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miércoles, 21 de agosto de 2024

Como el artista se siente complacido en el arte que realiza, sintámonos así artistas y creadores con lo que hacemos, sea lo que sea, para la belleza de nuestro mundo

 


Como el artista se siente complacido en el arte que realiza, sintámonos así artistas y creadores con lo que hacemos, sea lo que sea, para la belleza de nuestro mundo

Ezequiel 34, 1-11; Salmo 22; Mateo 20, 1-16

Forma parte de la naturaleza del ser humano el ir plasmando su ser en la obra que realiza con sus manos, el trabajo; y cuando hablo de lo que realizamos con las manos no reduzco el concepto solamente a lo que pueda ser el trabajo manual, sino que estoy queriendo expresar lo que podríamos decir todo lo que sale del ser del hombre, del ser de la persona.

Trabajo es lo que realizamos manualmente pero es también todo lo que podríamos llamar lo brotado de su inteligencia y de su ingenio, de donde surge todo lo que es el pensamiento del ser humano, y en consecuencia podríamos decir la filosofía pero es también lo que de manera artística realiza, como puedan ser las artes plásticas pero también la belleza de pensamiento expresado en la poesía. En todo ello vamos dejando la impronta de nuestro ser, brotarán las iniciativas y la creatividad y con ello queremos dejar tras nosotros un mundo mejor y más bello.

El hombre o la persona ociosa que nunca tiene ganas de hacer nada diríamos que está cortándole las alas a su espíritu; esa falta de actividad y de creatividad anula algo importante de su ser con lo que ve mermado también su propio desarrollo personal. Es cierto que podemos necesitar algún periodo de inactividad pero como una recarga de baterías, una recarga de fuerzas para continuar produciendo esa plenitud de su vida. El ocioso no entenderá de plenitud ni de búsqueda de algo más y mejor, simplemente se deja arrastrar por la vida, es lo que decimos habitualmente lo que hacemos es vegetar, pero aun así haríamos un mal uso de la palabra, porque también los vegetales nos producen flores y nos dan frutos.

En cualquier estadio de la vida en que nos encontremos tenemos esa posibilidad de hacernos crecer a nosotros mismos con nuestro propio trabajo dándole un sentido y una plenitud a nuestra vida; y es que en cualquier estadio de nuestra vida tenemos que saber disfrutar de nuestro trabajo que nos dignifica y nos enriquece, y no hablo solo de unos beneficios materiales que podamos obtener como fruto de nuestros trabajos, sino de una riqueza espiritual que le da una nueva dignidad y grandeza a nuestra propia vida.

Hoy la parábola que nos ofrece el evangelio nos habla de aquel propietario que salió de mañana bien temprano a buscar trabajadores para su viña; y nos habla cómo en las distintas horas del día siguió saliendo en búsqueda de más operarios, de manera que casi a última hora de la tarde, cuando se encuentra a algunos que aun andan sin trabajo, les pregunta que cómo es que han estado ociosos todo el día. Algo les faltaba a aquellas personas, a los que, aunque parezca una hora tardía, envía también a su viña.

Muchas explicaciones y comentarios nos habremos hecho o se nos ha ofrecido en otras ocasiones sobre esta parábola. Quiero seguir por esta línea de pensamiento que hemos venido desarrollando; en cualquier hora de nuestra vida tendremos siempre la oportunidad de darle un desarrollo a nuestra vida.

Aunque tengamos siempre que obrar en justicia para que todo el mundo sea remunerado debidamente por lo que realiza para una vida con dignidad, no solo tenemos que pensar en esa remuneración material o económica, sino que cada uno tenemos que considerar la grandeza y la dignidad de lo que es nuestra trabajo, la riqueza y no solo en lo material que adquiere nuestra vida porque cuanto realizamos nos lleva a un crecimiento y a una plenitud de nuestro ser.

Así qué gozosos hemos de sentirnos en el desarrollo de nuestro trabajo, sea cual sea, porque siempre nos estará haciendo ver la dignidad de la persona. Disfrutemos de nuestro trabajo, sintámonos complacidos en la obra que sale de nuestras manos donde estamos plasmando, como decíamos, todo nuestro ser.

No lo miremos como una carga que no nos queda más remedio que soportar, sino como algo que sale de lo más profundo de nuestro ser; como el artista que se siente complacido en la obra de arte que realiza, sintámonos así artistas y creadores con lo que hacemos, sea lo que sea, porque estamos contribuyendo a la verdadera riqueza y belleza de nuestro mundo, que Dios ha puesto en nuestras manos para que continuemos la obra de la creación.

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