miércoles, 2 de octubre de 2024

Entremos sin miedo en ese mundo espiritual y sobrenatural, que nos eleva y nos engrandece, que nos hace vivir la presencia de Dios en nuestra vida que son los ángeles

 


Entremos sin miedo en ese mundo espiritual y sobrenatural, que nos eleva y nos engrandece, que nos hace vivir la presencia de Dios en nuestra vida que son los ángeles

Job 9,1-12.14-16; Salmo 87; Mateo 18, 1-5. 10

En las inseguridades en que vivimos actualmente continuamente buscamos o exigimos unos medios con los que nos encontremos seguros; ponemos alarmas en nuestras casas y posesiones, queremos la presencia de los agentes de la autoridad en nuestras calles, en cualquier aglomeración de personas se cuidan las medidas de seguridad al máximo, contratamos servicios de seguridad privada para multitud de ocasiones y cosas de la vida. Podemos seguir pensando en muchas más cosas en este aspecto como los seguros para cualquier actividad, por ejemplo, pero no queremos extendernos en excesivo.

Queremos en fin de cuentas tener seguridad nosotros mismos, queremos seguridad para nuestras posesiones, queremos que no haya ningún peligro para nadie. Nos preocupamos de nuestra integridad física, de nuestros bienes y posesiones, o incluso de las actividades que realicemos. Pero ¿solo para eso es para lo que tendríamos que tener una seguridad? ¿Sólo esos son los peligros que nos pueden acechar? ¿Esa es la única pérdida de vida por la que nos preocupamos? Y nuestra integridad espiritual, ¿cómo la cuidamos?

Hoy en la liturgia de la Iglesia estamos celebrando una festividad a la que parece que no le damos mucha importancia, que pasa desapercibida, y algunos podrían hablarnos de conceptos o de ideas trasnochadas. Hoy estamos celebrando la festividad de los Santos Ángeles Custodios.

Los mayores quizás recordamos aquellas oraciones que nos enseñaron de niños ‘cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos que me acompañan…’ o recordamos quizás aquellos cuadros que colgaban en las cabeceras de nuestras camas con una imagen del Ángel Custodio que protegían a unos niños de los peligros. Nos quedamos quizás es una imagen demasiado infantil, como si solo fueran para custodiar a los niños y nos olvidamos de una riqueza espiritual muy grande que tendría que acompañarnos en verdad toda la vida.

En la Biblia se nos habla de los ángeles como signos de la presencia de Dios o que manifestaban la presencia de Dios a los antiguos patriarcas de la Biblia. Era el ángel del Señor el que se manifestaba como signo de esa presencia de Dios; era el ángel del Señor el que acompañaba al pueblo en su peregrinación por el desierto hacia la tierra prometida; era el ángel del Señor que se manifestaba, aunque fuera en la imagen de los sueños, para señalar a los hombres cuales eran los caminos de Dios y cuál era la voluntad del Señor.

Hablamos en ese lenguaje figurado, enigmático si queremos llamarlo así, o misterioso propio de la Biblia y sus tiempos, pero que siguen siendo imagen que nos recuerda esa presencia de Dios a nuestro lado, en la inspiración que tantas veces sentimos en nuestro interior. ¿Quién no ha sentido en lo intimo de su ser algo por encima de lo natural que le hacía presentir un peligro, o que le hacia descubrir algo nuevo y bueno que podría realizar? Hablan de presentimientos, ahora emplean no sé qué palabras traídas no sé de donde, pero, ¿por qué no pensar en esa inspiración de Dios, en esa presencia del ángel del Señor junto a nosotros que nos preserva del mal, o que nos abre nuevos caminos de bien y de bondad?

¿No nos habremos sentido seguros en momentos o situaciones difíciles que no sabíamos quizás como afrontar, pero donde sentimos una fortaleza interior que nos hacía estar incluso por encima de nosotros mismos? ¿Por qué no pensar en esa fortaleza que Dios nos da, en esa presencia de sus ángeles que nos libran del mal?

Sí, los ángeles custodios. Hoy nos ha hablado Jesús de los ángeles de aquellos niños que hemos de saber acoger que están en la presencia de Dios. Recordamos al arcángel san Rafael celebrado hace unos días que le decía a Tobías que era él quien presentaba ante Dios sus oraciones. Son los ángeles que servían a Jesús después de las tentaciones del desierto, como nos habla el evangelio, que están también a nuestro lado para inspirarnos, para acompañarnos, para hacernos sentir esa presencia y esa fortaleza de Dios.

Entremos sin miedo en ese mundo espiritual, que no mágico, pero sí sobrenatural, que nos eleva y nos engrandece, que nos hace vivir la presencia de Dios en nuestra vida, que nos da esa fortaleza interior que necesitamos, que inspira en nuestro corazón el mejor amor que ha de llenar e inundar nuestra vida.

martes, 1 de octubre de 2024

 


En un mundo que quizá no entienda o nos rechace por nuestra manera de ver las cosas, nuestra decisión tiene que ser firme de seguir los pasos de la pascua de Jesús

Job 3,1-3.11-17.20-23; Salmo 87; Lucas 9,51-56

Hay momentos en que tenemos que tomar decisiones; la vida realmente está llena de esos momentos, porque tenemos que ir aclarando lo que buscamos o lo que queremos, pueden ser muchas las cosas distintas que se nos ofrezcan y nos encontramos en la alternativa de decidir; y hay cosas y momentos en que no lo podemos dejar en manos de otros, porque son cosas que realmente nos atañen a nosotros, nuestro futuro, la realización de nosotros mismos, nuestra felicidad; y nos cuesta porque tememos equivocarnos, porque algunas veces no sabemos realmente a donde nos lleva y sus consecuencias el camino elegido, porque son muchas las bifurcaciones.

Pero ahí iremos demostrando nuestra madurez, la seguridad con que caminamos en la vida, el fondo que hay en nosotros que nos hace pensar en nuestras metas, la fortaleza para afrontar quizás caminos difíciles, escabrosos, que pueden traernos incluso problemas. ¿Seguiremos dando vaivenes de una lado para otro sin aclararnos? ¿Permanecerá la paz y serenidad en el corazón a pesar de lo difícil que pueda ser tomar una decisión?

Hoy nos dice el evangelista que Jesús tomó la determinación de subir a Jerusalén. Y lo hizo con firme decisión consciente del camino que estaba emprendiendo. Ya lo había venido anunciando a los discípulos que no habían sabido o querido entender las palabras de Jesús que eran bastante claras. Jesús sabe que es el camino de su Pascua. No es solo que suba como todos los judíos a celebrar la Pascua en Jerusalén, sino que iba a ser su Pascua, una Pascua que iba a tener una característica muy especial y que como en su momento dirá Jesús será definitiva y eterna.

En algún momento mas adelante el evangelista nos dirá que Jesús iba deprisa, como que le faltaba tiempo para llegar a Jerusalén. Ahora le vemos en una decisión firme, teniendo claro cuanto iba a suceder. Y ya desde unos primeros momentos, porque en esta ocasión van atravesando Samaría, van a aparecer las primeras dificultades. Ha enviado por delante a algunos de los discípulos buscando alojamiento, pero no lo encuentran; nadie quiere darles alojamiento porque subían a Jerusalén. Ya conocemos sus rivalidades y como los samaritanos decían que el monte santo no era Jerusalén, sino Garizin.

