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domingo, 19 de enero de 2025

A esta fiesta le falta algo, anda, pon un vaso de vino… nos está faltando a los cristianos beber el vino nuevo del evangelio para contagiar la alegría de nuestra fe

 


A esta fiesta le falta algo, anda, pon un vaso de vino… nos está faltando a los cristianos beber el vino nuevo del evangelio para contagiar la alegría de nuestra fe

Isaías 62, 1-5; Salmo 95; 1Corintios 12,4-11; Juan 2, 1-11

A esta fiesta le falta algo, anda, pon un vaso de vino… algo así, expresado de una forma muy espontánea aunque nos parezca lenguaje de cantina o de bodega, nos habrá sucedido más de una vez; estamos de fiesta pero no hay alegría, la cosa parece que está muerta, no hay entusiasmo, y como decimos en esas situaciones de la vida, anda pon un vaso de vino a ver si viene la alegría.

Entendemos que no es el vaso de vino el que da la alegría, sino que eso tiene que nacer de algo más hondo que lleve la persona en sí, pero somos las personas y parece que en muchas ocasiones es la sociedad; no sé si andamos cansados, ya todos venimos de vuelta de la vida aburridos quizás de ver que las cosas no marchan como nosotros quisiéramos, no sé si nos sentimos medio fracasados en nuestros intentos, pero parece muchas veces que vamos arrastrándonos por la vida, nos falta entusiasmo, nos falta ilusión, parece que ya no somos capaces de soñar, en una palabra, nos falta saborear la alegría de la vida; pero hay que encontrarla.

Sucede en muchos aspectos de la sociedad y así nos encontramos pueblos aburridos que están como muertos, instituciones u organizaciones sociales que han perdido la iniciativa y la creatividad, comunidades que se van envejeciendo y no solo porque parece que solo quedamos los mayores sino porque incluso a los jóvenes les falta ese impulso verdaderamente juvenil que ponga vida allí donde están o fácilmente dan un paso atrás o a un lado y se van por otra parte. ¿Nos estará sucediendo así también en la Iglesia, en nuestras comunidades eclesiales? Algo de eso se vislumbra también que sucede. ¿Cómo andan nuestras parroquias? Cada uno que analice allí donde está. A mi me preocupa. Parece que también tenemos que decir como en el evangelio hoy ‘no tienen vino’ y la fiesta se acaba.

Es lo que nos relata el evangelio hoy en este domingo ya del tiempo ordinario, una vez acabada la navidad. Casi  esta celebración de hoy es como una continuación de la fiesta de la Epifanía que hemos venido celebrando, porque también con este evangelio también hay una epifanía, una manifestación o presentación de Jesús a su pueblo en este primer signo del evangelio de san Juan. Y creo que tiene que ser una fuerte epifanía que venga a decirnos Jesús, a través de las palabras de María, ‘no tienen vino’.

La fiesta podía ser un fracaso y sería una vergüenza enorme para los novios, no haber tenido las necesarias previsiones para tener vino abundante para la fiesta, sabido es que esas fiestas solían además durar varios días. Nos da el detalle el evangelista de que Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la fiesta, y allí está también la madre de Jesús. Es significativo además y por lo que tendríamos que hacernos muchos interrogantes para nuestra forma de vivir como cristianos que esa primera aparición publica de Jesús en el evangelio de Juan en el comienzo de su predicación sea precisamente en algo tan humano como la fiesta de una boda. Es el Emmanuel, el Dios que viene a estar con nosotros, y se hace presente allí donde está la vida del hombre. Lo contemplaremos a lo largo del evangelio allí donde está el sufrimiento y el dolor, irá a la casa de Jairo, el jefe de la sinagoga o querrá ir a la casa del centurión a pesar de ser un pagano, se detendrá junto al ciego en las calles de Jerusalén o bajará hasta Betesda en el ultimo rincón donde hay un paralítico al que nadie ayuda, se detendrá junto al camino dejándose encontrar por el leproso o llamará al ciego que grita a su paso, se detendrá ante la higuera porque sabe que allí está alguien que quiere verlo, Zaqueo, o se dejará tocar ya sea por la mujer pecadora o por la hemorroísa que quiere al menos tocar el borde de su manto, se detiene junto a la orilla del lago subiéndose a la barca para hablar desde allí a la multitud, o irá a comer a casa de Simón, aunque sabe que es fariseo. Es el Dios que viene a estar con nosotros porque quiere darnos vida.

Hoy nos está diciendo a través del texto del evangelio de las bodas de Caná, que ya no nos vale el vino que tenemos o que está aguado y necesitamos no solo unos odres nuevos sino sobre todo un vino nuevo que es el que El quiere ofrecernos. No terminamos de aceptar ese vino nuevo del evangelio y por eso seguimos con nuestros cansancios, nuestro aburrimiento, nuestra falta de ilusión y esperanza, y con esa alegría enferma si acaso no muerta. ¿Nos estaremos muriendo de tristeza los cristianos? ¿Dónde estamos cantando con la vida de verdad esa alegría de la fe? ¿Qué es lo que está pasando en nuestras comunidades? ¿Qué pasa con nuestras celebraciones que siguen siendo aburridas y con falta de alegría y de ese entusiasmo que tendríamos que tener desde nuestra fe?

Tenemos que dejar que Jesús transforme el agua de las vasijas de nuestra vida en ese vino nuevo que solo en Jesús podemos encontrar. Es el vino nuevo que necesitamos para que recobremos esa alegría y entusiasmo de nuestra fe. Pero no olvidemos que tenemos que comenzar por ser nosotros vasijas nuevas, odres nuevos, porque en hombre viejo no podemos poner esa vida nueva, se derramará y se perderá el vino, y eso es lo que nos está pasando.

Vivamos y cantemos esa alegría de nuestra fe y conquistaremos el mundo. No necesita nuestro mundo contagio de tristezas y pesimismos, sino contagios de alegría y de vida nueva.

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