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viernes, 17 de julio de 2015

Pongámonos en el pellejo del pecador arrepentido para quien no se tiene misericordia y se le tiene para siempre discriminado

Pongámonos en el pellejo del pecador arrepentido para quien no se tiene misericordia y se le tiene para siempre discriminado

Éxodo 11,10-12,14; Sal 115; Mateo 12,1-8
‘Si comprendierais lo que significa "quiero misericordia y no sacrificio", no condenaríais a los que no tienen culpa’. ¡Qué actualidad tienen estas palabras de Jesús! Pareciera que nos lo está diciendo de una forma muy directa y concreta pensando en los hombres y mujeres de nuestro tiempo, pensando, sí también, en las instituciones de nuestro tiempo.
Qué fácil nos es condenar y qué difícil comprender, tener misericordia y perdonar. Claro que hemos de entender que las palabras de Jesús no fueron solo dichas para los hombres de su generación respondiendo a las situaciones concretas que entonces se vivían. Son para nosotros palabras del Señor que nos dice hoy respondiendo también a situaciones que vivimos los hombres de todos los tiempos, también para nosotros hoy.
Misericordia, y porque no tenemos misericordia juzgamos y condenamos; porque no tenemos misericordia nos hacemos leguleyos y estamos queriendo aplicar la ley a rajatabla - y sin misericordia - en todo momento y ante cualquiera; porque no tenemos misericordia hemos quitado la capacidad de comprensión en nuestro corazón y no somos capaces de mirarnos a nosotros mismo que tenemos la viga en nuestro ojos para fijarnos solo en la pajuela que pueda tener el ojo ajeno; nos hacemos justicieros, y decimos que en nombre de la justicia tenemos que defender a quienes son maltratados, pero no somos capaces de tener ojos compasivos y misericordiosos para el pecador que es cierto que cometió la injusticia pero que necesita una mano que lo ayude a levantarse y a rehacer su vida.
¿Es que las personas porque sean pecadoras ya no pueden cambiar nunca y siempre la vamos a mirar con el sambenito de su pecado? Yo miro el evangelio y no creo que esa sea la actitud de Jesús con los pecadores, porque a la magdalena y la mujer pecadora que le perdonó sus muchos pecados no la tuvo apartada para siempre echándole en cara siempre sus pecados; a Zaqueo al que hizo bajar de la higuera, una vez que cambió su vida desde la misericordia del Señor ya no lo tuvo para siempre como un pecador; porque a la mujer adultera una vez que le perdonó sus pecados la levantó para que volviera a su vida y fuera tratada ya para siempre como una mujer perdonada.
Pero nosotros en nuestros juicios, nuestras instituciones en sus leyes, parece que al pecador siempre lo van a considerar como un leproso apartado de todos y discriminado para siempre. Y queremos ser unos puros y buenos, y queremos una iglesia pura, que algunas veces parece que hacemos puritana, pero nos hace falta que llenemos nuestro corazón, nuestras actitudes y posturas, nuestras normas de vida y nuestras costumbres de misericordia, de compasión, de amor, porque ya nos dice Jesús que seamos compasivos y misericordiosos como nuestro Padre celestial es compasivo y misericordioso.
¿Nos habremos puesto alguna vez en el pellejo del pecador que se ha arrepentido pero para quien no se tiene misericordia y se le tiene para siempre discriminado?

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