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sábado, 30 de noviembre de 2024

La fe nace del mensaje que se escucha, y la escucha viene a través de la palabra de Cristo… y nadie que crea en El quedará confundido

 


La fe nace del mensaje que se escucha, y la escucha viene a través de la palabra de Cristo… y nadie que crea en El quedará confundido

Romanos 10, 9-18; Salmo 18; Mateo 4, 18-22

Supongamos que queremos contarle a alguien algo que pensamos que es una buena noticia para esa persona, que podría beneficiarla mucho, que a nosotros también nos ha llenado de alegría y enseguida pensamos que teníamos que contárselo y en ese intento estamos, pero esa persona no quiere escuchar, porque nos dice que no le interesa, porque está entretenida en otras cosas por las que muestra mayor interés - ¡cuántas veces queremos hablar con alguien pero está entretenido con su móvil y no presta ni la más mínima atención a lo que le estamos diciendo! – seguramente que nos sentiríamos más, que esa persona una desagradecida, que no tiene interés por nada sino por sus entretenimientos. Claro que lo podríamos ver en sentido inverso, nos quieren hablar de algo que consideran importante, y nosotros tampoco le prestamos caso, seguimos entretenidos en nuestras cosas.

Nos parecen situaciones aberrantes, seguramente pensamos. Pero es mucho más frecuente de lo que queremos pensar. Y ya no se trata de esas noticias de cada día, que nos pueden llegar por los periódicos o por otros medios de comunicación. Estamos hablando entre creyentes, ¿cuál es la escucha y la atención que nosotros prestamos habitualmente a la buena noticia del Evangelio? La escuchamos, decimos, pero tendríamos que preguntarnos ¿cuántas veces cuando salimos de la Iglesia y de Misa al rato ya ni nos acordamos de lo que escuchamos en el evangelio que se nos proclamó en la celebración? ¿Dónde estábamos? ¿De qué o en qué estaba prendida nuestra mente y nuestra imaginación?

Hoy nos decía cosas hermosas el apóstol en su carta en la primera lectura de la celebración de este día de san Andrés. ‘Nadie que crea en él quedará confundido… pues todo el que invoque el nombre del Señor será salvo… ¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien!’ Pero a continuación nos dice: ‘Pero no todos han prestado oídos al Evangelio… la fe nace del mensaje que se escucha, y la escucha viene a través de la palabra de Cristo…’

¿Dónde está nuestra fe? ¿Escucharemos de verdad el mensaje que nos llega a través de la Palabra de Cristo? Es algo muy serio. Algo muy serio porque no siempre hemos tenido ese encuentro de fe con el Señor; no siempre nos hemos dejado sorprender por su llamada y por su amor; no siempre hemos querido vivir esa cercanía de la fe que se hace viva en nuestro corazón en ese encuentro con Jesús. Oímos y oímos, pero no escuchamos, no prestamos atención, no nos dejamos encontrar; buscamos quizás solo desde una curiosidad momentánea pero no llegamos al fondo de eso que buscamos y que en Jesús se nos ofrece.

Hoy estamos celebrando al apóstol san Andrés, hermano de Simón Pedro. Fue uno de aquellos que escucharon a Juan allá en la orilla del Jordán cuando señalaba el paso de Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Y con Juan, el Zebedeo se fue detrás de Jesús. ‘¿Qué buscáis?’ todos conocemos ese diálogo, querían ver donde vivía Jesús. Era algo más que la búsqueda de un lugar, era la búsqueda de una luz, de una vida, de una persona. Saber donde vivía era querer conocer a Jesús en lo más íntimo y profundo de su persona. ‘Venid y lo veréis’, les dice Jesús y se fueron con El.

Ya sabemos lo que paso porque a la mañana siguiente ya estaba contando a su hermano lo que habían encontrado, a quien habían encontrado, y se lo llevo a Jesús. Pero será más tarde, a la orilla del lago, cuando Jesús pase a su lado y les diga ‘venid conmigo que os hará pescadores de hombres’. Y ahora sí que lo dejaron todo y se fueron con Jesús. Escucharon y se encontraron con Jesús; escucharon y la fe nació en sus corazones; escucharon y se fiaron de Jesús y no se sintieron defraudados porque se encontraron con la salvación.

¿Tendríamos que revisar muchas cosas en nosotros quizás? ¿Serán otras las actitudes que tengamos ante la Palabra que se nos proclama? ¿Tendremos en verdad deseos de escuchar esa buena noticia que se nos quiere transmitir y que tantas veces hemos dejado de lado?

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