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domingo, 5 de octubre de 2025

Siervos tuyos somos, aunque nos sintamos pequeños e insignificantes, pero hemos hecho lo que teníamos que hacer… Auméntanos la fe

 


Siervos tuyos somos, aunque nos sintamos pequeños e insignificantes, pero hemos hecho lo que teníamos que hacer… Auméntanos la fe

Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4; Salmo 94; 2 Timoteo 1, 6-8. 13-14; Lucas 17, 5-10

¿A dónde vamos a parar?, nos preguntamos muchas veces. ¿Los problemas de la vida? ¿La situación en tantos ámbitos distintos por donde vemos que discurre la vida? Pensamos quizás en la indiferencia de tantos que los vuelve insolidarios, pensamos en las diferentes inquietudes sociales que vemos que se van manifestando, la violencia que marca nuestras relaciones tanto entre los más cercanos como en el ámbito más amplio de la sociedad, ya sean las guerras que no paran en nuestro mundo, ya sea la acritud que se va manifestando en las relaciones de los unos y los otros tanto de individuos cercanos como vemos también en el ámbito de lo social o de la vida política, tantas cosas que cuando nos ponemos a pensar en ellas termina doliéndonos la cabeza, pero más aun, el corazón. Y no digamos la pendiente por la que se va deslizando todo lo referente a lo religioso, humano y cristiano que parece que no levantamos cabeza.

¿A dónde vamos a parar?, nos preguntábamos al principio, pero quizás en los que aun nos queda la sensibilidad de la fe nos queda el pedir, ‘Señor, auméntanos la fe’. porque nos llenamos de dudas, porque se enfría nuestro espíritu, porque suceden tantas cosas que nos interrogan por dentro sobre el sentido de lo que estamos haciendo, porque contemplamos ese enfriamiento espiritual que también a nosotros nos envuelve, y que hace que tantos vayan abandonando el espíritu religioso más elemental, aunque luego andemos buscando soluciones en no sé cuantas cosas que nos aparecen de acá o de allá, esoterismos, espiritualidades orientales, y no se cuantas cosas más a las que ahora se les da más importancia que a una verdadera religiosidad desde el sentido cristiano que ha sido el alimento de nuestra vida.

‘Señor, auméntanos la fe’, tenemos que decir. Como decía también aquel hombre que rogaba por la curación de su hijo y Jesús lo invitaba a la fe y a la confianza, ‘Señor, yo creo pero aumenta mi fe’. Y Jesús seguirá insistiéndonos como lo hacía con Jairo cuando le traían las malas noticias de la muerte ya de su niña, ‘basta con que tengas fe’. Con humildad también nosotros acudimos como aquel centurión del evangelio, ‘no soy digno de que entres en mi casa, pero una sola palabra tuya bastará para salvarse’.

Hoy nos habla Jesús de la fe aunque fuera solamente del tamaño de un granito de mostaza, pero que es capaz de realizar grandes maravillas. Jesús para hablarnos utiliza imágenes un tanto espectaculares, propias también de una época como la vivida en los tiempos en que se nos trasmitieron los evangelios. No es cuestión de que vayamos haciendo el trasplante de árboles de un lado para otros, desde la montaña al mar o lo que sea. Son imágenes que nos hablan de una transformación interior que tiene que ser muy significativa en nuestra vida.

Es el hacer eso que tenemos que hacer, eso que es nuestra vida diaria pero con un espíritu de fe, poniendo nuestra confianza total en Dios. Nuestra fe no son unas doctrinas que tenemos que aprender, aunque en la base tiene que estar todo un sentido de Dios. Es la confianza con la que nos sentimos cuando confiamos en aquel que amamos y de quien nos sentimos amados.

Podremos vernos envueltos en las peores tormentas, pero sabemos de quien nos fiamos, en quien ponemos toda nuestra confianza. La fe no es darnos las soluciones fáciles establecidas ya como en un protocolo que nos dice lo que tenemos que hacer y lo que no, sino un confiarnos en el amor. Y eso nos hará caminar en paz, porque nos sentimos seguros a pesar de todos los vaivenes que en la vida nos iremos encontrando. Y la barca de nuestra vida camina segura a puerto, no nos faltará ese faro que nos oriente para encontrar camino a pesar de la tormenta, no nos faltará esa estabilidad que nos haga navegar con celeridad para sortear esas dificultades que vamos a encontrar. Como nos decía el profeta Baruc, ‘el justo por su fe vivirá’.

Seguimos haciendo nuestro camino con confianza, con fe. Conscientes de la misión que tenemos que desarrollar, del anuncio de vida que tenemos que hacer, del sentido de amor con que tenemos que envolver toda  nuestra vida, de las responsabilidades que tenemos que asumir. Misioneros de evangelio tenemos que ser en medio de nuestro mundo, porque nuestro mundo sigue necesitando esa buena nueva de salvación que lo transforme y que nos haga a nosotros unos hombres nuevos. ‘Siervos tuyos somos, aunque nos sintamos pequeños e insignificantes, pero hemos hecho lo que teníamos que hacer’, como nos dice el evangelio.

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