Pero podríamos recordar aquí con la falta de alojamiento aquello que un día había dicho, que el Hijo del hombre no tenía donde reclinar su cabeza. La pobreza de Jesús, la pobreza del seguidor de Jesús que no tiene tantas veces esos apoyos materiales que todos en el fondo buscamos. También les había dicho a los apóstoles que no llevaran ni bastón ni alforjas para el camino, que en la casa donde entraren allí permanecieran si eran bien recibidos, pero si eran rechazados marcharan a otra parte. ¿Será lo que ahora hace Jesús? Ante la reacción de los discípulos que poco menos que pedían que bajara fuego del cielo para castigarlos, Jesús les dice que han de marchar a otra parte. Jesús no perdió la paz. Siempre en camino. ¿Tomamos ejemplo para las reacciones que tengamos ante la oposición que encontremos?

No podemos perder la paz, perder los nervios como decimos habitualmente cuando tenemos que enfrentarnos a momentos o decisiones difíciles. Reconocemos que no es fácil. Parece que el espíritu del mundo nos envuelve o nos ciega. Soñamos quizás con tiempos de cristiandad, allí cuando parecía que todos tenían la misma fe y el mismo entusiasmo. Parece hoy como si todo hubiera cambiado. ¿Dónde está aquellos que llenaban nuestros templos o hacía multitudinarias procesiones? ¿Qué dejaron de todo aquello a sus hijos que hoy pasan de todo y en nada que sepa a religioso quieren participar? ¿Qué hondura le dimos a la fe que no supimos transmitir o es que nos habíamos quedado solo en lo externo?  

Pero cuando queremos seguir los pasos de Jesús en su espíritu tenemos que sentirnos fortalecidos, aunque el camino sea duro y difícil o nos encontremos a tantos indiferentes a nuestro lado que quizás siguen aprovechando lo religioso pero solo como base de sus actividades sociales. Yo miro, por ejemplo, en lo que se han quedado las fiestas de nuestros pueblos, las fiestas del Cristo, de la Virgen o del santo patrono del pueblo; ¿siguen siendo una expresión de fe comprometida o se queda solo en un motivo para otras actividades con lo que hacemos la fiesta? Lo pienso cuando en estos momentos a nuestro alrededor tantas fiestas se están celebrando, pero que tenemos que ver en qué se quedan.

Claro que no nos podemos cruzar de brazos y tenemos que tomar la decisión con Jesús de subir a Jerusalén. ¿Dónde estará hoy esa subida a Jerusalén en mi vida de cristiano para celebrar la Pascua con Jesús? No será fácil nadar a contra corriente de lo que hace el mundo, pero ahí tenemos que estar los cristianos aunque la decisión que tengamos que tomar sea costosa y difícil.

lunes, 30 de septiembre de 2024

La acogida a los demás entra dentro de esos valores fundamentales que hemos de vivir cuando nos sentimos en el Reino de Dios que Jesús nos anuncia

 


La acogida a los demás entra dentro de esos valores fundamentales que hemos de vivir cuando nos sentimos en el Reino de Dios que Jesús nos anuncia

Job 1, 6-22; Salmo 16; Lucas 9, 46-50

En la tarde del domingo salí a dar una vuelta, como suele decirse para despejar la cabeza, y me encontré por las carreteras de la isla grupos de muchachos de color que iban o venían del campamento donde los tienen acogidos por ser menores, por cierto bastante lejanos de las poblaciones con el correspondiente aislamiento; me hizo pensar en muchas cosas porque detrás de esos muchachos yo quise ver unas familias con sus dramas de pobreza que fuertes tienen que ser para arriesgarse a meterse en una patera en el mar buscando una tierra donde encontrar algo mejor para sus vidas (noticias bastante dramáticas hemos escuchado esta misma semana); pero pensé en nosotros y en nuestras vidas, es cierto que también con nuestros problemas, pero que bien diferentes también en gravedad de los que hay detrás de esos menores; y me vino a la mente la reacción tan variada que tenemos ante esa situación, que sabemos que nos desborda, pero que ahí está.

¿Cómo los miramos? ¿Somos capaces de subirlos a nuestro coche para transportarlos a algún lugar? Cuando nos cruzamos con ellos en la calle, y es muy habitual encontrarlos, ¿cuál es nuestra reacción? Y ya sabemos los que fomentan noticias interesadas en referencia a estos muchachos buscando crear alarmas en la población buscando reacciones bien interesadas.

Me ha venido todo este pensamiento sintiéndome interpelado por el pasaje del evangelio que hoy se nos ofrece. El evangelista nos habla de cómo los discípulos iban discutiendo entre ellos sobre quien era el mayor o el más importante entre aquel pequeño grupo de los que seguían de cerca de Jesús.  

Como tantas veces sucede en nuestros grupos humanos aparecen por un lado las desconfianzas y hasta los resentimientos por cualquier gesto o palabra, pero también aparecen los orgullos que llevamos en nuestro interior que nos hace buscar lugar donde podamos influir o mandar, manifestar nuestro poder o hacer patentes esos deseos de grandeza que tan fácilmente afloran en nuestros corazones.

Nadie se quiere quedar atrás, nadie quiere que otro pueda interponerse por medio y mermar la influencia que yo pudiera ejercer, y manipulamos para poner las cosas a nuestro favor o creamos grupos de presión, buscamos mermar la influencia que otros pudieran tener para nosotros ocupar el primer lugar y desprestigiamos a quien sea para que en los otros no se tenga confianza, hacemos nuestras interpretaciones de los hechos o de las palabras de los demás porque quizás las envidia corroe nuestros corazones, y así tantas cosas que la lista se haría interminable.


Y Jesús, con pocas palabras, pero con gestos enriquecedores que son verdaderas parábolas para nosotros respondió a aquella situación. ¿Qué hace Jesús? Toma a un pequeño, a un niño, y lo pone allí en medio de todos, en el centro de todos. ‘El que acoge a este niño en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado. Pues el más pequeño de vosotros es el más importante’, son sus escuetas palabras. No hace falta más.

Acoger a un niño, acoger a un pequeño. Mientras no llegaran a una mayoría de edad – que por cierto era mucho menos que lo que hoy consideramos en nuestros ordenamientos jurídicos mayoría de edad – los niños eran poco considerados y de alguna manera no eran sujetos de derechos. Era sí una persona, pero que no era considerada para nada, no era escuchada ni tenida en cuenta. Y Jesús dice acoger a un niño, tenerlo en cuenta, ponerlo en consideración, ponerlo también en el centro; Jesús viene a decirnos que es algo importante, porque es como acogerlo a El. Y para redondear la importancia, nos dice que acogerlo a El era acoger al que lo ha enviado, y El se siente enviado por el Padre Dios, como tantas veces nos dirá.

