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martes, 27 de octubre de 2009

Unas pequeñas semillas de mostaza y unos granos de levadura

Rom. 6, 18-25
Sal. 125
Lc. 13, 18-21


‘¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿a qué lo compararé?’ Y nos habla Jesús de la mostaza y nos habla de la levadura. Algo pequeño e insignificante que se hace planta grande o que colocada en pequeñas proporciones en medio de la masa la hace fermentar y la transforma.
El Reino de Dios, pequeño e insignificante en los comienzos de la predicación del Evangelio pero que se ha extendido a todas partes y a través de todos los tiempos dando un sentido nuevo al mundo y a la sociedad. Unos discípulos reclutados en principio entre pescadores o discípulos de Juan. Un grupo de doce apóstoles que en los momentos difíciles de la pasión se dispersaron. Un pequeño grupo que no llegaba a un centenar de discípulos que a partir de Pentecostés comienza a crecer y con el paso de los siglos vemos extendida su semilla por el mundo entero. Es la fuerza del Reino de Dios que crece y se extiende por todas partes.
Creo que no podemos perder de vista hoy el sentido de las parábolas que siguen siendo muy válidas en todo tiempo y para nuestro tiempo. Por el Evangelio, el Reino de Dios tiene que seguir siendo el dinamizador y transformador de la sociedad en que vivimos, como transformador desde lo más hondo del corazón del hombre.
Nos pueden parecer tiempos difíciles los que vivimos. Creo que todos los tiempos a través de la historia han tenido sus propias dificultades. Nos puede parece que se haya diluido en nuestra sociedad hoy el mensaje cristiano y del evangelio. Muchas nos pueden parecer las sombras que nos rodean cuando vemos una pérdida de fe en tantos y la aparente desaparición de valores evangélicos y cristianos.
Pero siguen habiendo semillas del Reino de Dios en medio de los hombres. La fe sigue iluminando muchos corazones, y muchos valores nacidos del corazón del evangelio, paz, justicia, verdad, amor… quedan como rescoldos que reavivar en muchos en nuestra sociedad. Serán semillas pequeñas como las de la mostaza, o unos pequeños granos como los de la levadura. Pero tienen el poder de la gracia, tienen la fuerza de Dios. Han de seguir siendo dinamizadores y transformadores de nuestra sociedad.
Por eso mismo digo que el sentido de estas parábolas nos siguen siendo válidos y hemos de saber apoyarnos en ellos para darle fuerza y sentido a nuestra labor y tarea cristiana. Meditar estas parábolas además nos tiene que llenar de esperanza, porque eso quiere despertar el Señor en nuestro corazón para que aprendamos además a confiar en El.
Podremos parecer pocos, un resto, pero tenemos que ser ese puñado de levadura que haga fermentar con los valores del Evangelio nuestra sociedad. No hemos de acobardarnos ni tener miedo a la tarea. Tenemos que creer en la Palabra de Jesús. Y creer que es posible y que se hace realidad en nosotros y en nuestra vida.
Necesitamos orar mucho en la presencia del Señor para sentir la fuerza de su Espíritu que impulsa a la Iglesia a su tarea evangelizadora. Hemos de orar mucho para, en la presencia del Señor, descubrir los caminos que El nos inspira. Es su obra y no nos deja solos; nos asiste con la fuerza y la inspiración del Espíritu.
De ninguna manera podemos decir que ‘no hay nada que hacer’, como hacen muchos derrotistas. Ese no puede ser el sentimiento de un cristiano. Esa pequeña semilla puede darnos una planta grande. Ese pequeño puñado de levadura puede en verdad transformar nuestro corazón primero y transformar nuestro mundo. Repito, confiemos en la Palabra de Jesús.

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