No
olvidemos lo que Jesús hoy nos anuncia, ese brote de la higuera que nos anuncia
la primavera, se acerca nuestra salvación y liberación
Apocalipsis 20, 1-4. 11 — 21, 2; Salmo 83;
Lucas 21, 29-33
Cuando llega la hora de los balances y de hacer inventarios no siempre las tenemos todas consigo porque casi de forma espontánea por más optimistas que seamos estamos con la mosca detrás de la oreja por si acaso los balances no cuadren o los inventarios nos den cargas negativas.
Con buena voluntad hemos intentado hacer el recorrido, cuando se
trata de esas cosas materiales o de nuestros negocios en la vida hemos querido
hacerlo de la forma más profesional posible, pero sabemos que somos frágiles,
que en momentos podemos cometer error, y más aun cuando en nuestra debilidad, a
pesar de todos los buenos deseos, sabemos que ha habido cosas en la vida que no
siempre han sido las correctas.
Hablamos de lo que es la vida en
general, hablamos de lo que en nuestra conciencia de cristianos sabemos siempre
que hemos de revisar, hablamos de ese enfrentarnos a nosotros mismos con
sinceridad aunque algunas veces incluso nos cueste ser sinceros con nosotros
mismos, lo estamos haciendo en este final del año litúrgico cuando desde la
Palabra de Dios se nos hace pensar en lo que ha de ser esa trascendencia de
nuestra vida que tiene que ir más allá de lo que tenemos enfrente de nuestras
narices. En estos momentos en las palabras de Jesús que nos trasmiten los
evangelios en estos días se nos habla de ese enfrentarnos al momento final de
nuestra vida y de nuestra historia.
Pero aunque andemos, como decíamos
antes, con la mosca detrás de la oreja, sobre todo cuando con sinceridad
miramos nuestra vida aunque nos cueste, las palabras de Jesús no quieren ser
para nosotros un peso que nos llene de agobios sino que serán siempre palabras
de esperanza y que nos despiertan a la vida.
Como hemos venido diciendo en estos
días las palabras de Jesús por los anuncios que nos hace parece que nos podrían
llenar de un cierto temor. ¿Destrucción de la ciudad de Jerusalén y del templo
como hemos visto en días pasados? ¿Final del mundo y de la historia con esas
descripciones de todas esas señales que nos pudieran hablar de destrucción?
¿Nos entrará una cierta congoja cuando vemos también situaciones catastróficas
que pueden suceder en distintos lugares del mundo como lo que hemos vivido en
estos días en España, los huracanes que asolan la región del Caribe, los
monzones de las regiones del sudeste asiático?
Pero, ¿qué nos estará queriendo decir
hoy Jesús en el evangelio? Nos emplea una imagen de vida, de resucitar a la
vida como lo es la primavera. Esas yemas que se van cargando en las ramas de la
higuera y de todos los árboles que han perdido sus hojas en el otoño y que parecen muertos en el duro invierno y que
son preanuncio de esos brotes con un nuevo y brillante verdor de una primavera
que se acerca nos están hablando de vida, de resurrección, de salvación.
La victoria no es la de la muerte que aparentemente todo lo arrasa, sino la de la vida que renace una y otra vez. Una imagen llena de riqueza y que tiene que alentar nuestra espiritualidad. Siempre estamos llamados a la vida, por eso siempre estará presente el amor y el perdón.
Aunque nos sintamos bajo el peso de nuestros errores y debilidades sintiéndonos
incluso como impotentes, sabemos que hay siempre un rayo de luz y de esperanza,
un nuevo brote lleno de vida puede surgir haciéndonos sentir llenos de nueva
vida. Es lo que hace el amor de Dios en nosotros, que nos transforma, que nos
arranca de tanta muerte en la que tantas veces nos hundimos para sentir esa
renovación que nos hace siempre hombres nuevos.
Nos cuesta muchas veces entenderlo.
Nuestras posturas y actitudes para con los demás no son siempre para levantar,
sino que parece que en nuestra maldad nos regodeamos en el hundimiento de los
que nos parece que hacen el mal con nuestra incomprensión, con nuestros juicios
y condenas, con nuestra no aceptación de aquellos que hayan podido cometer un
error. Es el espíritu del mundo que nos rodea tan lleno de revanchas, de
juicios y prejuicios condenatorios.
Cuidado que los cristianos nos
contagiemos y actuemos de la misma manera; muchas veces lo hacemos también
olvidando lo que nos habla Jesús de la comprensión y del perdón, pero olvidando
que también nosotros somos pecadores y nos gustaría que a pesar de todo nos
aceptaran y perdonaran. Si fuéramos más sinceros con nuestra realidad, con
nosotros mismos, otras serían las actitudes comprensivas que tuviéramos con los
demás.
No olvidemos lo que Jesús hoy nos
anuncia, ese brote de la higuera que nos anuncia la primavera, se acerca nuestra
salvación y liberación.
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