Con la imagen del evangelio, por supuesto, que pensamos en el niño al que aun hoy se le tiene en toda la debida consideración, siempre será un menor. Pero en esa imagen del niño, del pequeño que nos presenta Jesús nosotros podemos ver a muchos. Muchos son los poco considerados de la sociedad; cuánta discriminación sigue existiendo a pesar de que hablemos tanto de tolerancia, y de respeto a las personas, y de que todos somos iguales, y buscamos derechos para este o para aquel otro grupo que me interesa y hasta nos hacemos una legislación.

Pero pensemos si en el día a día con todos los que nos vamos encontrando en el camino nosotros tenemos la misma consideración; a cuantos excluimos de la sociedad porque son… y ponemos tantas condiciones para que los consideremos dignos. Y en ese niño o ese pequeño, del que hoy nos habla el evangelio, yo quiero ver también a ese inmigrante que de forma legal o de forma ilegal llega a nuestras tierras, quiere incorporarse a nuestra sociedad, porque a no todo el que nos llega de otra tierra lo acogemos de la misma manera; ¿tratamos igual al turista en sus vacaciones que al que llega a nosotros y no sabemos de donde viene o no puede pagarse un techo para cobijarse?

Jesús nos habla hoy de acogida. Cuánto tendríamos que decir en este aspecto y no solo es ya en estos casos graves que hemos ido mencionando, sino en el día a día con nuestros convecinos, con nuestros compañeros de trabajo, incluso hasta con los mismos familiares que pueden estar pasando por situaciones diferentes y difíciles en la vida y también les ponemos nuestras pegas.

Jesús ha venido a instaurar el Reino de Dios; esa acogida a los demás entra dentro de esos valores fundamentales que hemos de vivir cuando nos sentimos en ese Reino de Dios.

domingo, 29 de septiembre de 2024

No podemos ir por la vida creyéndonos los únicos poseedores del bien y de la verdad, aprendamos a descubrir y valorar siempre lo bueno de los demás

 


No podemos ir por la vida creyéndonos los únicos poseedores del bien y de la verdad, aprendamos a descubrir y valorar siempre lo bueno de los demás

Números 11, 25-29; Sal. 18; Santiago 5, 1-6; Marcos 9, 38-43. 45. 47-48

Si no son como yo o piensan igual que yo, no serán capaces de hacer nada bueno. Puede parecer una exageración esto que estoy diciendo, pero miremos alrededor, muchas de las cosas que estamos contemplando en la sociedad de hoy tan llena de acritudes y enfrentamientos a causa de la manera de pensar, de las ideologías o de la forma de plantearse el rumbo de la sociedad y nos daremos cuenta de los exclusivismos en que vivimos, del querer imponer nuestra línea de pensamiento para que todo el mundo lo acepte y si no lo aceptan están equivocados y no hacen nada bien; demasiados dogmatismos seguimos contemplando en el mundo en el que vivimos; qué mal nos llevamos los que no pensamos lo mismo, cuantas descalificaciones, cómo destruimos todo lo que haya hecho el otro porque ya por si mismo lo consideramos malo. Y está siendo algo pegajoso de lo que todos podemos contagiarnos.

Hoy el evangelio nos da luz en este sentido, que además hemos de tener también muy en cuenta en nuestro ámbito eclesial o en el camino y vivencia de nuestra fe. Hoy vemos claramente un paralelismo entre lo que se nos narra en la lectura del Antiguo Testamento, el libro de los Números, y el episodio del evangelio. Moisés ha elegido a cuarenta ancianos para que participen con él en la misión del gobierno del pueblo, y todos se llenan del Espíritu del Señor y comienzan a profetizar; pero dos de los elegidos no participan en la asamblea, sin embargo ellos también reciben ese don de profetizar en medio del pueblo; el joven Josué le pide a Moisés que les impida el ejercitar ese don porque no habían participado en aquella asamblea, pero Moisés le dice que ojalá todo el pueblo recibiera también ese don del Espíritu del Señor.

En el evangelio sucede algo semejante. Juan se encuentra con algunos que sin ser del grupo de los discípulos de Jesús en su nombre también expulsan demonios. Se lo ha querido impedir y es lo que viene a plantear a Jesús. No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. ‘No se lo impidáis, les viene a decir Jesús, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro’.

Y nos estará enseñando Jesús cómo tenemos que aprender a valorar todo lo bueno que hagan los demás, ‘aunque no sean de los nuestros’, porque la mecha humeante que decían los profetas no se puede apagar, más bien, siempre tenemos que avivarla. Por eso nos dirá Jesús que hasta lo más insignificante que podamos hacer siempre tendrá su recompensa; y nos habla de quien es capaz de dar un vaso de agua en su nombre.

No podemos andar con exclusivismos; no podemos pensar que solo nosotros sabemos hacer cosas buenas; no podemos descartar lo bueno que hagan los demás; no podemos ir por la vida creyéndonos los únicos poseedores del bien y de la verdad. El reino de Dios se hace presente también en los buenos valores que podemos descubrir en los otros; el reino de Dios lo vamos construyendo desde esas cosas pequeñas y sencillas que nos pueden parecen insignificantes, pero que están manifestándonos también lo que es el amor de Dios que se reparte en todos los corazones.

Y de la misma manera, nos viene a decir Jesús a continuación, también hemos de cuidar esos gestos negativos, esas sombras que pueden aparecer alguna vez en nosotros porque de la misma manera también hace un daño grande a los demás. Cuidamos lo bueno que llevamos en el corazón, pero tenemos que manifestarlo por nuestras buenas acciones, como nos dirá en otro momento, para que así los hombres den gloria a Dios, pero de la misma manera tenemos que cuidar esas cosas negativas, que por nuestra debilidad, algunas veces puedan aparecer en nosotros, para que nunca hagamos daño a nadie, seamos obstáculo para que otros puedan hacer el bien o se encuentren con Dios.

Ojalá todo el pueblo se llenara del Espíritu de Dios, decía Moisés, podríamos decir, de una forma profética. Ungidos hemos sido en nuestro bautismo para ser con Cristo sacerdotes, profetas y reyes. El Espíritu de Dios también anida en nuestros corazones y es quien nos inspira lo bueno que tenemos que hacer. Profetas tenemos que ser los cristianos en medio del mundo, y no porque nos creamos mejores que los demás ni pensemos que es una cosa exclusiva nuestra el hacer el bien, el repartir esas semillas del Reino de Dios por nuestro mundo, sino porque para nosotros es como una obligación, es una misión que hemos recibido que no podemos rehuir; es una tarea que tenemos encomendada y es el testimonio que tenemos que dar.

Tenemos que presentar ante el mundo esos valores que aprendemos del Evangelio, pero precisamente en nombre de ese mismo evangelio tenemos que aprender a descubrir, a respetar y valorar también los buenos valores que tienen los demás. Nos sentimos más obligados por la fuerza del Espíritu que anida en nuestros corazones, somos morada de Dios que habita en nosotros como nos ha enseñado Jesus y templos de su Espíritu.

