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viernes, 27 de diciembre de 2024

Hacen falta testimonios de experiencias de fe, el mundo necesita testigos y eso tenemos que ser nosotros ante el mundo, lo que vimos y palpamos es lo que transmitimos

 


Hacen falta testimonios de experiencias de fe, el mundo necesita testigos y eso tenemos que ser nosotros ante el mundo, lo que vimos y palpamos es lo que transmitimos

1 Juan 1, 1-4; Salmo 96; Juan 20, 1a. 2-8

Yo viví con él… Están hablando de alguien al que todos creen conocer, cada uno manifiesta por qué lo aprecia, lo que conoce de él, quizás las cosas que haya hecho y no terminan de ensalzar sus valores y virtudes, cada uno desde su apreciación, pero llega alguien que dice ‘yo lo conozco, yo viví con él mucho tiempo…’ Ya nadie pudo decir nada nuevo, allí estaba quien lo conocía mejor, porque con él  había convivido.

Es lo que nos viene a decir hoy el evangelista al que estamos celebrando. Ya desde los primeros momentos junto con Andrés se había atrevido a acercarse a Jesús y le preguntaba ‘¿Dónde vives?’ y Jesús les había respondido ‘venid y lo veréis’ y se fueron con él aquella tarde; tan importante había sido aquel momento que siempre recordaría incluso la hora de ese encuentro y esa petición. ‘Serían como las cuatro de la tarde’.

Hoy nos dirá al principio de su carta que lo que han visto y oído, lo que han palpado con sus propias manos – y recordamos como estuvo recostado en el pecho de Jesús en la noche de la ultima cena – ahora no pueden callarlo, tienen que decírnoslo, tienen que trasmitirlo y de eso nos quieren dejar constancia. Está su evangelio, están sus cartas que nos hablan de Jesús, que nos trasmiten el mensaje de Jesús, que no solo es relatarnos hechos, sino algo más hondo porque nos trasmiten la vida misma.

Es el apóstol y evangelista que hoy estamos celebrando aquí en estas fechas tan cercanas al nacimiento de Jesús, dentro de la octava de la Navidad. Aquel discípulo, como nos narra hoy el evangelio, que entrando al sepulcro vacío, viendo las vendas por el suelo y el sudario enrollado por otro lado, nos dice ‘vió y creyó’.

¡Qué importante esta experiencia! Nos habla de lo que vio, lo que experimentó, lo que palpó y ya tenemos que decir que no solo con las manos sino con su corazón, y desde ahí nos está hablando, desde ahí  nos está haciendo conocer a Jesús, desde ahí nos trasmite la buena noticia, el evangelio de nuestra salvación.

Pero qué importante lo que nosotros experimentemos, lo que nosotros vivamos, porque el testimonio que tenemos que dar no pueden ser solo palabras, no puede ser solamente desde cosas aprendidas o que hayamos recibido de los demás, aunque eso también sea importante; es lo que nosotros hemos de vivir, es esa experiencia de fe que nosotros tengamos, es lo que ha ido alimentando nuestra vida y nos ha hecho llegar a donde estamos, a ser lo que somos, a la vivencia que hay en nosotros.

Somos testigos que no solo tenemos que decir lo que otros nos han transmitido, sino lo que hemos hecho experiencia de nuestra vida. Y todos tenemos un camino recorrido, todos tenemos una experiencia de vida que parece que algunas veces se nos queda obnubilada con el paso del tiempo, hay muchas experiencias pasadas a las que tenemos que saber dar importancia, porque han sido los pasos que hemos dado; nunca son pequeños ni insignificantes, siempre tienen su importancia.

Es bueno que recordemos, es bueno que revivamos y reavivemos, es bueno que volvamos a caldear nuestro espíritu, para que nuestra fe no se enfríe ni se debilite, para que entonces nuestro testimonio sea más creíble, para que nosotros con el calor de la fe que vivimos caldeemos también el corazón de los demás y despertemos su, les ayudemos a que también tengan esa experiencia de fe. Así haremos camino de Iglesia, así podremos seguir haciendo ese anuncio, así podrá crecer el numero de los que creen en Jesús.

Hacen falta esos testimonios. El mundo necesita testigos y eso tenemos que ser nosotros ante el mundo.

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