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martes, 20 de mayo de 2025

No es desde los gritos estentóreos llenos de violencia y resentimiento como tenemos que buscar la paz que tanto necesitamos, miremos a Jesús y el camino del calvario

 


No es desde los gritos estentóreos llenos de violencia y resentimiento como tenemos que buscar la paz que tanto necesitamos, miremos a Jesús y el camino del calvario

Hechos 14, 19-28; Salmo 144; Juan 14, 27-31a

Podríamos comenzar por decir que la paz es el anhelo más hondo que hay en el corazón del hombre. Sin paz no somos nada. Vemos cómo se desmoronan los pueblos por falta de paz. Y quizás lo primero que nos venga a la mente son las imágenes que nos llegan todos los días por diferentes medios de cómo se destruyen los pueblos y ciudades, cómo se destruye la vida en esas guerras que azotan a nuestro mundo, unas más publicadas que otras, algunas muchas veces olvidadas porque las vemos en la lejanía, pero no terminamos de acostumbrarnos a tanta destrucción.

Pero la falta de paz no solo produce esa destrucción más externa, que vemos más con los ojos de la cara, pero sentimos que esa falta de paz corroe por dentro las relaciones de las personas, de las familias, de las comunidades y cuánta es la destrucción que se va produciendo también. Y no miremos solo hacia fuera, sino miremos a nuestro interior cómo hay tantas cosas que nos corroen por dentro, nos hacen perder la paz y con ella perdemos todo el equilibrio que necesitamos como personas.

Hoy nos está diciendo Jesús que quiere la paz para nosotros, que viene a traernos la paz. Surge, es cierto, esa primaria plegaria de pedirle la paz para nuestro mundo atormentado por tanta violencias y tantas guerras que nos hacemos los unos a los otros de tantas maneras. Y no podemos dejar de pedirlo, pero cuando Jesús nos está hablando de paz hoy quiere decirnos mucho más. Porque nos dice que no nos la da como la da el mundo. ¿Es solo hacer silencio de las armas? ¿Son los gritos estentóreos con los que gritamos en contra de esas guerras o de quienes las producen? ¿Qué paz llevamos dentro de nosotros tras esos gritos estentóreos tan llenos de radicalismos, tan envueltos en odios y resentimientos, tan proclamados incluso con violencias, tan reclamados con deseos de venganza y de exclusiones para crear más abismos entre unos y otros? ¿Creando abismos lograremos al final tener paz? ¿No será eso lo que estamos viendo en el entorno de nuestro mundo cuando se manifiestan pidiendo la paz?

Por eso nos dice Jesús que no nos da la paz como la da el mundo. Y fijémonos que lo está diciendo en un momento en que El mismo se va a ver envuelto en esa violencia que lo llevará a la pasión y a la muerte. Y Jesús mantiene el anuncio de esa paz, el ofrecimiento de esa paz y nos está señalando cual es el verdadero camino, cuales han de ser los presupuestos para que logremos esa paz. Por amor Jesús subirá al calvario, en ese supremo momento estará incluso pidiendo perdón por aquellos que lo están crucificando ofreciendo incluso una disculpa porque no saben lo que hacen; podrá sentir todo el vacío del mundo, que puede parecer incluso vacío de Dios, pero El seguirá poniéndose en las manos de Dios, en las manos del Padre.

¿No nos estará enseñando Jesús cual es el camino para que lleguemos a esa paz?  Cuando pasen todos estos momentos de sombras y volvamos a encontrarnos con la luz y con la vida, ese será el saludo de Jesús, la paz. Fueron sus primeras palabras en el encuentro con los discípulos en el cenáculo. Por eso ahora nos dirá también que a pesar de todo lo que pueda pasar no se nos enturbie el corazón. ‘Que no se turbe el corazón ni se acobarde’. Necesitamos escuchar claramente esas palabras de Jesús. En los Hechos de los Apóstoles que hoy también escuchamos, tras aquellos momentos de violencia en que incluso apalean a Pablo dejándolo incluso por muerto, a la mañana siguiente Pablo se levanta y entra de nuevo en la ciudad. No había perdido el coraje de la paz.

¿Y qué hacemos nosotros? ¿Cómo comenzaremos a construir esa paz que tanto necesitamos? ¿Habremos aprendido del camino de Jesús? ¿Sabremos poner ese amor en la vida en el que vamos a encontrar esa fortaleza para que nuestro corazón no se acobarde a pesar de que veamos todo lo que cuesta conseguir esa paz? ¿Llegaremos a entender que el presupuesto del perdón es condición necesaria para alcanzar la paz?

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