 

 

sábado, 28 de septiembre de 2024

En los momentos oscuros, siempre nos aparecen crisis, tenemos que aprender a no desinflarnos sino sacar toda nuestra fortaleza interior, Dios siempre va con nosotros

 


En los momentos oscuros, siempre nos aparecen crisis, tenemos que aprender a no desinflarnos sino sacar toda nuestra fortaleza interior, Dios siempre va con nosotros

Eclesiastés 11, 9 – 12, 8; Salmo 89; Lucas 9, 43b-45

Pájaro de mal agüero, dicen algunos; otros dicen, hay que ser realistas. Pero parece que se nos atraviesa una nube cuando estando en buenos momentos que parece que todo marcha bien, que las cosas van saliendo adelante, que nos encontramos muy felices con lo que hacemos o con la aceptación que los otros tengan de nosotros, si viene alguien y nos dice que esto no va a ser siempre así, que pueden venir malos momentos, que lo que parece que tenemos a favor un día se nos puede volver en contra, nos sentimos mal, no lo queremos aceptar, nos duele que pueda parecer que fracasamos en lo que hacemos. Y algunos nos dicen es la vida. Pero en el fondo no sabemos como reaccionar.

Y muchas veces nos suceden cosas así. No todo es un camino de rosas, como se suele decir, pero también se nos recuerda que en ese camino de rosas hay espinas y algo nos puede doler. Problemas en nuestros trabajos, cosas que se nos vienen abajo en nuestros proyectos, temblores (y vamos a decirlo así más suavemente) en nuestras relaciones familiares o en el trato con los amigos. En la vida nos van apareciendo sombras y hemos de estar preparados, fortalecidos interiormente para afrontarlas sabiendo que no nos va a faltar siempre una luz en ese camino. Tendremos que saber a quien acudimos, quien nos acompaña en ese camino, y que la presencia del Señor, aunque a veces nos parezca turbia, no nos faltará.

Para los discípulos las palabras de Jesús eran como un jarro de agua fría. Ya nos dice el propio evangelista que en medio de la admiración general por lo que hacía Jesús que iba caminando con los discípulos en lugares un tanto apartados para poder tener con ellos algo más de intimidad les va anunciando lo que va a suceder en Jerusalén. Habían tenido un buen momento cuando Jesús les había preguntado que significaba El en sus vidas y allí se habían manifestado libremente, desahogando su corazón y con aquella tan hermosa confesión de Pedro. Pero ahora Jesús les dice que vendrán sombras, pero que serán anticipo del encuentro con la luz verdadera. Sería su Pascua, donde en verdad iban a ver todo el sentido de su vida.

Pero aquello no lo entienden. Si toda la gente le aclama, sienten admiración por El, cómo es que van a suceder esas cosas que Jesús está anunciando. Pero el choque que ha supuesto en sus vidas aquellas palabras de Jesús les hace que ellos se queden sin palabras, no pueden entender. Era para ellos un lenguaje oscuro y difícil de entender. Provocará incluso que ellos se encierren en sí mismos. Les daba miedo preguntar.

Son también las crisis que se provocan tantas veces en nuestra vida cuando de repente todo comienza a irnos mal. Nos desinflamos, también nos encerramos en nosotros mismos, tenemos la tentación de abandonar, también nos hacemos muchas preguntas y dirigimos nuestra mirada a lo alto no siempre con confianza y muchas veces con resquemor. Nosotros no merecíamos esto, pensamos, como si todo estuviera girando en torno a merecimientos.

Como decimos tantas veces tenemos que aprender a sacar nuestra fortaleza interior. Y la vida nos va enseñando, y de esos momentos tenemos que sacar nuestras lecciones para cuando nos pueda volver a suceder otra vez lo mismo. Nos cuesta aprender la lección. Pero no podemos perder la paz en nuestro interior, tenemos que aprender a actuar con serenidad, las huidas no son buen camino, no podemos convertir esos momentos en una derrota.

jueves, 26 de septiembre de 2024

Definirnos por Jesús no es repetir un catecismo aprendido de memoria sino manifestar con lo que hacemos y vivimos todo lo que significa Jesús para nosotros

 


Definirnos por Jesús no es repetir un catecismo aprendido de memoria sino manifestar con lo que hacemos y vivimos todo lo que significa Jesús para nosotros

Eclesiastés 3, 1-11; Salmo 143; Lucas 9, 18-22

Hay preguntas que son difíciles de responder. Nos pueden preguntar una dirección y si sabemos responderemos dando los detalles por dónde podemos ir y cómo encontrar lo que buscamos; nos preguntan por algo que ha sucedido, y contaremos con pelos y señales el acontecimiento; nos preguntan por algo que hayamos estudiado y conocemos muy bien y seremos capaces dar la respuesta acertada; y así muchas cosas en la vida pero decíamos sin embargo que hay preguntas que son difíciles de responder.

Nos preguntan que nos definamos, que digamos quienes somos, y seguramente comenzaremos dando nuestro nombre, de donde somos o de donde venimos; pero sabemos que lo que nos preguntan es algo más y entonces daremos vueltas y vueltas definiéndonos a nosotros mismos, quizás hablando de la familia de la que procedemos, los estudios que hayamos hecho, la profesión que realizamos y así seguiremos dando vueltas pero definirnos en el yo de nuestra vida nos cuesta más, nos es más difícil dar esa definición de nuestra vida. ¿Y cuando nos preguntan que definamos a los demás?

Es la pregunta que Jesús les está haciendo hoy a los discípulos. Textualmente Jesús está preguntando por la opinión de la gente pero también por la opinión de ellos de forma muy concreta. Pero me atrevo a decir que Jesús lo que les está diciendo es que se definan a sí mismos en la relación que tienen con El, lo que Jesús significa en sus vidas que es algo más que algo aprendido de memoria. Porque eso es lo que nos está pidiendo a nosotros hoy.

Los discípulos comenzaron a resumir lo que ellos escuchaban de la gente. Ya sabemos como había mucha gente entusiasmada con lo que hacía y lo que decía Jesús y surgían voces de alabanza y de reconocimiento de la acción de Dios en Jesús. ‘Nadie ha hablado como El’, decían; ‘Dios ha visitado a su pueblo’, exclamaban otros. Sentían que era un profeta, como aquellos antiguos profetas que habían conformado la historia de Israel tal como transmitían las Escrituras – se fundamentaban en la ley y los profetas – o recordaban alguien tan cercano como Juan el que bautizaba hasta hace poco en las aguas del Jordán en el desierto de Judea. Así lo fueron expresando los apóstoles ante la pregunta de Jesús.

Pero la pregunta de Jesús iba más allá. No era solo la opinión de la gente, sino era cómo ellos, los que estaban siempre con El, lo percibían. ‘Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?’ Era una pregunta más comprometedora, porque eran ellos los que tenían que definirse; decir lo que otros piensan si eso no me compromete a mí, es fácil, pero lo que ahora pedía Jesús era más comprometedor porque era expresar lo que Jesús significaba en sus vidas. ¿Hasta dónde lo conocían? ¿Hasta dónde estarían dispuestos a darlo todo por El, aunque ya un día habían dejado sus barcas y su trabajo, sus familias y hasta su propio pueblo para seguirle? Pero ¿por qué le seguían? ¿Hasta dónde estaban dispuestos a llegar? ¿Qué es lo que realmente ellos pensaban de Jesús?

