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martes, 31 de diciembre de 2024

El verdadero creyente tiene que hacer navidad cada día, porque cada día se ve envuelto por la presencia de Dios que llena de su luz su vida y su mundo

 


El verdadero creyente tiene que hacer navidad cada día, porque cada día se ve envuelto por la presencia de Dios que llena de su luz su vida y su mundo

1Juan 2, 18-21; Salmo 95; Juan 1, 1-18

 ‘En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios…’ Estamos escuchando el principio del evangelio,  el primer anuncio, en esta semana de la octava de la navidad que estamos culminando pero en las circunstancias sociales que vive nuestra sociedad en el final del calendario del año y comienzos de un año nuevo. Podemos encontrarle un sentido y puede ser una luz también ese camino que cada día vamos realizando.

Este anuncio de evangelio de luz que quiere brillar en las tinieblas pero que no siempre las tinieblas no se dejan eliminar por esa luz; nos habla de su venida hasta nosotros, pero que nosotros nos siempre hemos querido recibir. En estos momentos de finales de año nos vendría bien recordar nuestra historia, la historia que hemos vivido en este año, la historia de Dios en nuestra vida que siempre es una historia de salvación, porque siempre está la oferta de Dios a la que contraponemos nuestra respuesta.

Podemos recordar, tendríamos que recordar de cuantos signos y señales nos ha rodeado el Señor de su presencia a lo largo de este año, de los acontecimientos que hemos vivido, como de cada paso que hemos dado. Nos siempre nos es fácil hacer estas recapitulaciones sobre todo porque nos duele recordar nuestras sombras, las sombras que hemos ido interponiendo a esas señales de Dios; no siempre hemos sabido entrar en la sintonía de Dios, ha habido momentos en que le hemos dado la espalda, no nos hemos querido enterar de esas señales, hemos preferido nuestros camino aunque buscando caminos fáciles sin embargo se nos han hecho escabrosos.

Nos suele pasar cuando dejamos que predomine en nosotros el egoísmo, el pensar solo en nosotros mismos o en nuestros intereses, cuando nos hemos dejado arrastrar por nuestros orgullos o nuestras autosuficiencias y no hemos querido escuchar la voz de Dios, no hemos querido estar atentos a esas señales de Dios. Ahí están y son nuestra historia con la que tenemos que contar. Forma parte de nuestra vida que tenemos que redimir, en la que tenemos que saber ver la obra de salvación de Dios en nosotros.

Es también el repaso que hemos de hacer con corazón agradecido y queriendo que todo haya sido siempre para la gloria de Dios. Nos hemos sentido en muchos momentos de nuestra vida iluminados por su luz, hemos sabido también escuchar su llamada y podemos tener la satisfacción de las cosas buenas que hemos realizado. Todo siempre para la gloria de Dios. Son los pasos de vida que hemos ido dando, esa nueva profundidad espiritual que le hemos ido dando a nuestra vida, ese amor que hemos ido regalando, ese granito de arena que hemos ido poniendo también en el crecimiento del Reino de Dios, ese bien que hemos ido haciendo calladamente a los que están a nuestro lado. Ha brillado también la luz en nosotros y la hemos hecho brillar, aunque no haya sido lo suficiente, en el mundo que  nos rodea. Tenemos que dar gloria a Dios por ello que nos dio su gracia para que pudiéramos realizarlo.

‘Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios’. Así nos sentimos nosotros. Así hemos hecho navidad en nuestra vida. ‘Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad’

Es lo que hemos venido celebrando en estos días. Es lo que ha hecho Navidad. Es el verdadero sentido y valor de estas fiestas. Pero es lo que tiene que hacer navidad cada día del año. Es la tarea del verdadero creyente.

lunes, 30 de diciembre de 2024

Vivir la hora de Dios allí donde estemos y seamos lo que seamos, y aprendamos a ser un regalo de Dios para los demás

 


Vivir la hora de Dios allí donde estemos y seamos lo que seamos, y aprendamos a ser un regalo de Dios para los demás

1Juan 2, 12-17; Salmo 95; Lucas 2, 36-40

Dos personajes, por llamarlos de alguna manera, nos aparecen hoy en esta página del evangelio, podríamos decir que en los extremos del reloj de la vida. Un niño recién nacido que comienza el lento caminar del reloj de su vida aunque será de suma trascendencia, que como nos dice el evangelista iba creciendo y robusteciéndose lleno de sabiduría, y una anciana que podríamos decir está en sus minutos finales, pues era de edad muy avanzada, que sin embargo son para nosotros un hermoso signo y una llamada importante a nuestro propio reloj y al recorrido que de la vida también nosotros hemos de hacer.

Quienes hoy escuchamos esta Palabra de Dios estamos en medio de ese camino, cada uno en su momento y en sus circunstancias, un camino que tenemos que aprender a hacer, un camino que tiene que convertirse en el camino de Dios en nuestra vida. Hemos de saber descubrir esas señales de Dios que nos orientan, dan sentido y valor, nos hacen no solo encontrarnos con nosotros mismos sino también al mismo tiempo salir al encuentro de la vida y al encuentro de los demás.

Una anciana que aun no da por concluido el camino de su vida es para nosotros una llamada; acudía al templo todos los días, buscaba cómo mejor servir al Señor, pero su servicio también era para los demás porque con todos iba compartiendo lo que eran sus vivencias. ‘Alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén’. No podía ocultar su fe que la convertía en servicio para los demás.

Siempre había algo que hacer. No era una mujer que se quedara encerrada en si misma, una persona mayor que ya lo daba todo por hecho, alguien que se cruzara de brazos simplemente viendo pasar la vida. Le daba una intensidad a su vida, salía de si misma y hacía camino pero también para ayudar a caminar a los demás. Cuantas veces nos quedamos como paralizados porque pensamos que ya lo tenemos todo hecho, cuantas veces miramos hacia atrás y damos por finalizados nuestros trabajos y nuestras tareas, porque pensamos que ya hemos hecho lo suficiente en la vida. Siempre hay un nuevo paso que dar, siempre hay una flor que ofrecer, siempre hay una palabra sabia que regalar a quien está a nuestro lado que nuestros años nos han dado sabiduría para eso.

Y como en contraposición contemplamos a un niño recién nacido que crece y que madura, que va aprendiendo de la sabiduría de la vida pone su vida en las manos de Dios. ‘Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad’, nos dice la escritura que fue la expresión a su entrada en el mundo. Un niño que crece no son simplemente unos días o unos años que van transcurriendo y que recorremos de forma pasiva. El niño abre sus ojos lleno de curiosidad ante la vida que va apareciendo ante él; un niño siempre es preguntón porque quiere saber, quiere conocer, quiere experimentar, quiere tener vida.

Es importante que no dejemos a un lado una buena actitud de nuestra vida, que salgamos de nuestras pasividades a las que nos sentimos tentados desde las rutinas o las comodidades. Es importante que no temamos el esfuerzo, el deseo de superación, las ganas de dar un paso más para subir al siguiente escalón. Será así cómo iremos adquiriendo esa sabiduría de la vida, será así como podremos ser un día un árbol que dé hermosos frutos.

Y termina diciéndonos el evangelio que ‘la gracia de Dios estaba con El’. No nos faltará nunca ese regalo del amor de Dios en nuestra vida. Seamos también por nuestras buenas actitudes un regalo de Dios para los demás. Vivamos la hora de Dios allí donde estemos y seamos lo que seamos.

 

domingo, 29 de diciembre de 2024

Sagrada Familia de Nazaret, espejo donde nos miremos para aprender a ser semillero de vida y caldo de cultivo del amor, horno donde cocer nuestros mejores valores familiares

 


Sagrada Familia de Nazaret, espejo donde nos miremos para aprender a ser semillero de vida y caldo de cultivo del amor, horno donde cocer nuestros mejores valores familiares

Eclesiástico 3, 2-6. 12-14; Salmo 127; Colosenses 3, 12-21; Lucas 2, 41-52

La pertenencia a una familia es algo más que el hecho biológico de nacer de unos padres; la familia es un caldo de cultivo de la germinación de una nueva vida en todos los sentidos, es un semillero que hace germinar, pero también hace crecer y madurar la planta de la vida en una mutua relación con la rodea creando las mejores condiciones para el crecimiento y maduración, es el horno en el que se cuecen los mejores valores para hacerles sacar los mejores sabores a la vida, es la mejor escuela para aprender el sentido de la vida desde todo aquello que se vive en su entorno que nos enseña y transmite la más profunda sabiduría que da sabor y sentido a la existencia, y es hogar para aprender lo que es el amor y la unidad que se hace comunión… así podríamos seguir desgranando imágenes que nos hablen de su sentido y de su valor, de su razón de ser y de la luz para nuestra existencia.

Y ahí quiso nacer Dios hecho hombre; cuando en su amor quiere Dios hacerse presente en la vida humana, el eterno desde toda la eternidad quiere tener un principio y un inicio de vida humana naciendo como hijo en el seno de una familia humana. Es la familia de Nazaret formada por aquel matrimonio de José y María en la que quiso nacer y hacerse hombre, con todo lo que significa no solo el nacimiento sino el hacerse hombre como miembro de aquella familia. Es un misterio de Dios que solo en Dios podemos encontrar y podemos descifrar, porque podríamos decir que no entraría en nuestros razonamientos humanos. Así es el amor, que es la grandeza de Dios, pero que se manifiesta así en la humildad de nuestra carne; quiere necesitar ese caldo de cultivo, ese semillero y ese horno de vida, esa escuela y ese hogar.

Es lo que ahora es este marco de la Navidad nosotros estamos celebrando. No podía ser menos. Cuando contemplamos el misterio de amor de Dios que se hace hombre, no solo miramos a Belén sino miramos lo que fue aquella familia que se refugió en la gruta de Belén, miramos lo que sería luego aquel hogar de Nazaret donde como el mismo evangelio hoy nos dice aquel Niño que nosotros confesamos como Dios hecho hombre ‘iba creciendo en edad, en estatura, en sabiduría y en gracia ante Dios y los hombres’.

Queremos ver en aquel hogar y en aquella familia de Nazaret, que nosotros llamamos Sagrada Familia, reflejadas todas aquellas imágenes que al principio hacíamos desfilar en nuestra mente como reflejo de aquella maravilla humana y podríamos decir también divina en la que creció Jesús, el Hijo de Dios, que vimos nacer en Belén.

En los breves trazos que nos da el evangelio en referencia a la infancia de Jesús podremos contemplar toda esa maravilla que es toda familia humana y que bien se refleja allí en Nazaret, con sus problemas y dificultades que no les faltaron como no faltan en nuestras familias – pensamos en su emigración a Belén para el censo como en su destierro a Egipto huyendo de Herodes, o en su caminar peregrina hasta establecerse de nuevo en Nazaret -, con los valores allí cultivados que hacían también brillar todas las luces del amor, con las expresiones de su religiosidad tanto en la subida al templo de Jerusalén para la fiesta de la pascua como en la costumbre, como luego se reflejará en la vida de Jesús y su presencia en otra ocasión en Nazaret, de la asistencia a la sinagoga en el sábado para la escucha de la ley y los profetas.

Hoy nosotros queremos mirar a la Sagrada Familia desde la realidad de nuestras familias en este mundo concreto en el que vivimos, con sus alegrías y también con sus penas, con nuestras luchas y nuestros esfuerzos de superación, con la trascendencia que le hemos de dar a nuestra vida elevando siempre nuestro espíritu a metas altas y espirituales, con la profundidad y la madurez que le queremos dar a nuestro amor, con el cultivo de esos valores en ese semillero precioso de nuestros hogares caldeando nuestro espíritu en el fuego del Divino espíritu, haciendo crecer nuestra vida y llenándonos también de la Sabiduría del espíritu de Dios.

Fuertes, es cierto, son los vientos que muchas veces soplan en contra y que quieren barrer muchos de esos valores que nosotros consideramos tan necesarios, pero no nos podemos desalentar; contemplamos a la sagrada Familia de Nazaret que también tuvo esos vientos en contra pero que se dejó conducir como vemos en esa imagen tan preciosa de los sueños de José que le hacían descubrir el misterio y la voluntad de Dios para sus vidas.

Dejémonos conducir nosotros también, abramos nuestro corazón al espíritu, no nos dejemos envolver por el materialismo de la vida, busquemos siempre la verdadera sabiduría que nos da esa madurez necesaria para afrontar las dificultades. Que el ejemplo de la Sagrada Familia sea espejo en el que nos miremos. Dejémonos bendecir por Dios.

sábado, 28 de diciembre de 2024

La fiesta de los santos mártires inocentes ha de ser un grito a nuestra conciencia comenzar a amar y defender la vida y colaborar en todo lo que haga que haya más vida

 


La fiesta de los santos mártires inocentes ha de ser un grito a nuestra conciencia comenzar a amar y defender la vida y colaborar en todo lo que haga que haya más vida

Juan 1, 5 – 2, 2; Salmo 123; Mateo 2, 13-18

La ambición y el orgullo, la soberbia y la vanidad nos llevan siempre por caminos de sombras y de muerte; queremos sobresalir y nos dejamos envolver por las ansias de poder, aquello que pudiera empañar nuestra vanidad buscamos la manera de destruirlo porque no queremos que nada nos haga sombra, nos humilla la posible grandeza de los otros y trataremos de despreciar y minusvalorar todo lo bueno que haya en los demás o los destruimos de la manera que sea.

Es lo que hoy estamos contemplando en el texto del evangelio que se nos ofrece. El rey Herodes tuvo conocimiento con la llegada de los Magos de Oriente del nacimiento de un niño que podría hacer sombra a su reinado. Aquellos Magos hablaban del nacimiento de un Rey de los judíos y veía él entonces un peligro para su poder y su reinado. Con sus ardides de las que no tuvo resultado pretendía que los Magos le dijeran donde estaba aquel niño y se vio burlado. De ahí su reacción de mandar matar a todos los niños menores de dos años de Belén sus alrededores sembrando de muerte y de dolor aquellos campos de Belén.

Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron’, nos dirá el principio del evangelio de san Juan. Jesús iba a ser un signo de contradicción anunciaría el anciano Simeón en la presentación de Jesús en el templo, y de tal manera lo veremos a lo largo del Evangelio, y sigue siendo en el mundo de hoy el evangelio de Jesús. Mientras unos alaban y ensalzan las palabras y la vida de Jesús otros gritarán un día pidiendo su muerte; mientras hoy muchos intentamos seguir el camino de Jesús escuchando su evangelio, para muchos no tiene sentido ni significado lo que Jesús nos dice en el evangelio y tratarán de construir su vida en parámetros bien distante del sentido del evangelio, incluso tenemos que reconocer en algunos que quieren llamar cristianos o quieren realizar unas prácticas religiosas que llaman cristianas.

¿Cómo una tragedia de este tipo puede convertirse en motivo de fiesta para nosotros los cristianos? Por lo de signo que tiene para nosotros, el significado que siempre tuvo la sangre de los mártires, y como tales tenemos que ver a estos niños que incluso sin saberlo en su inocencia murieron por Jesús, y por el grito que puede significar para nuestra conciencia, incluso o más en el mundo de hoy, el dolor y el sufrimiento de tantos inocentes en las diferentes circunstancias de la vida.

En esa contradicción en que tantas veces nos encontramos en la vida, frente a tanto sufrimiento que encontramos a nuestro alrededor y del que algunas veces también con nuestras ambigüedades también podemos ser causa el evangelio tiene que despertarnos, una opción clara hemos de tomar en la vida y una cosa importante será siempre la defensa de la vida frente a tanta muerte como nos envuelve. No nos podemos quedar como insensibles con los brazos cruzados ante tantas cosas que llenan de sombras nuestra vida y nuestro mundo.

Tenemos que optar valientemente por unas actitudes nuevas en nuestros comportamientos y en nuestras mutuas relaciones; tenemos que sembrar de verdad semillas de luz con nuestro amor, con nuestra generosidad, con la solidaridad efectiva que vivimos con el sufrimiento de los que están a nuestro lado, con tantos gestos de vida que tenemos que ir dejando a nuestro paso para facilitar el encuentro y la buena convivencia entre todos, con esa mano tendida siempre para ayudar, para levantar, para mostrar nuestra confianza en las personas, con esa humildad que nos hace cercanos, que nos abaja de nuestros pedestales para saber caminar al lado de los sencillos, para valorar a los pequeños y ayudar a descubrir la grandeza de toda persona, sea quien sea, para nunca discriminar ni crear barreras.

Eso es poner vida, eso es defender la vida, eso es llenar de vida nuestro mundo. Algo que tenemos que cuidar, algo de lo que tenemos que dar valiente testimonio, reconociendo también que muchas veces hemos errado, siempre capaces de pedir perdón y recomenzar de nuevo.

 

viernes, 27 de diciembre de 2024

Hacen falta testimonios de experiencias de fe, el mundo necesita testigos y eso tenemos que ser nosotros ante el mundo, lo que vimos y palpamos es lo que transmitimos

 


Hacen falta testimonios de experiencias de fe, el mundo necesita testigos y eso tenemos que ser nosotros ante el mundo, lo que vimos y palpamos es lo que transmitimos

1 Juan 1, 1-4; Salmo 96; Juan 20, 1a. 2-8

Yo viví con él… Están hablando de alguien al que todos creen conocer, cada uno manifiesta por qué lo aprecia, lo que conoce de él, quizás las cosas que haya hecho y no terminan de ensalzar sus valores y virtudes, cada uno desde su apreciación, pero llega alguien que dice ‘yo lo conozco, yo viví con él mucho tiempo…’ Ya nadie pudo decir nada nuevo, allí estaba quien lo conocía mejor, porque con él  había convivido.

Es lo que nos viene a decir hoy el evangelista al que estamos celebrando. Ya desde los primeros momentos junto con Andrés se había atrevido a acercarse a Jesús y le preguntaba ‘¿Dónde vives?’ y Jesús les había respondido ‘venid y lo veréis’ y se fueron con él aquella tarde; tan importante había sido aquel momento que siempre recordaría incluso la hora de ese encuentro y esa petición. ‘Serían como las cuatro de la tarde’.

Hoy nos dirá al principio de su carta que lo que han visto y oído, lo que han palpado con sus propias manos – y recordamos como estuvo recostado en el pecho de Jesús en la noche de la ultima cena – ahora no pueden callarlo, tienen que decírnoslo, tienen que trasmitirlo y de eso nos quieren dejar constancia. Está su evangelio, están sus cartas que nos hablan de Jesús, que nos trasmiten el mensaje de Jesús, que no solo es relatarnos hechos, sino algo más hondo porque nos trasmiten la vida misma.

Es el apóstol y evangelista que hoy estamos celebrando aquí en estas fechas tan cercanas al nacimiento de Jesús, dentro de la octava de la Navidad. Aquel discípulo, como nos narra hoy el evangelio, que entrando al sepulcro vacío, viendo las vendas por el suelo y el sudario enrollado por otro lado, nos dice ‘vió y creyó’.

¡Qué importante esta experiencia! Nos habla de lo que vio, lo que experimentó, lo que palpó y ya tenemos que decir que no solo con las manos sino con su corazón, y desde ahí nos está hablando, desde ahí  nos está haciendo conocer a Jesús, desde ahí nos trasmite la buena noticia, el evangelio de nuestra salvación.

Pero qué importante lo que nosotros experimentemos, lo que nosotros vivamos, porque el testimonio que tenemos que dar no pueden ser solo palabras, no puede ser solamente desde cosas aprendidas o que hayamos recibido de los demás, aunque eso también sea importante; es lo que nosotros hemos de vivir, es esa experiencia de fe que nosotros tengamos, es lo que ha ido alimentando nuestra vida y nos ha hecho llegar a donde estamos, a ser lo que somos, a la vivencia que hay en nosotros.

Somos testigos que no solo tenemos que decir lo que otros nos han transmitido, sino lo que hemos hecho experiencia de nuestra vida. Y todos tenemos un camino recorrido, todos tenemos una experiencia de vida que parece que algunas veces se nos queda obnubilada con el paso del tiempo, hay muchas experiencias pasadas a las que tenemos que saber dar importancia, porque han sido los pasos que hemos dado; nunca son pequeños ni insignificantes, siempre tienen su importancia.

Es bueno que recordemos, es bueno que revivamos y reavivemos, es bueno que volvamos a caldear nuestro espíritu, para que nuestra fe no se enfríe ni se debilite, para que entonces nuestro testimonio sea más creíble, para que nosotros con el calor de la fe que vivimos caldeemos también el corazón de los demás y despertemos su, les ayudemos a que también tengan esa experiencia de fe. Así haremos camino de Iglesia, así podremos seguir haciendo ese anuncio, así podrá crecer el numero de los que creen en Jesús.

Hacen falta esos testimonios. El mundo necesita testigos y eso tenemos que ser nosotros ante el mundo.

jueves, 26 de diciembre de 2024

El camino de Belén siempre pasará por la cruz del calvario, con la certeza de finalmente encontrar la luz de la pascua en el sepulcro abierto de la resurrección

 


El camino de Belén siempre pasará por la cruz del calvario, con la certeza de finalmente encontrar la luz de la pascua en el sepulcro abierto de la resurrección

Hechos de los apóstoles 6, 8-10; 7, 54-59; Salmo 30; Mateo 10, 17-22

No está tan lejano ni es tan ajeno el amor del dolor, como los momentos de mayor dicha y felicidad siempre tendrán cercanos los momentos de la tristeza o de la inquietud. No hay ninguna boda sin lágrima, como no hay duelo en el que en algún momento aparezca la sonrisa. La vida no está hecha de estancos separados y que no tengan que ver o tengan alguna relación los unos con los otros.

Hoy en la liturgia lo estamos constatando porque en estos momentos de fiesta y alegría que estamos viviendo con la Natividad del Señor, pronto aparecen los tintes rojos del martirio que lleva parejas con si el dolor, el sufrimiento e incluso la muerte. ¿Querrá significarnos que no está tan lejos Belén del Calvario?

Celebramos hoy la fiesta de un mártir, el primer mártir cristiano que de manera consciente dará la vida por el nombre de Jesús, aunque en estos días volveremos a ver nuestra liturgia teñida de rojo en la fiesta de los protomártires, los santos inocentes. Hoy celebramos a san Esteban, uno de aquellos primeros siete diáconos escogidos en la Iglesia primitiva, aun sin salir de Jerusalén para ejercer el ministerio del servicio en la comunidad mientras los apóstoles se dedicaban enteramente a la predicación.

San Esteban precisamente que destaca no solo por esa diaconía, ese servicio a la comunidad en la atención a las viudas y a los huérfanos, a los pobres, sino también por la elocuencia de su predicación, pues en la cultivada sinagoga de los libertos a la que pertenecían muchos de aquellos que provenían de la cultura griega y romana nadie era capaz de hacer frente a sus palabras, a su argumentación en la predicación y anuncio que hacía del evangelio de Jesús.

Algo que concitó el odio, podríamos decir así, de aquellos judíos que se quedan sin tener argumentos contra la predicación que Esteban hacía. Algo que le conducirá al martirio, realmente es el protomártir, el primer mártir que haciendo el anuncio del evangelio de Jesús muere por su nombre, dando cumplimiento a lo que Jesús había anunciado de que serían llevados a las cárceles, los tribunales y la muerte, como hoy mismo hemos escuchado en el evangelio.

Destaca, pues, el ardor de la predicación del diácono Esteban dejándose conducir por el Espíritu del Señor. ‘Cuando os entreguen, había dicho Jesús, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros’. Algo que estaremos viendo de forma palpable en Esteban.

‘Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará’, seguirá diciendo Jesús. Un odio que le llevaría al martirio y a la muerte, testigo con su propia vida de la Palabra de Jesús. ‘El que persevere hasta el final se salvará’, es lo que escuchamos en el relato del libro de los Hechos, pues la muerte de Esteban que parece calcada en lo que fue la muerte de Jesús, repitiéndose gestos y palabras, terminará con que Estaba en el momento de su muerte contempla el cielo abierto y la gloria de Dios de la que él iba pronto a participar.

Las pajas del pesebre de Belén no siempre son mullidas y cómodas, tendrán asperezas y nudos como toda vida tiene por eso se pueden convertir para nosotros en anuncio y signo de lo que puede ser nuestra vida. No siempre serán caminos fáciles los que tenemos que hacer dando nuestro testimonio cristiano; muchas asperezas podemos encontrarnos en los caminos de la vida, porque no siempre nuestro mensaje y nuestro testimonio va a ser bien entendido.

La cruz no nos faltará en la vida, pero esto nunca puede ser causa de desánimo ni de angustia para nosotros, porque detrás siempre está la gloria del Señor; por la gloria del Señor lo hacemos y la gloria del Señor nos envolverá; en el nombre del Señor seguiremos echando la red y cuando menos lo esperemos o donde menos pensemos vamos a encontrarnos la buena redada, pero hemos de tener la paciencia del Señor y también la esperanza, la confianza en la fuerza del Espíritu del Señor y la certeza de que El caminará siempre en nuestro propio camino.

El camino de Belén siempre pasará por la cruz del calvario, pero con la certeza de que finalmente encontraremos la luz de la pascua en el sepulcro abierto de la resurrección.

 

miércoles, 25 de diciembre de 2024

No solo digamos feliz navidad sino que hagamos una feliz navidad porque en Jesús nosotros y nuestro mundo encontramos una nueva salvación

 


No solo digamos feliz navidad sino que hagamos una feliz navidad porque en Jesús nosotros y nuestro mundo encontramos una nueva salvación

Isaías 52, 7-10; Salmo 97; Hebreos 1, 1-6; Juan 1, 1-18

Con palabras nos comunicamos, expresamos lo que queremos y deseamos, expresamos lo que somos, nuestros pensamientos o nuestros recuerdos, lo que buscamos y lo que es la sabiduría de nuestra vida. Hay palabras que recibimos y que son grito de atención, se convierten en luz de nuestro camino, nos dan respuesta a nuestras ansias, nos hacen entrar en nosotros mismos y nos dan un sentido a lo que somos y lo que hacemos, nos hacen entrar en relación con los demás o son como escalera que nos llevan en continua ascensión; pero también hay silencios que se convierten en palabras que nos hablan dentro, que nos hacen rumiar nuestro saber o lo que nos haya sucedido, nos hacen trascendernos a nosotros mismos o se convierten en camino de plenitud.

Estamos hablando de las palabras que nos hacen entrar en comunicación con el otro o que nos trascienden hasta Dios, pero podemos pensar en la Palabra que nos viene de Dios, o en Dios que se hace Palabra y viene a nosotros y nos quiere hacer entrar en caminos de plenitud. Me atrevo a decir que es lo que hoy estamos celebrando, me atrevo a decir que eso es Navidad. Es revelación de Dios, es como nos dice hoy el evangelio ‘Palabra que se hace carne y planta su tienda entre nosotros’. Es el Misterio de la Navidad. Es la Palabra que no solo hemos de oír sino plantar en lo más hondo de nosotros mismos, es la Palabra de vida, es la Palabra que es Luz, es la Palabra que es Salvación.

Es el misterio de Dios que contemplamos hoy en Belén. No nos quedamos en un pesebre ni solo en unos pastores, no nos quedamos en esa escena aunque con atención y devoción contemplamos. Es una contemplación que hoy tenemos que hacer para no quedarnos ni en la anécdota ni en lo accidental. Para que nuestra alegría sea completa, para que no nos empañe ninguna tristeza ni añoranza, para que el ruido de la fiesta – que también tenemos que hacer – no nos ensordezca ni nos distraiga de lo que tiene que ser lo principal de la Navidad.

Estamos sintiendo que Dios llega a nosotros, es Palabra que se nos revela para que descubramos todo el misterio de Dios, pero es Palabra que nos revela también el sentido y el valor de nuestra vida; es Palabra que nos trae descanso y esperanza en medio de nuestras fatigas y nuestras luchas y se convierte en luz para nuestro camino; es Palabra que nos hace encontrarnos mejor a nosotros mismos, pero que nos abre de manera distinta a los demás, que pone una nueva claridad en nuestros ojos para mirar de manera distinta, para comprender mejor el valor de cada persona, para entender el sentido de la vida y de lo que tenemos que hacer.

Hoy es día de salvación. ‘En la ciudad de Belén nos ha nacido un Salvador’, como anunciaban los ángeles a los pastores. Y ese es el motivo de nuestra alegría porque con el que nos ha nacido en Belén toda nuestra vida tiene un sentido nuevo, tiene un valor nuevo; a partir de quien ha nacido en Belén nosotros tenemos que ser distintos porque alejamos de nuestro corazón toda amargura y porque nuestras relaciones con los demás van a ser distintas. Es la salvación que el que ha nacido en Belén nos ha venido a traer.

Navidad tiene que ser para nosotros un momento único e irrepetible, un arranque para algo distinto, un comienzo de algo nuevo en nuestra vida. No podemos decir que celebramos navidad con toda intensidad y luego sigamos siendo los mismos con nuestras rencillas y nuestras violencias, con nuestros orgullos y vanidades, manteniendo las mismas distancias y discriminaciones con los demás, la misma insensibilidad ante los problemas de los demás o del mundo que nos rodea, conservando el odio y el rencor en el corazón, siguiendo encerrados en nuestro egoísmo.

Si sucediera así, por mucho que hayamos cantado en navidad, porque muchas palabras bonitas que nos hayamos dicho, por muchas comidas y fiestas de navidad que hayamos celebrado, no habría habido navidad en nuestra vida. Es triste decirlo, pero todo ha sido una superficialidad y una vanidad. Por eso no podemos celebrar navidad de cualquier manera. Navidad es mucho más que una cena familiar que celebremos algunas veces por compromiso o solo por tradición si luego no seguimos siendo familia de verdad cada día y en cada circunstancia. Tenemos que hacer que esa Palabra de verdad plante su tienda en nosotros, y con esa Palabra plantada en nuestro corazón entonces nuestra vida sería distinta, habría habido de verdad navidad en nosotros.

Y la Palabra se hizo carne y plantó su tienda entre nosotros’. Que se note en nuestra vida, que se note en nuestro mundo que ha habido unos cristianos han celebrado de verdad navidad, porque a partir de hoy nosotros, nuestro mundo será distinto y mejor. No es solo decir ‘Feliz Navidad’, sino que es muy importante hacer Navidad para que entonces el mundo sea más feliz y con una felicidad duradera. Es la salvación que nos trae la Navidad.

martes, 24 de diciembre de 2024

Nos quedan unas horas para llegar a la nochebuena, pensemos seriamente el recorrido que hacer para que sea verdadera Navidad, auténtica encrucijada para nuestra vida

 

Nos quedan unas horas para llegar a la nochebuena, pensemos seriamente el recorrido que hacer para que sea verdadera Navidad, auténtica encrucijada para nuestra vida

Isaías 9, 1-6; Salmo 95; Tito 2, 11-14; Lucas 2, 1-14

Hay caminos que se entrecruzan y que en una primera impresión nos parecen de locura; unos que caminan en una dirección y otros en la opuesta, parecería que nos chocáramos y fuera difícil encontrarnos y entendernos. Pero realmente son encrucijadas que se convierten en punto de partida, en punto desde el cual podemos encontrar la dirección y el sentido del camino que queremos realizar, punto en el que finalmente se encauza todo ese tráfico para hacer que luego el recorrido tenga una verdadera fluidez.

¿Será ese punto de la historia que tiene por centro del nacimiento de Jesús como en este día celebramos? Por algo en algún momento de la historia centramos el calendario precisamente a partir del nacimiento de Jesús, más allá de los errores de cálculo que pudiera haber al señalar ese punto cero de la historia para decir antes de Cristo o después de Cristo. Pero me pregunta es algo más y ya es haciendo referencia a lo que en este momento nosotros estamos celebrando y lo que tiene que ser su sentido. ¿Nos encontraremos hoy también en una encrucijada de la historia y de la vida donde tendremos en verdad que encontrar esa dirección que necesitamos? Creo que una verdadera celebración de la navidad tendría que ir por ese planteamiento.

¿Qué nos ofrece realmente el mensaje de la navidad? ¿Qué es lo que realmente busca el hombre al menos en ese día a día de nuestra vida? Queremos paz pero vivimos en un mundo convulso de guerras y violencias. Queremos bienestar y felicidad pero estamos pensando en una carrera por la posesión de cosas o por el poder, y poder será tener influencia, poder será quizás poderme sentir por encima de los otros, y poder es querer disponer de todo lo que me pueda satisfacer de la manera que sea, y poder se convierte en ambición y en vanidad que me envuelve de superficialidad, y poder es decir que somos libres pero no pensando en lo que sea mejor para todos sino solo mejor para mi mismo, y poder es una autosuficiencia que al final me aísla o me endiosa creando barreras y abismos en mi derredor para que nadie me moleste o me inquiete con sus problemas.

Pero cuando con sinceridad, con espíritu abierto nos acercamos a la navidad, no la que imaginamos, sino la que realmente tuvo su origen en esa cueva de Belén que tanto contemplamos en estos días otra cosa será lo que nos encontremos. Un matrimonio pobre que ha tenido que desplazarse por el capricho de un gobernante que quería hacer un censo y que no teniendo donde cobijarse porque nadie le ofrece posada, se refugiará en un establo de animales en las afueras de Belén, unos humildes pastores que pasan al raso la noche en aquellos campos cuidando de sus ovejas o ganados, la pequeñez y humildad de un niño que no tendrá una cuna en su nacimiento sino el humilde pesebre comedero de unos animales.

Y ahí escucharemos un mensaje. Hoy en la ciudad de David os ha nacido un Salvador… y se les dará una señal, encontrareis un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre. Y en torno aparecerá el resplandor de la gloria de Dios que cantan los ángeles anunciando la paz para los hombres a los que Dios ama.

¿Cómo encajamos este cuadro de Belén que para nosotros es Evangelio, es una buena noticia como la que dan los ángeles a los pastores, con aquellos deseos de la humanidad que tenemos en estos mismos momentos? Y nos atreveremos a decir que este momento es encrucijada de la historia, tiene que ser encrucijada para nuestra vida.

Ese es el gran misterio de la Navidad, no solo de la que recordamos y queremos celebrar de lo acaecido hace más de dos mil años en Belén, sino que es, tiene que ser el misterio que hoy celebramos y que tenemos que hacerlo en su cruda realidad. Porque emigrantes como María y José seguimos encontrándonos a cada paso; gente que no tiene posada, que se ha quedado sin nada, o a los que vemos en los lugares más humildes, si abrimos los ojos nos estarán saliendo continuamente al paso; personas que viven en el frío de la soledad, que no son tenidos en cuenta porque no son de nuestra condición, a los que no valoramos o de los que desconfiamos en las calles del Belén de nuestra vida, de lo que sucede a nuestro alrededor nos vamos a encontrar muchos; y podemos seguir hablando de las violencias de la vida que no son solo las guerras sino también las que tenemos con los que están a nuestro lado y con los que no nos hablamos o ante quienes pasamos indiferentes, son el padrenuestro de cada día.

Y ahí en medio tenemos que celebrar Navidad hoy. Ahi viene Dios en el hoy de nuestra vida y nos ofrece un evangelio de salvación. Este momento que vivimos tendría que ser en verdad una encrucijada para nuestra vida, porque de este momento de la navidad no podemos salir de la misma manera, con la misma insensibilidad e indiferencias, con las mismas barreras y abismos que nos hemos creado. Algo nuevo tendría que comenzar en nuestra vida.

¿Qué vamos a hacer de nuestra navidad? ¿Solo unas palabras bonitas que nos decimos para felicitarnos y que se van a quedar en flor de un día que pronto se marchita o luz parpadeante que pronto se apaga?  ¿Llegaremos a sentir esa presencia de Dios que viene con su salvacion a ese mundo en que vivimos?

Nos quedan unas horas para llegar a lo que llamamos la nochebuena, pensemos seriamente el recorrido que aun tenemos que hacer para que sea verdaderamente Navidad, auténtica encrucijada para nuestra vida. Esa buena noticia que hoy escuchamos, ¿transformará realmente lo que son esos deseos de nuestra vida?

lunes, 23 de diciembre de 2024

Que la luz de navidad que se va a encender no sea luz de pronta caducidad que tan pronto se enciende como se apaga, sino una luz permanente para nuestra vida

 




Que la luz de navidad que se va a encender no sea luz de pronta caducidad que tan pronto se enciende como se apaga, sino una luz permanente para nuestra vida

Malaquías 3, 1-4. 23-24; Salmo 24; Lucas 1, 57-66

Un nacimiento siempre nos abre a la vida, al futuro, a la esperanza. Es la gran alegría de un hogar, el nacimiento de un niño. Pero es una alegría contagiosa, todos los familiares se alegran, los vecinos felicitan a la madre y no faltan las atenciones y los regalos. Es la ternura de un niño recién nacido, pero es la ternura de la vida que a todos nos emociona. Es el arranque de unos sueños porque de alguna manera todos pensamos en el futuro, en lo que va a ser, en lo que puede ser este niño que ahora contemplamos recién nacido. Parece un ser indefenso pero a todos nos pone en movimiento a su alrededor.

En las montañas de Judea todo era alegría. Se alegraban porque Dios había regalado su amor y su misericordia a aquella familia que no tenían hijos y parecían perdidas las esperanzas de poder tenerlo. Sentían que la mano de Dios estaba con ellos lo que les hacía que sus sueños fueran, por así decirlo, más intensos. ‘¿Qué será de este niño?’ se preguntaban porque muchas cosas maravillosas y extraordinarias estaban sucediendo en su entorno.

Su madre era mayor y parecía estéril pero Dios le había concedido el don de la maternidad. Su padre, que era sacerdote del templo de Jerusalén, después de un servicio en el templo, que parecía coincidir con los nueve meses del embarazo de la madre, había vuelvo mudo de Jerusalén después de ejercer allí su oficio. Ahora la madre pretende ponerle un nombre distinto al habitual, que era ponerle el mismo nombre del padre del niño, pues quería llamarlo Juan como significación de que Dios había manifestado su misericordia con aquella familia – era el significado del nombre – y el padre al que habían preguntado por señas así lo había ratificado escribiéndolo en una tablilla; pero no se habían terminado ahí las cosas asombrosas, pues había recobrado el alma y había comenzado a cantar en acción de gracias a Dios, señalando lo que sería la misión de aquel niño. ‘¿Qué será de este niño?’ se preguntaban y no sin razón, por lo que todos alababan a Dios.

Hoy nosotros casi en las vísperas del nacimiento de Jesús estamos contemplando en el evangelio el nacimiento de Juan. Profeta del Altísimo, lo llamará su propio padre Zacarías; el que viene a preparar los caminos del Señor, como había anunciado los profetas; el mensajero de la Alianza como dicho también el profeta Malaquías, como hoy mismo hemos escuchado; como el fuego de fundidor, como lejía de lavandero… acrisolará como oro y plata, y el Señor recibirá ofrenda y oblación justas… le contemplaremos invitando a la penitencia en la orilla del Jordán.

Contemplamos a Juan en su nacimiento, con la misma ilusión que contemplamos a un recién nacido como una promesa de futuro; contemplamos el nacimiento de Juan y nos llenamos de esperanza, porque es la aurora de la salvación que llega; contemplamos a Juan y también nos sentimos invitados a la alegría que nace de la esperanza, porque ya está cercano el día del Señor, sentimos cercana a nosotros lo que es la misericordia y la compasión del Señor que sobre nosotros está también volviendo su rostro. También nosotros queremos prorrumpir en cánticos de alabanza al Señor, también queremos tener bien dispuesto nuestro corazón para sentir y para vivir la misericordia de Dios en nuestra vida.

Es el preparativo importante que tenemos que hacer para la navidad. Disponemos nuestro corazón, disponemos nuestras actitudes, nos abrimos al amor del Señor que queremos también compartir con los demás. Grande e importante es la luz que nos iluminará, que no se quede en luces abocadas a la caducidad que tan pronto se encienden como se apagan, que sea una luz permanente para siempre la que se va a encender en nuestra vida con la navidad.

domingo, 22 de diciembre de 2024

Pongámonos en camino, hay una buena noticia que tenemos que llevar, hay un interrogante que tenemos que provocar, hay un servicio que tenemos que realizar

 


Pongámonos en camino, hay una buena noticia que tenemos que llevar, hay un interrogante que tenemos que provocar, hay un servicio que tenemos que realizar

Miqueas 5, 1-4ª; Salmo 79; Hebreos 10, 5-10; Lucas 1, 39-45

Vamos a ver qué sucedió, qué pasó es lo primero que se nos ocurre hacer cuando nos llega noticia de algo acaecido en nuestro entorno. ¿Curiosidad? Algo de eso puede haber de entrada, queremos saber, pero también está la disponibilidad de ver qué podemos hacer; no nos quedamos quizás con los brazos cruzados, sin que nos digan nada quizá ya estamos disponiendo lo que habría que hacer, o le preguntamos a los interesados directamente en qué podemos ayudar. Es algo que nos surge espontáneo en un deseo de servicio, en una sensibilidad que llevamos en nuestro interior y que ojalá nunca perdamos.

A María le llegaron noticias, en este caso a través del ángel al mismo tiempo que ella también recibía una misión, de lo que estaba sucediendo allá en las lejanas montañas de Judea con su prima Isabel, que siendo ya mayor y después de mucho desearlo, estaba esperando un hijo. Y el evangelio nos dice sencillamente que María se puso en camino lo más rápido que pudo para ir a casa de Zacarías e Isabel.

Muchas veces hemos escuchado y meditado este pasaje evangélico. En la liturgia de en medio de semana ayer mismo lo escuchamos. No resta eso por repetido para que sigamos sintiendo ese evangelio, sintiendo, escuchando esa buena noticia – evangelio – que Dios tiene para nosotros hoy. La insistencia de un mismo texto en que contemplamos a María ponerse en camino ¿no será un signo, una llamada especial que Dios ahora, en el momento en que vivimos nos está transmitiendo?

No es en este caso la curiosidad, pero sí puede ser una invitación a una mirada con ojos distintos ese mundo en el que vivimos al que tenemos que servir como lo hizo María con aquellos ancianos en esas circunstancias concretas que estaban viviendo. Y esta llamada nos llega en estos momentos en que vamos a celebrar la Navidad, como una indicación, una dirección hacia donde tenemos que dirigir nuestros pasos. Fue presencia de Dios de una manera especial en aquel hogar de las montañas de Judea con la presencia de María.

Ya hemos meditado muchas veces toda la reacción que se produjo con la llegada de María, en la propia Isabel, en la criatura que llevaba en sus entrañas, posteriormente veremos también a Zacarías, el que en principio había dudado a pesar de ser un hombre de fe, pero que prorrumpirá en cánticos de alabanza a Dios consciente ya de todo el misterio de Dios que allí se estaba manifestando; fue finalmente la misma reacción de las gentes del lugar que se admiraban por todo lo que estaba sucediendo y les hacía preguntarse por el significado de todo ello.

Cuando por nuestra fe nos disponemos a celebrar Navidad ¿no tendríamos también que ponernos en camino con disposición en nuestro espíritu para abrirnos a algo nuevo que el Señor quiera manifestarnos? Podría estar pidiéndonos una nueva actitud de servicio, una nueva salida de nuestras rutinas de siempre para encontrarnos con alguien que esté necesitando algo de nosotros, de nuestra fe, de nuestro amor. Allí estaban unos ancianos que estaban solos y necesitados de ayuda en la montaña y María fue hasta ellos. ¿Habrá alguna soledad que podemos mitigar y consolar haciéndonos presente en la vida de alguien?

Todo aquel camino de María despertó la fe de aquella familia, primero Isabel llega a reconocer esa especial presencia de Dios porque se deja guiar por el Espíritu para reconocer la grandeza de María – la madre de mi Señor – para bendecirla por su fe, lo mismo que hará finalmente Zacarías. Nuestras actitudes, nuestra manera de celebrar la navidad y de vivir nuestra fe tendría que ser un rayo de luz, una llamada o un toque de atención a quienes están a nuestro lado para descubrir un nuevo sentido de la navidad.

¿Seremos capaces de despertar la fe de los que están a nuestro lado? Como aquellos vecinos de las montañas se preguntaban sobre el significado de todo lo que sucedía, ¿seremos también nosotros interrogante para alguien que les lleve a descubrir a Dios? Nos quejamos tantas veces de ese mundo que nos rodea que ha perdido la sensibilidad de la fe, a quienes nada les dice ya ni la religión ni el evangelio, y que nos miran a la Iglesia de una forma en que no nos sentimos a gusto, ¿en qué medida estamos siendo evangelio en medio de nuestro mundo? ¿En qué medida estamos siendo anuncio de esa buena noticia de salvación para el mundo de hoy?

Tenemos que decidirnos ya de una vez por todas a ponernos en camino. Es mucho lo que tenemos que llevar al mundo que nos rodea. Es hermoso el anuncio que tenemos que hacer y que no podemos ocultar. Hagamos que brille un poquito más esa luz de Jesús, esa luz del evangelio. Pongámonos en camino de evangelio.

sábado, 21 de diciembre de 2024

Alegría de la próxima navidad que nos pone en camino de fe y alabanza, de servicio como respuesta a la acción de Dios, de realización de una misión

 


Alegría de la próxima navidad que nos pone en camino de fe y alabanza, de servicio como respuesta a la acción de Dios, de realización de una misión

Cantar de los Cantares 2, 8-14; Salmo 32; Lucas 1, 39-45

En nuestros ambientes todo suena a fiesta y alegría en estos días. Músicas que nos encantan y quieren despertar nuestros mejores sentimientos con recuerdos, es cierto, que en ocasiones se llenan de melancolía, luces que parpadean invitándonos a poner color en la vida, invitaciones que quieren significar encuentros festivos que quieren amasar compañerismo y amistad, palabras de felicitación que nos entrecruzamos, decimos, con los mejores deseos.

Una alegría que para muchos significa tirar la casa por la ventana, una alegría que a veces muy envuelta de consumismo aunque lo queremos disimular con que son regalos de amistad, una alegría que sin embargo algunas veces quiere ocultar ciertas sombras que llevamos en los ojos o en el corazón – los ojos son reflejo de lo que llevamos o no llevamos en el corazón – y que nos preguntamos si es verdadera y auténtica.

Decimos, que es alegría, porque es navidad. Pero, ¿Dónde está de verdad el sentido de esa navidad? ¿Aparecerá detrás de esa fiesta y de toda esa alegría que queremos manifestar y expresar? Aunque parezcan mis palabras como un jarro de agua fría, creo que tendríamos que entrar en una honda de sinceridad y hacernos las preguntas sin miedo.

Los cristianos que queremos prepararnos a fondo para esa celebración de la navidad hemos ido dejándonos conducir por la Palabra de Dios que a lo largo del Adviento se nos ha venido proclamando para encontrar ese hondo sentido de nuestra fiesta, que no se quede en recuerdos melancólicos, como para muchos es navidad.

Ahora ya en esta semana inmediata hemos ido siguiendo el texto del inician de los evangelios de Mateo y de Lucas. Hoy se nos presenta el relato del camino de María desde Nazaret a la Montaña a casa de su prima Isabel, de la que ha tenido María conocimiento a través del ángel de su embarazo y cercano nacimiento de su hijo.

María sorprendida en la aparición del ángel con el anuncio de que iba a ser la Madre de Dios y con conocimiento de lo que sucedía también en las Montañas de Judea en casa de Zacarías e Isabel, corre presurosa, como nos dice el evangelio, para estar allí al lado de su prima. La alegría que desbordaba en María por el misterio de Dios que en ella se estaba gestando y realizando no la encierra en si misma sino que corre presurosa para el servicio allí donde una mujer joven podía mejor prestarlo.

Pero contemplamos también la alegría de Isabel al recibir a María; inspirada por el Espíritu del Señor conoce Isabel la importancia de aquella visita. Quien ante ella estaba era la madre de su Señor, la madre de Dios. Desborda de gozo Isabel y su alegría le conduce a la mejor confesión de fe. ‘¿De donde a mi que venga a visitarme la madre de mi Señor?’ Todo se vuelve bendiciones y alabanzas. Ha llegado a su casa la agraciada de Dios – recordamos lo que le había dicho el ángel a María, ‘has encontrado gracia ante Dios’ – e Isabel la bendice y la llama dichosa por su fe, porque ‘todo lo que le ha dicho el Señor se cumplirá’.

Pero no se quedan ahí los sones de alegría de aquellos momentos. ‘En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre’. Es también la alegría del que iba a ser el precursor del Mesías, del que venía ‘a preparar los caminos del Señor preparando para Dios un pueblo bien dispuesto’. Una alegría que recuerda lo que es la gloria del Señor pero una alegría que también pone en camino, como lo había hecho con María, para cumplir una misión.

La presencia de María, verdadero sagrario de Dios, en aquellos momentos estaba confirmando la misión del Bautista. Los saltos de alegría en el vientre de su madre eran anuncio de que se sentía en la presencia de quien venía como Salvador, pero era comienzo de algo que se iba a extender más allá de aquellas montañas de Judea. Como luego escucharemos la gente se preguntaría que sería de aquel niño en quienes tantas señales de Dios se estaban manifestando, pero era como un adelanto del anuncio que allá en el desierto junto al Jordán habría de realizar.

Alegría cuando sentimos el misterio de Dios en nuestra vida que nos tiene que llevar necesariamente a ponernos en camino, un camino de servicio, un camino de fe y de alabanza, un camino para realizar una misión. ¿Será así la alegría de nuestra navidad?

 

viernes, 20 de diciembre de 2024

Sorprendidos pero humildes, sobrecogidos ante lo sobrenatural pero agradecidos por tanto amor, es la respuesta de nuestra fe, sentido profundo de nuestra navidad

 

Sorprendidos pero humildes, sobrecogidos ante lo sobrenatural pero agradecidos por tanto amor, es la respuesta de nuestra fe, sentido profundo de nuestra navidad

Isaías 7, 10-14; Salmo 23; Lucas 1, 26-38

Las sorpresas de Dios siempre nos dejan boquiabiertos. Donde menos lo esperamos, quizás lo que menos esperamos, nunca en la forma cómo nosotros nos lo imaginamos Dios nos sorprende. Aunque tenemos un peligro, no dejarnos sorprender porque ya nada buscamos, no dejarnos sorprender porque nos hemos saciado de tantas cosas sin sabor que hemos perdido la sensibilidad, no dejarnos sorprender porque en nuestra autosuficiencia decimos que ya nada necesitamos, que lo espiritual no nos interesa, que nos bastamos a nosotros mismos con nuestros juguetes o jugando a creernos dioses que estamos por encima de esas cosas que ya nos parecen insulsas. Pero Dios sigue viniendo a sorprendernos con su amor.

Necesitamos humildad para dejarnos sorprender con las cosas de Dios, aunque nosotros sigamos jugando a hacernos dioses que están por encima de todas esas cosas. En el mundo en el que vivimos nos hemos llenado de autosuficiencia y hasta hemos querido transformar las cosas más sagradas a nuestra medida, desvirtuamos todo lo sagrado queriendo darle nuestras humanas o interesadas explicaciones y nos hemos materializado desacralizado tanto que queremos desterrar todo sentimiento religioso y transformarlo todo a nuestro sentido materialista de la vida.

Desvirtuamos las palabras que siempre han estado cargadas de un sentido espiritual para hacerlo todo mundano y que solo satisfaga nuestras sensaciones más primarias. ¿No estamos llegando a un punto, por ejemplo, que la palabra navidad ya no tiene nada que ver con la Encarnación de Dios que se hace hombre y presente en nuestra historia? ¿Qué es navidad para la mayoría de la gente que nos rodea en nuestro mundo de hoy? En algunos sitios hasta hacen desaparecer las imágenes que estén relacionadas con lo espiritual para sustituirlas por aquellas cosas que nos puedan llamar al consumo y una fiesta donde esté ausente Dios.

Los cristianos – y tenemos que decir que todo el mundo de hoy y esa sería nuestra tarea evangelizadora de anuncio del evangelio – necesitamos escuchar de nuevo un evangelio como el que hoy se nos ofrece, siempre novedad de evangelio a pesar de todas las veces que lo hayamos escuchado. Dios que viene a plantar su tienda entre nosotros para ser Emmanuel de verdad en medio de nuestro mundo y escoge a una joven doncella de Nazaret para que sea su madre. Así de sencillo y grandioso es el evangelio que hoy se nos ofrece.

María se sorprende ante la visita del ángel, nos dice el evangelista, y se puso a considerar todo aquello que contemplaba y escuchaba. Se quedó boquiabierta, en la expresión que empleábamos al principio. Podíamos decir que no se lo podía creer. Estaba siendo llamada la agraciada del Señor, aquella en quien Dios se había fijado y que quería contar con ella para el misterio más maravilloso de su amor, hacerse hombre naciendo de una mujer.

El ángel le explica con palabras que solo una persona de fe puede llegar a comprender. Nace esa fe desde esa sorpresa de Dios. Dios se nos manifiesta y nos hace conocer lo que es su voluntad, lo que son sus planes y le damos la respuesta de la fe, como lo hizo María.

Para quien es ajeno a la fe porque no quiere dejarse sorprender por Dios le puede parecer una escena increíble y que puede quedarse como en un mito. Pero si tenemos humildad, como la tenía María, que le costaba comprender pero hacía preguntas, que le parecía algo muy grande para ella que se siente muy pequeña, pero que se deja conducir, podremos entrar nosotros también en esa sintonía de Dios, en esa sintonía de lo espiritual, en esa apertura de nuestro espíritu a lo sobrenatural porque nos sobrepasa pero de lo que nos sentimos agradecidos porque descubrimos que es un regalo de amor.

Sorprendidos y boquiabiertos pero humildes, sobrecogidos ante lo sobrenatural pero agradecidos por tanto amor, es la respuesta de nuestra fe, es el sentido que tenemos que darle desde lo más profundo a nuestra navidad.