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miércoles, 1 de octubre de 2025

No basta solo buena voluntad si no nos desprendemos de apegos y añoranzas a cosas pasadas, seguir a Jesús es ponernos en camino abiertos a unos valores nuevos

 


No basta solo buena voluntad si no nos desprendemos de apegos y añoranzas a cosas pasadas, seguir a Jesús es ponernos en camino abiertos a unos valores nuevos

Nehemías 2,1-8; Salmo 136; Lucas 9,57-62

No basta solo la buena voluntad. Es necesario algo más, aparte de un realismo que nos haga ver cosas concretas y cuales son las exigencias, por otra parte hace falta una disponibilidad generosa para dejarnos conducir y para abrirnos a todas las posibilidades. Ese realismo es conocernos a nosotros mismos, con nuestras cualidades y posibilidades, con los valores que podemos y hemos de desarrollar pero también con nuestras carencias, nuestras deficiencias acompañadas de una fuerza de voluntad para superarlas y que nos de continuidad y permanencia a aquello que emprendemos, es necesario constancias para no cansarse y volvernos pronto atrás y tirar la toalla porque creemos tarde que no somos capaces.

Esto podemos decir es en todos los ámbitos de la vida, es lo que nos hace maduros, lo que va a marcar nuestra personalidad, lo que nos hará conseguir altas metas, lo que nos arrancará de la mediocridad. Es la tarea personal de nuestro propio crecimiento y maduración como personas, son nuestros trabajos y cuanto emprendemos, es la vida de nuestra familia en la que tenemos que ser incluso creativos para buscar siempre lo mejor y no arriesgarnos a lo que salga, es en cuanto nos podamos comprometer en el ámbito de nuestra sociedad de la que no nos podemos sentir ajenos nunca.

De eso nos está hablando Jesús, que aunque de forma concreta se está refiriendo a lo que significa su seguimiento y nuestra vocación cristiana, me gusta también aterrizar en todo lo que es el ámbito de nuestra vida humana, porque cualquier palabra del evangelio siempre es luz para toda nuestra vida; desde el evangelio precisamente nos sentimos impulsados a vivir con toda intensidad la responsabilidad de nuestra vida allí donde estemos, allí donde nos desarrollemos como personas, allí donde estamos realizando nuestras tareas humanas. Por eso trato de siempre de hacer una lectura de la vida, de cuanto no sucede, porque ahí siempre tenemos dejar el matiz de nuestro sentido cristiano.

El episodio de hoy del evangelio nos habla de quienes entusiasmados quieren seguir a Jesús, o de aquellos a los que Jesús invita a un seguimiento especial donde tenemos que saberlo vivir con un desprendimiento y una generosidad especial, pero también con realismo.

Nos habla primero de aquel que entusiasmado dice que quiere seguir a Jesús a donde quiera que vaya, o sea, cualquier cosa que le pida Jesús. Pero Jesús lo hace detenerse a pensar, a calibrar bien lo que significa seguir a Jesús, a lo que son las exigencias de vida que se le presentan. No es el fervorín de un momento, como tantas veces sucede y luego vemos que aquella llamarada tan ostentosa pronto se afloja y apaga. La decisión del seguimiento de Jesús no parte solo de una buena voluntad que nosotros tengamos, sino también de una llamada que escuchamos en lo hondo de nosotros mismos.

¿Hasta dónde somos capaces de seguirle? ¿Qué estamos dispuestos a dar o a hacer? Jesús le habla a aquel buen hombre tan entusiasmado por seguirle que las fieras del campo tienen sus madrigueras y las aves del cielo sus nidos, pero ‘el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza’. ¿Seremos capaces de una disponibilidad así? Jesús no tenía casa, porque incluso cuando va a su pueblo es rechazado y lo quieren tirar barranco abajo; si vida es itinerante de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad, lo veremos más o menos establecido en Cafarnaún pero parece ser la casa de Pedro su centro de referencia; cuando va a Jerusalén estará pidiendo a alguien que le preste una sala para celebrar la pascua con los discípulos. ¿Seremos capaces de ponernos así en camino?

A otro a quien invita Jesús a seguirle y que le pida que le permita primero ir a enterrar a su padre, le dirá tajantemente que deje que los muertos entierren a sus muertos, que el camino que El le ofrece es un camino de vida; mientras que al que le pide que primero quiere ir a despedirse de su familia le dirá que no hay que volver la mirada atrás con añoranzas de tiempos pasados, sino que quien se pone en camino siempre ha de mirar hacia delante. No quiere Jesús que rompamos nuestros vínculos familiares, pero sí que no nos creemos ataduras; ponerse en camino, y ya nos dirá en otra ocasión que sin alforjas, porque no dependemos de las cosas, la fuerza está en el mismo camino que hacemos y en la Palabra que pronunciamos, porque la fuerza nos viene del Señor, para El toda nuestra disponibilidad.

¿Es el camino que hacemos en nuestra vida cristiana? ¿Habremos entendido bien lo que significa seguir a Jesús? ¿Nos dejaremos envolver por sus valores o estaremos con nuestro corazón desgarrado porque siempre estamos aspirando a las cosas que dejamos atrás?

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