Amar
no es una cosa cualquiera, es algo profundo que nos transforma desde dentro, no
es simplemente hacer cosas buenas, en el amor encontraremos la plenitud de
nuestro ser
1 Reyes 18, 20-39; Salmo 15; Mateo 5, 17-19
Bueno, yo trato de ser bueno con todo
el mundo, intento no molestar ni ofender a nadie, soy amigo de mis amigos y
ayudo a los que me ayudan, pero que no se metan conmigo, que yo tampoco me meto
con nadie, no necesita más, ni tanto rezo, ni tanta Iglesia, que para ser bueno
no necesita más.
Así piensan algunos y actúan en
consecuencia y por supuesto respetamos y valoramos la congruencia que pueda
haber en sus vidas, así sentimos en ocasiones la tentación de pensar y de
actuar nosotros también, porque quizás la vida nos haya quemado mucho, porque no
hemos encontrado las satisfacciones que nosotros queríamos, porque quizá un día
recibimos un palo de donde menos esperábamos y nos sentimos defraudados, pero
¿realmente nos podemos quedar satisfechos de un actuar así, de esa manera?
Algunas veces nos volvemos medio
anarquistas y quisiéramos quitar todo lo que suene a mandato, que cada uno
actúe, decimos, según su conciencia, que no necesitamos mandamientos ni reglas,
y estaríamos incluso dispuestos a hacer una revolución en ese sentido. Nos
sucede hoy, pero han sido cosas que han sucedido en todos los tiempos. En
cierto modo añoramos revoluciones que todo lo cambien, que eliminen todo lo del
pasado y que comencemos de nuevo y de cero. ¿No será algo de esto también lo
que estamos viendo en nuestra sociedad hoy con movimientos que decimos nuevos
que surgen, pero que son tan antiguos como toda la historia de la humanidad?
Algunos también cuando Jesús comenzó a
predicar por Galilea y hablaba de algo nuevo cuando hablaba del Reino de Dios,
quizás de alguna manera estaban pensando en una revoluciona si. Había entonces también
ciertos movimientos de resistencia, de renovación, de deseos de cambio, que en
cierto modo lo concretaban algunos sectores en una liberación de Israel de
yugos extranjeros que consideraban opresores. ¿Se habrían imaginado que Jesús
iba por esos caminos? Algunas inquietudes en ciertos sectores iban apareciendo
en quienes de entrada rechazaban a Jesús.
Pero hoy vemos que Jesús habla claro.
Estamos en lo que llamamos el sermón del monte, por el lugar en que sitúa Mateo
estas palabras de Jesús que vienen a ser como un resumen de lo que El venía a
enseñarnos lo que era el Reino de Dios que anunciaba. Era la Buena Noticia que
había que aceptar y creer en ella, y para lo que se necesitaba también una
renovación profunda del corazón; por eso hablaba Jesús de conversión.
Y Jesús nos habla de que El no viene a
anular la ley, sino a darle plenitud. Como decíamos antes queremos quitar de en
medio todo lo que signifique mandato, mandamiento, reglas de vida, porque
pensamos que todo eso coarta nuestra libertad; claro consideramos que libertad
es hacer lo que a cada uno le de la gana. Pero Jesús viene a decirnos que lo
que tenemos que hacer es encontrar el sentido de esos mandamientos; como nos
dice El, que le demos plenitud, que le demos sentido, que le demos hondura a la
vida.
No se trata de que vayamos como
corderitos cumpliendo a la letra lo que son las normas, si para nosotros no
tienen sentido; entonces sí que estaríamos siendo de alguna manera esclavos de
la letra. Jesús quiere que le demos plenitud, que encontremos de verdad el
sentido de todas las cosas. ‘No creáis que he venido a abolir la Ley y los
Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que
antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra
o tilde de la ley’.
Es el verdadero camino que hemos de
hacer. Y Jesús vendrá a decirnos a lo largo de todo este sermón de la montaña
que será el amor en lo que encontremos esa plenitud, pero eso nos dirá al final
que es su único mandamiento. Pero amar no es una cosa cualquiera; amar es algo
profundo que nos transforma desde dentro; amar no es simplemente hacer cosas
buenas, sino que Jesús nos irá hablando de la amplitud de todo lo que significa
ese amar. Ya lo iremos escuchando.
¿Cuál es la postura que allá en lo más
hondo de nosotros mismos tenemos ante los mandamientos del Señor?
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