Aprendamos
del silencio de san José que es aprender de su fe para abrir nuestro corazón a
Dios y aún en medio de la oscuridad sentirlo siempre a nuestro lado
2Samuel 7, 4-5a. 12-14a. 16; Salmo 88;
Romanos 4, 13. 16-18. 22; Mateo 1, 16. 18-21
La fe ni es refugio conformista ni es
pasividad, la fe no siempre nos aclara las dudas e interrogantes a la primera
ni nos libera de tensiones en el espíritu para adormecernos en ante los
problemas; la fe es camino que se abre ante nosotros dando firmeza a nuestros
pasos, la fe nos da seguridad incluso cuando parece que hayamos perdido toda
esperanza y dando trascendencia a lo que hacemos o vivimos llena de sentido
nuestra vida; la fe es búsqueda pero también apertura del corazón para
encontrar respuestas. No siempre es fácil mantenernos en la fe que profesamos,
pero nos hace sentir que más allá de las soledades en que nos encontremos en la
vida hay un Dios que siempre está a nuestro lado caminando con nosotros.
Hoy miramos a un hombre íntegro y
maduro en su fe que a pesar de su silencio mucho tiene que enseñarnos y que es
para nosotros modelo de ese camino de silencio que tantas veces tendremos que
hacer en nuestra vida, sin aspavientos y sin llamar la atención pero con la
conciencia de una gran misión. Estamos celebrando a san José, el esposo de
María, el padre de Jesús porque esa fue la misión que se le confió sobre la
tierra.
Comencemos por observar su silencio. No
hay palabras de José en el evangelio. Sin embargo es mucho lo que nos está
hablando con su silencio. En silencio, y algunas veces pareciera que en
soledad, va afrontando los diferentes problemas que le van apareciendo en la
vida. No hace aspavientos con los problemas sino que en silencio va rumiándolos
en su corazón. Son oscuridades llenas de sueños, porque sueños tenemos todos en
la vida en nuestras aspiraciones y deseos. Pero en san José pareciera que todo
se va truncando porque ni entiende lo que pasa con María y de entrada encuentra
pocas respuestas; prefiere que todo se quede en silencio porque a nadie quiere
hacer daño. Pero no son los sueños de lo que El desee sino un nuevo sueño
venido del cielo el que hable a su corazón.
No se ha cerrado a la presencia ni a la
voz de Dios que ahora maravillosamente se le manifiesta. El misterio se le
revela pero es para él ponerse en camino; un camino en el que luego le irán
apareciendo nuevos tramos pero que El está dispuesto a asumir. Primero recoge a
María, su mujer, en su casa, aunque le cuesta entender el misterio, pero se fía
de la revelación de Dios. Era el designio de Dios que él obedece y que le
compromete.
El camino seguirá en dirección a Belén,
como posteriormente será el destierro en Egipto. Poco a poco parece que se va
diluyendo la figura de José, y aunque a El no se le ha anunciado una espada que
le atraviese el alma, como a María, tendrá el sufrimiento de los caminos en
silencio, como lo será el silencio de su vida en Nazaret. Alguien un día
mencionará que aquel nuevo profeta de Galilea es el hijo del carpintero, así
sin nombre y sin ningún otro reconocimiento. Grande fe el camino recorrido como
compromiso de su fe.
El también en silencio buscaba a Dios,
aunque pareciera que había perdido a Dios con la pérdida de Jesús; pudiera
parece que se pierden las esperanzas pero será constante en su búsqueda contra
toda esperanza, como un día buscaría al
niño perdido hasta encontrarlo en el templo en medio de los doctores. ‘¿No
sabías que tu padre y yo te andábamos buscando?’, no serán sus palabras
sino las de María pero que reflejan bien lo que la fe fue búsqueda también para
José.
¿Estaremos viendo nuestros recorridos
por la vida con sus oscuridades y con sus sueños, con nuestras esperanzas
perdidas en ocasiones y con nuestras dudas, con nuestros problemas y con
nuestros tormentos, con esos momentos de soledad y silencio cuando nos parece
que ni de la tierra ni del cielo nos llega ninguna señal, o cuando se abren
ante nosotros caminos inciertos en los que no sabemos qué calvario vamos a
encontrar?
Aprendamos del camino de José,
aprendamos de su fe que también va creciendo y madurando para encontrar esa
fortaleza del espíritu, no le hace cruzarse de brazos desde la pasividad ni ser
conformista esperando que otros le den soluciones, sino que tenemos que
aprender a ir poniéndonos en camino de búsqueda abriendo nuestro corazón para
sentir a Dios que siempre estará a nuestro lado.
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