¿Dónde
está nuestra esperanza de que en verdad podemos hacer algo nuevo para nuestra
vida, para nuestro mundo, para nuestra sociedad?
Isaías 29, 17-24; Salmo 26; Mateo 9, 27-31
¿Será posible? Una pregunta que nos
hacemos, muchas veces echando una mirada atrás, o viendo la realidad que
vivimos, o una pregunta que podríamos llamar de futuro, una pregunta que
encierra de alguna manera una esperanza de que sea posible algo mejor.
¿Por qué me suceden a mí estas cosas?
¿Qué he hecho? ¿Será posible que yo sea el único castigado? Preguntas así que nos
hacemos cuando nos vemos envueltos en problemas, cuando las cosas no obtienen
el resultado que esperábamos, cuando nos llega la enfermedad, un accidente,
alguna cosa desagradable en la vida que de alguna manera nos desestabiliza. ¿Nos
hundimos a veces parece que estamos en el borde y no sabemos qué hacer o a
quien acudir? Unas preguntas del pasado y del presente, que podríamos llamar.
Pero también nos preguntamos sobre la
posibilidad de algo mejor, de un futuro mejor. ¿Será posible que un día
salgamos de esta situación? ¿Podremos encontrar un día una vida mejor? Y
pensamos en nuestra vida personal con nuestros sueños, con nuestros deseos, con
nuestros planes y proyectos, como al mismo tiempo miramos en derredor nuestro,
nuestro mundo y nuestra sociedad con sus problemas, ¿será posible que un día
podamos tener, podamos hacer un mundo mejor? Son las esperanzas que nunca nos
deberían faltar y que nos dar fuerza, que nos hacen caminar con empuje y buen
ánimo.
En este camino de adviento que estamos
haciendo que tiene que ser siempre un camino de esperanza hoy se nos ofrece un
texto del evangelio con mucho significado. Nos habla de un signo realizado por
Jesús. ‘Dos ciegos seguían a Jesús gritando: ‘Ten compasión de nosotros,
hijo de David’.
Muchas preguntas también se habrían
hecho muchas veces dada su situación y el sentido que para ellos tenía el
sufrimiento, el dolor, en este caso la ceguera, como un castigo, como una
consecuencia de un pecado. Lo vemos reflejado muchas veces en los relatos del
evangelio. ¿Qué hacer? ¿Resignación? ¿Vivir su pobreza y todas sus carencias
dependiendo de las limosnas que en el camino pudieran ofrecerles? Una vida
muchas veces de mucha pasividad y dependencia, porque su ceguera les impedía
hacer una vida normal. ¿No entraremos nosotros en esa área de conformismo y
pasividad cuando no vemos soluciones, nos cegamos con los mismos problemas?
Aquellos hombres vieron una tabla de salvación
con el paso de Jesús. Tendrían ya conocimiento de los signos que Jesús
realizaba. Podían recordar lo anunciado por los profetas, como es el texto que
hoy también se nos propone, y como decían que si aquel profeta de Galilea podía
ser el Mesías, ¿por qué no acudir a El pidiendo su compasión? Creían en verdad
que era posible algo nuevo y distinto, que podrían recobrar la vista; por eso
acuden a Jesús.
‘¿Creéis que puedo hacerlo?’ les pregunta Jesús cuando finalmente al llegar a casa
pueden acercarse a El. Están convencidos que sí. ‘Y entonces Jesús les tocó
los ojos, diciendo: Que os suceda conforme a vuestra fe. Y se les abrieron los
ojos’.
¿Estaremos convencidos también nosotros
que sí? Nos lo preguntamos ante esta navidad que se acerca, nos lo preguntamos
desde esa situación personal que cada uno vivimos con nuestras historias y con
nuestros problemas, con las rémoras que aun llevamos en el camino pasado de la
vida y con nuestros sueños y expectativas; nos lo preguntamos desde esa
situación que vive nuestro mundo, con todo lo que está sucediendo en nuestro
mundo; nos lo preguntamos desde la situación concreta de esa sociedad en la que
vivimos donde seguimos contemplando tantas cosas que no entendemos, donde
contemplamos tantas rupturas en la propia sociedad, donde contemplamos la
acritud con que vivimos la vida social y política… son tantas cosas.
¿Dónde está nuestra esperanza de que en
verdad podemos hacer algo nuevo para nuestra vida, para nuestro mundo, para
nuestra sociedad? Lo que vamos a vivir en la navidad, ¿cómo nos va a afectar
personalmente en nuestro mundo interior? ¿Afrontaremos de una manera nueva toda
esa problemática que vivimos personalmente o que vivimos en nuestra familia? ¿Cómo
va a ser una nueva luz para nuestra Iglesia? ¿Cómo nos sentiremos impulsados a
hacer algo por mejorar nuestra sociedad?
¿Nos quedaremos conformistas y pasivos
porque pensamos que nada podemos hacer, nada podemos cambiar? ¿Dónde está
nuestra esperanza, una esperanza comprometida?
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