nosotros, palabras que escuchamos y a las que no atendemos o que decimos que no entendemos pero realmente no les prestamos atención, testimonios hermosos en personas de buena voluntad y de gran entrega que tendrían que ser un toque de atención y un estimulo para que nosotros comencemos también a hacer algo distinto. No vemos las señales o no escuchamos las llamadas pero estamos quizás un milagro, algo extraordinario por lo que sí saldríamos corriendo a buscarlo, aunque luego se nos quede en un fuego fatuo.

En el evangelio que hoy se nos ofrece contemplamos cómo Jesús se queja de aquella generación que no hacen sino pedir signos y señales para creer. Lo tienen delante y no quieren creer, no saben leer la señal. Se pasan de largo, podíamos decir con la imagen que antes empleábamos, y no saben descubrir quien está allí delante de ellos. Y le habla del signo de Jonás, o la reina del Sur que vino a conocer la sabiduría de Salomón, o la actitud de las gentes de Nínive que creyeron la palabra del profeta y se convirtieron. Aquí está en medio de ellos el Hijo del Hombre y no lo saben ver, la Sabiduría eterna de Dios que se manifiesta en la Palabra encarnada y no la escuchan aunque se admiran de que la Reina del Sur viniera a escuchar la sabiduría de Salomón.

Jonás es todo un signo que nos hace dirigir nuestra mirada a Jesús. Largo fue el recorrido, el camino de vida de Jonás para aceptar la misión que Dios le había confiado. Muchas cosas tuvieron que sucederle para que él cambiara de actitud y fuera fiel a su misión, que tendría los hermosos frutos de aquel pueblo que creyó en su palabra y se convirtió al Señor. Como una señal que viene a ser tipo del misterio de Jesús en su muerte y resurrección fue aquella zozobra del barco en medio de la tormenta y el ser devorado por el cetáceo que a los tres días lo devolvería vino a la tierra donde había de realizar su misión. Supo ver Jonás las señales que Dios puso en su camino.

Llegaremos a entender el recorrido que nosotros hemos de hacer también que es recorrido pascual, que es de muerte para la vida, de morir a nosotros mismos, nuestros miedos y cobardías como Jonás, nuestros pecados e infidelidades, nuestro tantas veces querer desengancharnos de nuestras responsabilidades o de las misiones que tenemos que desarrollar hasta llegar a comprender el verdadero sentido de nuestra vida que pasa por la entrega y por el amor. Atravesamos nosotros tormentosos mares de la vida, llenos de dudas y de flaquezas, zarandeados por mil cosas que nos atraen de aquí y de allá y que pretenden desviarnos del camino que hemos de recorrer, de la misión que tenemos que cumplir. Pero todo eso tenemos que hacerlo pascua, todo tenemos que transformarlo en vida, todo nos ha de llevar a un nuevo renacer, a resurrección.

Un camino maravilloso, así tiene que ser, que hemos de ir realizando en esta cuaresma guiados por la Palabra del Señor, Sabiduría de Dios, que transformará nuestra vida, que nos llevará a la Pascua, que dará sentido a la celebración de la Pascua de la muerte y resurrección del Señor. Señales y llamadas tenemos junto a nuestro camino de las que no nos podemos desentender, no podemos andar tan distraídos que no las veamos.

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