No
basta solo buena voluntad si no nos desprendemos de apegos y añoranzas a cosas
pasadas, seguir a Jesús es ponernos en camino abiertos a unos valores nuevos
Nehemías 2,1-8; Salmo 136; Lucas 9,57-62
No basta
solo la buena voluntad. Es necesario algo más, aparte de un realismo que nos
haga ver cosas concretas y cuales son las exigencias, por otra parte hace falta
una disponibilidad generosa para dejarnos conducir y para abrirnos a todas las
posibilidades. Ese realismo es conocernos a nosotros mismos, con nuestras
cualidades y posibilidades, con los valores que podemos y hemos de desarrollar
pero también con nuestras carencias, nuestras deficiencias acompañadas de una
fuerza de voluntad para superarlas y que nos de continuidad y permanencia a
aquello que emprendemos, es necesario constancias para no cansarse y volvernos
pronto atrás y tirar la toalla porque creemos tarde que no somos capaces.
Esto
podemos decir es en todos los ámbitos de la vida, es lo que nos hace maduros,
lo que va a marcar nuestra personalidad, lo que nos hará conseguir altas metas,
lo que nos arrancará de la mediocridad. Es la tarea personal de nuestro propio
crecimiento y maduración como personas, son nuestros trabajos y cuanto
emprendemos, es la vida de nuestra familia en la que tenemos que ser incluso
creativos para buscar siempre lo mejor y no arriesgarnos a lo que salga, es en
cuanto nos podamos comprometer en el ámbito de nuestra sociedad de la que no
nos podemos sentir ajenos nunca.
De eso nos
está hablando Jesús, que aunque de forma concreta se está refiriendo a lo que
significa su seguimiento y nuestra vocación cristiana, me gusta también
aterrizar en todo lo que es el ámbito de nuestra vida humana, porque cualquier
palabra del evangelio siempre es luz para toda nuestra vida; desde el evangelio
precisamente nos sentimos impulsados a vivir con toda intensidad la
responsabilidad de nuestra vida allí donde estemos, allí donde nos
desarrollemos como personas, allí donde estamos realizando nuestras tareas
humanas. Por eso trato de siempre de hacer una lectura de la vida, de cuanto no
sucede, porque ahí siempre tenemos dejar el matiz de nuestro sentido cristiano.
El episodio
de hoy del evangelio nos habla de quienes entusiasmados quieren seguir a Jesús,
o de aquellos a los que Jesús invita a un seguimiento especial donde tenemos
que saberlo vivir con un desprendimiento y una generosidad especial, pero también
con realismo.
Nos habla
primero de aquel que entusiasmado dice que quiere seguir a Jesús a donde quiera
que vaya, o sea, cualquier cosa que le pida Jesús. Pero Jesús lo hace detenerse
a pensar, a calibrar bien lo que significa seguir a Jesús, a lo que son las
exigencias de vida que se le presentan. No es el fervorín de un momento, como
tantas veces sucede y luego vemos que aquella llamarada tan ostentosa pronto se
afloja y apaga. La decisión del seguimiento de Jesús no parte solo de una buena
voluntad que nosotros tengamos, sino también de una llamada que escuchamos en
lo hondo de nosotros mismos.
¿Hasta
dónde somos capaces de seguirle? ¿Qué estamos dispuestos a dar o a hacer? Jesús
le habla a aquel buen hombre tan entusiasmado por seguirle que las fieras del
campo tienen sus madrigueras y las aves del cielo sus nidos, pero ‘el Hijo
del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza’. ¿Seremos capaces de una
disponibilidad así? Jesús no tenía casa, porque incluso cuando va a su pueblo
es rechazado y lo quieren tirar barranco abajo; si vida es itinerante de pueblo
en pueblo y de ciudad en ciudad, lo veremos más o menos establecido en
Cafarnaún pero parece ser la casa de Pedro su centro de referencia; cuando va a
Jerusalén estará pidiendo a alguien que le preste una sala para celebrar la
pascua con los discípulos. ¿Seremos capaces de ponernos así en camino?
A otro a
quien invita Jesús a seguirle y que le pida que le permita primero ir a
enterrar a su padre, le dirá tajantemente que deje que los muertos entierren
a sus muertos, que el camino que El le ofrece es un camino de vida;
mientras que al que le pide que primero quiere ir a despedirse de su familia le
dirá que no hay que volver la mirada atrás con añoranzas de tiempos
pasados, sino que quien se pone en camino siempre ha de mirar hacia delante. No
quiere Jesús que rompamos nuestros vínculos familiares, pero sí que no nos
creemos ataduras; ponerse en camino, y ya nos dirá en otra ocasión que sin
alforjas, porque no dependemos de las cosas, la fuerza está en el mismo camino
que hacemos y en la Palabra que pronunciamos, porque la fuerza nos viene del
Señor, para El toda nuestra disponibilidad.
¿Es el
camino que hacemos en nuestra vida cristiana? ¿Habremos entendido bien lo que
significa seguir a Jesús? ¿Nos dejaremos envolver por sus valores o estaremos
con nuestro corazón desgarrado porque siempre estamos aspirando a las cosas que
dejamos atrás?
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