No
podemos andar con mediocridades en la vida porque señala nuestra pobreza, de
ninguna manera puede andar el que se dice discípulo de Jesús con medidas
mediocres cuando se trata de amor
Deuteronomio 26, 16-19; Salmo 118; Mateo 5,
43-48
El que anda con mediocridades en la
vida manifiesta la pobreza de su espíritu. Con esto es suficiente, nos decimos
muchas veces, para que dar más si con eso tiene para sus necesidades
elementales. Así andamos muchas veces con nuestras medidas; claro las medidas
con las que damos a los demás, porque bien distintas son las medidas que
queremos usar cuando se trata de nosotros recibir.
Bueno y no se trata solo de lo que
demos o de lo que recibamos, que esa mediocridad la damos también muchas veces
en nuestros trabajos lo mismo que en nuestras metas. Para qué voy a esforzarme
más sin ya con eso apruebo dice muchas veces el estudiante eludiendo el
esfuerzo, contentándose con lo fácil, habiendo perdido la ilusión de lo mejor y
quizás mañana nos damos cuenta si hubiéramos estudiado bien aquello, si nos
hubiéramos esforzado más en aquella materia que nos parecía menos importante, y
nos encontramos con lagunas en la vida, en la formación, en la preparación con
lo que luego no podemos responder a la altura que se nos pide.
Para qué esforzarnos, nos dijimos un
día y ahora nos damos cuenta de nuestras carencias. Ya estudié lo que era
necesario en mis tiempos de estudiante, ahora los libros, la actualización de
la vida lo dejamos aparte, y nos encontramos con tantos vacíos, pero aun, nos
encontramos con tanto vacío en nuestro espíritu. Es la peor pobreza, la de
nuestro espíritu.
La madurez de nuestra existencia nos
está pidiendo que demos un paso más, que vayamos más allá y más arriba, que no
nos quedemos en la mediocridad, que tengamos siempre deseos de crecer, que
lleguemos a ser capaces de dar lo mejor, lo más profundo de nosotros mismos.
Serán nuestras responsabilidades, será lo que podemos contribuir a hacer
nuestra sociedad mejor, serán las motivaciones hondas que tengamos en nuestro corazón,
será la medida de nuestro amor.
Es de lo que nos está hablando Jesús
hoy en el evangelio. Nos pone el listón del amor bien alto. Nos contentamos a
amar a los que nos aman, somos amigos de nuestros amigos, ayudamos al que a mi
me ayuda, hoy me toca a mi pero ya sabes que mañana te toca a ti. Seguramente
nos suenan estas palabras. Porque son las medidas que usamos habitualmente,
suele ser hasta donde pensamos que tiene que llegar la medida del amor.
Dar un paso más para ayudarle a aquel
que nunca ayuda a nadie, eso nos parece un heroísmo; ser capaces de ser amables
con aquellos que quizás pasan serios a nuestro lado y ni nos miran a la cara,
eso nos parece impensable; tener paciencia con aquel que siempre nos está
molestando y llegar incluso a ayudarle cuando le vemos muy apurado en su
necesidad, bueno, eso sería un milagro por nuestra parte que llegáramos a
hacerlo.
Nuestras mediocridades, encerrados en
nosotros mismos como si nosotros fuéramos los únicos y más valiosos del mundo.
Así vamos tantas veces arrastrándonos por la vida. Por eso nos cuesta tanto
entender el mensaje de Jesús. Porque cuando Jesús nos dice que también tenemos
que amar a nuestros enemigos y hasta rezar por los que nos han hecho mal o nos
han hecho daño, eso ya nos parece imposible y a eso no somos capaces de llegar.
Pues ese es el listón que nos está
poniendo Jesús. Porque si amamos a los que nos aman, ¿qué mérito tenemos? Eso
lo hace cualquiera. Si saludamos solo a los que nos saludan, como dice Jesús,
eso hasta los que no tienen fe lo hacen. En nosotros tiene que haber algo
especial cuando hemos recibido la buena nueva del evangelio diciéndonos todo lo
que nos ama Dios. ¿Nos podemos quedar encerrados en lo mismo?
Es tajante Jesús. Claro, El ha ido por
delante en ese amor. Lo ha hecho, así ha amado, así nos ama a nosotros que
aunque nos creemos que nos lo merecemos todo, bien que somos pecadores. Pues,
quien ha experimentado en su vida ese amor de Dios, no puede menos que amar y
amar con un amor semejante. Por eso tajantemente terminará diciéndonos Jesús
que tenemos que ser perfectos como nuestro Padre del cielo lo es, tenemos que
ser misericordiosos como lo ha sido Dios con nosotros.
¿No tenemos la muestra de lo que es ese
amor de Dios en Jesús que por nosotros se dio y llegó a morir en una cruz? Y no
hay amor mayor que el de quien da su vida por aquel a quien ama. Y Jesús
terminará diciéndonos en el evangelio que amemos con un amor como el suyo. Será
el mandamiento del amor.
¿Seremos capaces de intentar ponernos
en nuestro amor a esa altura? ¿Llegaremos de verdad a entender lo que es un
amor verdadero? Ya seguirá mostrándonos este camino de Cuaresma lo que tenemos
que entender por amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario