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miércoles, 30 de julio de 2014

Estar atentos para descubrir y discernir ese tesoro de gracia que Dios va poniendo cada día a nuestro lado

Estar atentos para descubrir y discernir ese tesoro de gracia que Dios va poniendo cada día a nuestro lado

Jer. 15, 10.16-21; Sal.58; Mt. 13, 44-46
Volvemos a encontrarnos con las parábolas del tesoro escondido y de la perla preciosa. Al estar escuchando en el ciclo A los domingos el evangelio de san Mateo, nos hace esta coincidencia con las lecturas en medio de la semana en las que en estos días escuchamos también el Evangelio de San Mateo; por ello hemos escuchado y meditado hace pocos días estas mismas parábolas.
Nos habla de un tesoro que alguien se encuentra, por así decir, de improviso en el campo; o de la perla preciosa y de gran valor que también en un momento determinado casi sin buscarla la encuentra un comerciante que se dedica a esos negocios. Harán todo lo posible por conseguir tanto fuera el tesoro escondido o la perla preciosa y de gran valor.
Podía hablarnos así de entrada de lo que es la gratuidad del Reino de Dios o de la fe. Es un don de Dios; gracia, decimos, lo que significa gratuito. Así es el amor del Señor. El nos amó primero y es El quien nos regala su vida, quien además cuando nosotros no habíamos obrado bien sigue buscándonos y ofreciéndonos su gracia, ofreciéndonos su perdón. Creo que podría ser un primer aspecto que tendríamos que destacar y que nos ha de mover a ser agradecidos con el Señor por todo el regalo de su amor.
Pero hemos de estar atentos a esa gracia del Señor, llamadas de amor que el Señor continuamente nos está haciendo. Es el corazón humilde del que busca y además se deja guiar. Nunca el orgullo ni la autosuficiencia fueron buenos para encontrar a Dios. Aquellos hombres de los que nos hablan las parábolas, tanto el que encontró el tesoro en el campo como el comerciante, estaban atentos a cuanto pudieran encontrar. Muchos pasaron quizá por aquel campo y no vieron el tesoro; muchos quizá tuvieron aquella piedra preciosa en sus manos y no supieron discernir su valor. Hay que aprender a descubrir ese tesoro. Hay que tener sensibilidad para descubrir y discernir las cosas de Dios.
Cuántas veces nos sucede en la vida que pasamos al lado de algo valioso, o al lado de alguien de quien pudiéramos recibir algo, aprender algo que fuera beneficioso para nosotros y no nos damos cuenta; vamos entretenidos en nuestras cosas que nuestros ojos pudieran ver, pero no ven. Cuantas señales de su amor va poniendo Dios junto a nosotros y no las vemos porque nuestros ojos están cegados, porque no sabemos discernir los signos y señales que Dios pone a nuestro paso. Es la atención y la búsqueda, pero son también los ojos limpios para ver, los ojos que no se dejan cegar, el corazón que sabe discernir lo que sucede y sabe entrar en sintonía con lo que es el amor de Dios.
Una vez encontrado tenemos que saberlo valorar. Los hombres de las parábolas vendieron cuanto tenían porque querían tener aquel tesoro o aquella perla preciosa. Nada tenía ya valor para ellos sino ese tesoro que habían encontrado por el que merecía la pena desprenderse de cuanto hasta entonces tenían. ¿Seremos capaces de actuar así en lo que se refiere a nuestra fe? ¿será en verdad importante la vida eterna que Jesús nos ofrece? ¿será para nosotros importante nuestra fe? ¿consideraremos seriamente que el Evangelio de Jesús es el verdadero tesoro de nuestra vida?
Pidámosle al Señor que nos dé ojos de fe para saber descubrir lo que es el verdadero sentido de nuestra vida. Que sepamos estar atentos para descubrir y discernir ese tesoro de gracia que Dios va poniendo cada día a nuestro lado. Es un don de Dios, pero un don de Dios que luego nosotros hemos de cultivar; como la semilla que cae en tierra pero que luego hemos de cultivar, como la viña que tenemos que atender en los múltiples trabajos que hay que realizar para que al final pueda dar fruto y tengamos buena cosecha. Tenemos que cultivar esa fe, rumiándola y madurándola, buscándola ansiosos, pero cuidándola luego para que no la perdamos y alimentándola para que llegue a dar fruto en nuestra vida.

Que el Señor nos ayude para que sepamos valorar ese tesoro de gracia que cada día nos regala.

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