Pedro, como siempre, será el que se adelante para dar respuesta. Muy certera, muy ajustada a lo que era Jesús y su misión. ¿Sería consciente de verdad del sentido de sus palabras? Jesús dirá que lo ha dicho porque el Padre se lo ha revelado en el corazón. Aunque un día diga que está dispuesto a dar la vida por Jesús, ¿hasta dónde llega en el compromiso de su vida aquella respuesta que está dando? Porque ahora dirá que es el Cristo, el Ungido de Dios, pero cuando a continuación diga que el Hijo del hombre tiene que padecer y ser entregado en manos de los gentiles, tratará de quitarle esa idea a Jesús de la cabeza.

Se llevaría hasta una espada a Getsemaní para defender a Jesús si fuera necesario, pero pronto se dejaría dormir en la vigilia, con el resto de los discípulos tras el prendimiento lo abandonaron y huyeron, y pronto en el patio del pontífice negará incluso que conoce a Jesús. Nuestros caminos, nuestros entusiasmos en un momento determinado, pero las tibiezas que pronto aparecen y terminamos también arrastrándonos y dejándonos llevar por lo que nos parece más fácil.


En nuestra respuesta también tenemos que definirnos, hasta donde estamos dispuestos a llegar, cómo vamos a dar la cara por esa fe que decimos que tenemos, cómo vamos a mantener caldeado nuestro espíritu para que no nos dominen esas tibiezas, y nos dejemos conducir no por el Espíritu de Jesús sino por el espíritu del mundo que nos parece también más fácil y más cómodo, con menos complicaciones.

¿Qué significa, pues, Jesús y su evangelio en nuestra vida?

Que no pesen en nosotros los miedos y las cobardías, que seamos capaces de dejarnos interrogar por Jesús y el evangelio para hacernos nuevos planteamientos

 


Que no pesen en nosotros los miedos y las cobardías, que seamos capaces de dejarnos interrogar por Jesús y el evangelio para hacernos nuevos planteamientos

Eclesiastés 1, 2-11; Salmo 89; Lucas 9, 7-9

Puede pasarnos alguna vez que algún acontecimiento que se produce en nuestro entorno nos produce una cierta inquietud, porque quizás no calibramos bien las consecuencias que tendrá y lo que nosotros pudiéramos vernos implicados, o quizás es una palabra que escuchamos, la actitud o la postura de una persona ante determinadas situaciones, los que nos pueden producir esa inquietud, plantearnos interrogantes sobre la vida, sobre lo que hacemos o sobre lo que va a suceder.

¿A quien no le inquietan los momentos que vivimos, ya sea en nuestra sociedad cercana donde no terminamos de entender por ejemplo a nuestros dirigentes ni a dónde nos llevan, o lo que esta sucediendo en nuestro mundo con tantos tambores de guerra que están sonando? Pero, como decíamos, quizás alguna vez simplemente es una persona que vemos actuar cerca de nosotros que nos hace preguntarnos de qué manera nosotros nos estamos implicando con la marcha de nuestra sociedad. Inquietudes de todo tipo pueden aparecernos muchas veces en la vida. ¿Cómo reaccionamos?

Me hace pensar en todas estas cosas y mucho más que podríamos seguir deduciendo en nuestra reflexión, lo que hoy escuchamos en el evangelio. Cuando escuchamos el evangelio no nos quedamos reducidos a aquel momento que en él se nos relatan, sino que pueden ser en verdad imagen donde veamos reflejada nuestra vida y nuestras problemáticas de hoy. Es la forma cómo tenemos que hacer que en el evangelio encontremos esa respuesta y esa luz para nuestra vida.

Herodes estaba oyendo hablar de aquel profeta de Galilea que allá por su territorio realizaba sus andanzas; a él llegan noticias de Jesús de Nazaret, claro que tendría sus medios de información como todo dirigente o todo político, porque cuanto sucediera en su reina a él le afectaba también. Y como nos dice el evangelista Herodes se pregunta quien es ese Jesús del que tanto oye hablar. Llegan diferentes versiones según también lo que eran las distintas opiniones que tenía la gente sobre Jesús. Ya sabemos que había quien lo rechazaba, no estaba de acuerdo con lo que hacía Jesús, pero mucha gente sencilla lo aclamaba.

¿Sería Juan el bautista que había vuelto a la vida? Y Herodes andaría inquieto puesto que había sido él quien lo había mandado matar. Pero le hablaban también de un profeta del que se decía que había sido arrebatado al cielo en un carro de fuego y que un día antes de la venida del Mesías haría de nuevo su aparición sobre la tierra; otros pensaban que Jesús era como alguno de aquellos grandes profetas de la antigüedad; no había concordancia y eso le hacía también estar inquieto a Herodes preguntándose por Jesús y queriendo conocerlo.

¿No se atrevería ahora porque podría echarle en cara, lo mismo que había hecho Juan Bautista a quien él también le gustaba escuchar, sobre la vida que llevaba? Algunas veces parece que queremos algo, pero mejor no menearlo por si acaso nos salga el tiro por la culata, como se suele decir, se vuelve en contra nuestra.

Toda esta reflexión también nos llevaría a nosotros a hacernos algunas preguntas. ¿Tendremos en verdad inquietud y verdaderos deseos de conocer a Jesús porque hay cosas que nos dice el evangelio que nos hace hacernos nuevos y distintos planteamientos? ¿O quizá andemos nosotros también reculando, no atreviéndonos a enfrentarnos con ese conocimiento y escucha de Jesús porque eso nos tendría que hacer tomar decisiones drásticas para nuestra vida? Muchas veces reculamos, muchas veces no queremos saber para no complicarnos, muchas veces quisiéramos cerrar ojos y oídos para no enterarnos. ¿Será que no nos tomamos tan en serio el mensaje del evangelio, el mensaje de Jesús? Muchas veces pesan en nosotros los miedos y las cobardías.

miércoles, 25 de septiembre de 2024

Tenemos que aprender los cristianos a apoyarnos menos en las vanidades que se nos pegan del mundo y que nuestra fortaleza sea el mismo anuncio del evangelio

 


Tenemos que aprender los cristianos a apoyarnos menos en las vanidades que se nos pegan del mundo y que nuestra fortaleza sea el mismo anuncio del evangelio

Proverbios 30, 5-9; Salmo 118; Lucas 9, 1-6

¿Ricos? ¿Pobres? Algunas veces lo planteamos como si fuera entre una cosa y otra. Todos deseamos disponer de lo necesario para una vida digna, para nosotros y para los nuestros. Para eso trabajamos, nos esforzamos, buscamos los medios necesarios. Sentimos con los que nada tienen la angustia de no tener con qué salir adelante. Ansiamos algunas veces, o al menos alguno, tener de todo no solo ya para lo necesario sino incluso para lo superfluo, es la tentación de riqueza que llevamos dentro de alguna manera. Pero queremos tener los suficientes medios para poder realizar nuestros sueños, desarrollar iniciativas, hacer producir nuestro mundo. Es en nuestro trabajo o nuestras profesiones, es en el ámbito de la familia, es contemplando la sociedad en la que vivimos y que queremos de alguna manera desarrollar. Pero ese desarrollo ¿estará solo en función de los bienes materiales o económicos de los que dispongamos?

Esta última pregunta nos tendría que hacer plantearnos qué es lo verdaderamente importante para la vida, para ser más persona, para hacer mejor nuestro mundo. Pudiera ser que algunas veces andemos un tanto confundidos. Todo parece que queremos resolverlo desde la posesión de esos medios y así vemos en nuestra sociedad que siempre se están pidiendo esos medios para hacer algo, pero muchas veces no nos implicamos desde otros valores que son importantes en la vida y que serán los que de verdad nos harán crecer. Vemos cómo muchas cosas están abocadas al fracaso por muchos medios materiales que puedan tener cuando no se implican de verdad las personas con sus propios valores.

¿Nos sucederá también así a los cristianos, en el ámbito de la Iglesia? Es cierto que algunos critican las riquezas de la Iglesia, mientras desde dentro muchas veces andamos demasiado angustiados porque no tenemos los medios suficientes para llevar adelante nuestras tareas. ¿En qué tendremos que quedarnos? ¿Tendríamos quizás que revisarnos en muchas de las cosas en las que ponemos tanto esfuerzo para ver si en verdad nuestro actuar tiene verdadero sentido evangélico?

Creo que el evangelio de hoy nos ofrece mucha luz en este sentido. Nos narra el evangelista que Jesús ha elegido a los apóstoles para que vayan con su misión a anunciar también el Reino de Dios. ‘Los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos…’ nos dice el evangelista, como un signo de esa llegada del Reino de Dios. Pero fijémonos en lo que les dice Jesús, cómo los envía, las condiciones para ponerse en camino. ‘No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco tengáis dos túnicas cada uno. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio’.

Son muy significativas las palabras de Jesús. El único poder que Jesús les da es el de curar enfermos y expulsar demonios. Son los signos que han de realizar de la llegada del Reino de Dios, la liberación de todo mal. Pero el signo está también en la manera en que han de ir; en nada se han de apoyar. ‘No llevéis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan ni dinero’. Vacíos de sí mismos, vacíos de todo signo de poder, en la pobreza de quien no se apoya en sus medios materiales, pero con la disponibilidad del que vacío de si mismo solo se apoya en el Señor.  Es la autenticidad de sus vidas lo que en verdad tiene que convencer. Nos dejaremos acoger y alimentar por aquellos que quieran con nosotros compartir. Entramos en una nueva dinámica donde serán las personas con unos valores que no son los materiales sino los que la hacen más personas  los que van a hacer presente ese Reino de Dios.

¿Habría algo que revisar, plantearnos de nuevo a la hora de trabajar por el evangelio? ¿Tendremos que desprendernos de tantos signos de ostentación que algunas veces damos los cristianos o la misma presencia de la Iglesia? ¿Nos estaremos apoyando de verdad en el evangelio o en esas vanidades que se nos pegan de nuestro mundo?

 

 

martes, 24 de septiembre de 2024

Una nueva dinámica para nuestra vida, la del amor, con nuevas actitudes y nuevos horizontes a los que no podemos poner barreras

 


Una nueva dinámica para nuestra vida, la del amor, con nuevas actitudes y nuevos horizontes a los que no podemos poner barreras

Proverbios 21, 1-6. 10-13; Salmo 118; Lucas 8, 19-21

Nada que tenga que ver con el amor podrá jamás encerrarnos en nosotros mismos. Dejaría de ser amor. El amor siempre es expansivo, el amor abre horizontes, nunca puede ser un circulo cerrado, nunca convierte a nadie en el centro de si mismo, amarse a si mismo para excluir a los demás no tiene sentido, nunca puede ser excluyente. Es algo de la esencia de la persona. En nombre del amor nunca podremos excluir a nadie. Cuando vamos por la vida excluyendo a personas no hemos entendido la esencia de nuestro ser y podríamos decir que nos estamos traicionando a nosotros mismos.

Sería lo que en verdad nos haría felices y crearía una humanidad de felicidad, pero sabemos que nos cuesta. No todos lo entienden ni lo viven y pueden parecer tan felices. Pero hay un vacío. Sin embargo nos confundimos y nos dejamos contagiar por esos brotes de insolidaridad y de un amor propio que no es verdadero amor y que nos llevan a la guerra. Nos hemos inventado muchas maneras de hacernos la guerra cuando dejamos meter las sombras del egoísmo y de la insolidaridad en nuestro corazón. Tenemos que estar atentos y vigilantes para encontrar lo que de verdad va a llenar nuestra vida.

Es lo que ha venido a enseñarnos Jesús. Estando con El nuestros horizontes tienen que ampliarse porque nos pone en un camino nuevo que nos lleva a la plenitud de nuestro ser. No quiere Jesús que en nombre de ningún amor entremos en esas dinámicas de exclusivismos y de exclusiones.

Hoy en el relato del evangelio se nos habla de una visita de María y sus parientes a Jesús en medio de su predicación. ‘Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte’, le dicen. Siempre en una primera impresión nos ha sorprendido la respuesta de Jesús. Se pregunta ‘¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?’ Nos podría parecer sorprendente esa pregunta que se hace Jesús y la respuesta que les da. ‘Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen’, viene a decirles Jesús.

Nos podría parecer que Jesús niega la importancia de aquella visita y de la presencia de María y su familia junto a El, pero no es así. Jesús nos está abriendo horizontes, por así decirlo. Amamos a los padres, amamos a la familia, amamos a aquellos por quienes nos sentimos queridos y amados, pero nuestro amor nunca se puede quedar ahí. El sentido de vida que Jesús nos está dando es que tenemos que ampliar esos horizontes del amor y nuestro amor tiene que ser más universal; no es un amor exclusivo, sino siempre un amor abierto. Porque quienes le escuchan, quienes escuchan la Palabra de Dios están entrando en otra órbita de la vida porque nos sentimos obligados a amar, y amar a todos sin exclusión.

Por eso como hemos venido reflexionando se acaban los exclusivismos. Como nos dirá en otro momento no solo saludamos a los que nos saludan, no solo amamos a los que nos aman, entramos en otra dinámica con un amor que tiene que ser siempre universal. Nos salimos de nosotros mismos pero no hacemos círculos que nos encierren sino que siempre tienen que estar las puertas abiertas, al horizonte de esos campos de la vida en que entramos ya no podremos poner barreras.

Qué lástima que no lo terminemos de entender; pero no solo hemos de saberlo en la cabeza – como tantas veces decimos, ‘eso lo sé yo’ – sino que tenemos que comenzarlo a sentir desde lo más hondo de nuestro corazón. Es una nueva humanidad que nace desde el amor cuando así nos sentimos amados de Dios. Porque ‘el amor consiste’, como nos dirá san Juan en sus cartas, ‘no en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que Dios nos amó primero’. Es una nueva dinámica para nuestra vida que tenemos que traducirla en muchas nuevas actitudes para cuantos nos rodean.

 

domingo, 22 de septiembre de 2024

Vayamos dejando verdaderos regueros de luz a nuestro paso desde esa riqueza interior que llevamos en nuestro espíritu

 


Vayamos dejando verdaderos regueros de luz a nuestro paso desde esa riqueza interior que llevamos en nuestro espíritu

Proverbios 3,27-34; Salmo 14; Lucas 8,16-18

¿Cómo somos realmente en nuestro interior? Quizás sea algo que no queremos dejar traslucir, lo guardamos en nosotros a veces como el más sagrado de los secretos; claro que pensar en cómo somos nos trae a la memoria lo que ha sido el recorrido de nuestra vida, también con sus errores y tropiezos, y quizás hemos tratado de presentar una imagen de nosotros mismos con demasiado perfeccionismo y no nos agrada que esa imagen se vea enturbiada; tenemos nuestros prestigios que no queremos perder. Pero ¿no sería eso en el fondo algo de vanidad? ¿Ponemos la cara bonita para la fotografía, queriendo ocultar el lado no tan agradable? Las vanidades un día se quedaran en nada, porque nos harán sentir el vacío de nuestra vida.

Es cierto que no tenemos que estar haciendo gala ante los demás de nuestros fallos o defectos, pero quizás el mostrarnos imperfectos en lugar de enturbiarnos nos hace más reales y más humanos. Pero no somos solo eso. También en nosotros hay unos valores, también tenemos nuestros principios como nuestras metas en la vida por las que luchamos y nos esforzamos; están nuestros tropiezos, es cierto, pero está también nuestro deseo de superación y el esfuerzo que hacemos para conseguirlo. Y eso sí que define más nuestra vida, lo que somos, la verdadera grandeza de nuestra existencia, las bonitas huellas que podemos dejar tras nosotros. No tienen que ser huellas de perfección, tienen que ser huellas humanas, con sus luces y con sus sombras, que es lo que le dan belleza al cuadro de nuestra vida.

¿No será eso a lo que se está refiriendo Jesús con las palabras que escuchamos hoy en el evangelio? ‘Nadie que ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama, sino que la pone en el candelero para que los que entran tengan luz’. Es la lámpara que tenemos que mostrar, la luz que tenemos que reflejar, también con sus tintineos. Muchos podrán encontrar en ella una luz para sus vidas.

No hemos de tener miedo. Y ya no es vanidad, no es ostentación, no es orgullo; es la realidad de la vida que ofrecemos con humildad tal como somos. Y eso es lo que en verdad se puede convertir en estímulo para los demás. Por eso nos sigue diciendo Jesús: ‘Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público’. ¿Por qué vamos a ocultar lo que puede ayudar a los demás? No son secretos humillantes para nosotros sino que es nuestra vida, nuestra fe, nuestra esperanza, nuestras luchas, nuestro amor.

Por eso el cristiano tiene que ser siempre una luz que está colocada en lo alto para iluminar. Llevamos algo muy hermoso en nuestra vida que es una lástima que lo mantengamos oculto. Son los miedos y cobardías con que andamos tantas veces los cristianos. Tenemos que sentirnos seguros de nuestra fe y de los ideales que tenemos en nuestra vida.

Tenemos que sentirnos seguros en el camino que estamos haciendo, porque lo que intentamos, incluso con nuestros errores y tropiezos, es seguir el camino de Jesús. Y es un camino de crecimiento, de superación; un camino que parte de nuestra debilidad, pero que cuenta con la fortaleza del espíritu del Señor que nos acompaña en nuestras luchas y en nuestros esfuerzos. Y eso también hemos de saber trasmitirlo a los demás para que puedan enamorarse del evangelio de Jesús.

Termina diciéndonos Jesús algo que algunas veces parece que no terminamos de comprender. Habla de que ‘al que tiene se le dará…’ Eso bueno que llevamos en nuestro interior, con nuestra fe y con nuestros deseos de crecimiento y superación, con ese esfuerzo que realizamos para mantenernos fieles en nuestro camino, será algo que irá creciendo y creciendo en nuestro interior, porque irá dando verdadera profundidad a nuestra vida. Pero cuando nos dejamos llevar por fantasías y por vanidades al final todo eso se esfumará y se quedará en nada mostrando el vacío que llevamos por dentro. Por eso nos dice ‘que al que no tiene se le quitará hasta aquello que cree tener’. Será el vacío con que nos quedamos en nuestra vida detrás de esa superficialidad que nos hará descubrir la carencia de verdadera espiritualidad que hay en nosotros.

Vayamos dejando verdaderos regueros de luz a nuestro paso.

No pretendamos quedarnos callados, mirando para otro lado, son querer enterarnos, para hacer ‘nuestro’ camino que estaría muy lejos del camino de Jesús

 


No pretendamos quedarnos callados, mirando para otro lado, son querer enterarnos, para hacer ‘nuestro’ camino que estaría muy lejos del camino de Jesús

Sabiduría 2, 12. 17-20; Sal. 53; Santiago 3, 16–4, 3; Marcos 9, 30-37

Mejor no hacer preguntas. Alguna vez lo hemos pensado así. No nos queremos enterar; en ocasiones nos ponemos tan obtusos que se nos cierra la mente y por muy claro que nos expliquen las cosas, parece que no nos entran, no nos enteramos. En ocasiones no queremos preguntar, porque quizás luego nos vemos comprometidos; por eso mejor no saber nada, como tantas veces respondemos también escurriendo el bulto aunque nosotros sabemos como son las cosas, pero no quiero complicarme la vida.

¿No querían complicarse la vida los discípulos después de los anuncios que Jesús les iba haciendo? Es que se les venía abajo el castillo que se habían montado en su imaginación, con aquello de que Jesús podía ser el Mesías; era un estado posible de poder del que no querían desprenderse, ya sabemos la idea que tenían de lo que podía ser el Mesías y cuales eran los sueños de la mayoría; los discípulos no eran ajenos a aquellas pretensiones, algunos provenían quizás de grupúsculos procedentes de Galilea con sus afanes reivindicativos.

Jesús en esta ocasión se había tomado un aparte con los discípulos más cercanos - ¿aquellos doce que había elegido como apóstoles? – y los iba instruyendo al mismo tiempo que servía como un desahogo para Jesús, porque El era bien consciente de lo que iba a suceder en Jerusalén. Y es lo que les anuncia, preparando terreno, pero parece que el terreno de aquel camino estaba bien endurecido, siguiendo la parábola que un día les propusiera. ‘El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará’, les decía claramente pero ellos ‘no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle’.

Por eso mientras iban de camino, en los apartes de sus conversaciones, no paraban de discutir. Y aunque a ellos les pareciera que no, Jesús los iba escuchando, conocía bien cuales eran sus humanas ambiciones y la confusión que en sus mentes y en sus corazones existía. Por eso a la llegada a casa los coge aparte y les pregunta ‘¿De qué discutíais por el camino? Pero ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante’.

Jesús una vez más les hablará de hacerse los últimos y del servicio, aunque sus palabras pareciera que caían una vez más en saco roto. Por eso tomó un niño y los puso en medio para decirles que ‘el que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado’.

Acoger al pequeño, la imagen quería decir algo más que pensar solamente en un niño aunque también en aquella época eran poco considerados; es acoger al que parece que no vale, al que no es tenido en cuenta o que es rechazado por los demás, al que todo el mundo mira por sobre el hombre y el que es despreciado de todo el mundo, aquellos que no son bien recibidos porque parece que nos van a quitar un puesto en la mesa del banquete, aquellos que todos discriminan porque traen una historia detrás o porque vienen de donde vienen y ahí podemos poner todos los racismos que de nuevo están aflorando en nuestra sociedad, aquellos que nos parecen violentos y que creemos que no caben en nuestra sociedad, aquellos con los que no nos tratamos porque un día hicieron, porque piensan distinto a nosotros, porque tienen otro concepto de la vida…

Son tantos a los que vamos orillando en el camino de la vida. Y Jesús nos está diciendo cómo tenemos que acogerlos, porque cuando los acogemos a ellos es a Jesús a quien acogemos. ¿También nos dará miedo a nosotros preguntar quienes son esos pequeños? ¿También tememos preguntar hasta donde tenemos que ser servidores de los demás? ¿Seguiremos pretendiendo quedarnos callados, mirar hacia otro lado para no enterarnos y no comprometernos, y seguir haciendo ‘nuestro’ camino como si con nosotros nada tuviera que ver todo eso que nos está diciendo hoy Jesús? Quizás nos parezca más cómodo.  Si hacemos así, ¿creeremos que en verdad estamos haciendo el camino de Jesús?

 

sábado, 21 de septiembre de 2024

Necesitamos unas nuevas actitudes con los demás sabiendo contar con ellos sean como sean, como Jesús contó con Mateo que era un publicano

 


Necesitamos unas nuevas actitudes con los demás sabiendo contar con ellos sean como sean, como Jesús contó con Mateo que era un publicano

Efesios 4, 1-7. 11-13; Salmo 18; Mateo 9, 9-13

Invitamos a un amigo a una fiesta y seguramente no se hará de rogar mucho para aceptarnos esa invitación, lo mismo que si es a una comida o a una salida; claro que se trata entre amigos y se da por sentada la confianza y los deseos de estar con el amigo. Que venga una persona que nosotros desconocemos o que no sea de los habituales con quienes solemos estar y ya nos lo tendríamos que pensar un poco, porque siempre andamos con las desconfianzas y muchas veces nos falta sinceridad.

Pero si vienen para pedirnos una colaboración o una ayuda para algo que tenemos que hacer, ya estaremos pensando si tenemos tiempo, si podemos o no podemos comprometernos, si eso nos va a traer algunas consecuencias o algunos gastos extra, y así no vamos poniendo pegas y retrasando la respuesta. Menos aun sería seguramente si no vemos claro aquello a que nos invitan, porque de alguna manera sea una aventura, entonces nos costará mucho más el decidirnos.

Cuando hoy escuchamos en el evangelio que Jesús pasando por delante de la garita o el mostrador de los impuestos, le dice a Mateo que lo siga y éste se levante dejándolo todo nos sorprende; no sería lo habitual que nosotros hiciéramos. ¿Habría oído Mateo hablar de Jesús o él mismo lo habría escuchado? Por muy enfrascado que estuviera en sus negocios alguna noticia tendría, o quizás alguna vez también se había acercado a escucharle en el anonimato en medio de la gente. Conocemos al otro publicano que quería conocer a Jesús y se le ocurrió la idea de subirse a la higuera para ver pasar a Jesús sin mayores consecuencias.

Un hecho, pues, que nos sorprende es la decisión inmediata de Mateo de ponerse a seguir a Jesús. Era un publicano, despreciado habitualmente entre los judíos por su colaboración con Roma en el cobro de los impuestos; de alguna manera pertenecía a la organización del pueblo que los dominaba.

¿Habría en si mismo, en su interior, un conflicto entre aquello que hasta ahora estaba ejerciendo y lo que Jesús le proponía? también podía retraerse por esa misma condición de publicano, de no considerar que fuese la persona apropiada para aquello que Jesús le pedía. Ya veremos luego la reacción contra Jesús por comer rodeado de publicanos y pecadores. Esto también podría ser algo que ronroneara en su interior antes de tomar una decisión. Pero el evangelio dice que se levantó y lo siguió.

¡Cuántas vueltas le damos nosotros a las cosas en nuestra cabeza cuando tenemos que tomar una decisión, de dar un paso adelante en la vida! Estamos ocupados, ya tenemos nuestras cosas, que se comprometan otros que hay por ahí tanta gente que no hace nada, no valemos, cómo vamos a comprometernos si no sabemos a qué nos va a llevar todo esto, y así una letanía interminable de disculpas, de pasos atrás, de miedos y cobardías. ¿Despertará en nosotros este evangelio unos nuevos sentimientos y actitudes?

Y ya lo hemos mencionado. La reacción que los escribas y fariseos tuvieron ante el hecho de que Jesús participara con su grupo con aquellos nuevos amigos que en cierto modo acompañaban a Mateo en un banquete que se le había preparado. ‘¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?’ es lo que murmuran comentándoselo a los discípulos porque no se atreven a la cara a decírselo a Jesús. 

Ay esos ronroneos y comidillas a los que somos tan fáciles en la vida. Siempre tenemos un juicio que hacer sobre lo que hacen los demás, siempre estamos preparados para una condena y una descalificación con tal de quitarnos de en medio a quien por la rectitud de su vida es alguien que nos resulta incómodo.

‘No tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos’, es la respuesta de Jesús. El ha venido a sanar y a salvar, El ha venido a buscar la oveja perdida, y a esperar con los brazos abiertos al hijo pródigo, El es quien nos busca cuando en nuestra cabezonería no queremos entrar, no queremos acoger, no queremos nosotros tampoco comprender a los demás y perdonar. ¿Aprenderemos a tener nuevas actitudes para con los demás ofreciendo siempre la generosidad de nuestro perdón para ser capaces de contar también con ellos sean como sean? Jesús contaba con Mateo a pesar de que era un publicano.

‘Misericordia quiero y no sacrificios’, que ya había dicho el profeta. Así nos busca y nos llama, así se sienta a la mesa con nosotros, pero para ofrecernos otra comida mejor, porque se nos dará El mismo haciéndose comida y vida para nosotros. Quien le come vivirá para siempre, El nos resucitará el último día.

viernes, 20 de septiembre de 2024

Tendríamos que preguntarnos con sinceridad que auténticos signos estamos dando del Reino de Dios que intentamos anunciar y proclamar

 


Tendríamos que preguntarnos con sinceridad que auténticos signos estamos dando del Reino de Dios que intentamos anunciar y proclamar

1Corintios 15, 12-20; Salmo 16; Lucas 8, 1-3

Nos convencen más las obras que las palabras. Seguramente muchas veces hemos escuchado a alguien que habla muy bien, tiene, por decirlo así, bonito discurso, sus palabras y sus ideas incluso nos pueden parecer originales, o al menos nos llaman la atención, sin embargo será algo que realmente no termina de convencernos, pero sobre todo porque solo lo vemos en las palabras, en el mundo de las ideas, pero eso no provoca el querer realizarlo o convertirlo en ideal de nuestra vida porque no lo vemos reflejado en aquel que nos habla. Filosofía, decimos, pero que no nos lleva a nada, sin querer con esto que decimos menospreciar el mundo de la filosofía; pero es el concepto popular que se tiene.

Nos convence el que aquello que propone lo realiza de alguna manera, en su vida o en su actuar y su compromiso por los demás. Lo cual ya de principio en esta reflexión nos tendría que hacer pensar que sucede que los cristianos teniendo tan grandes y altos ideales de vida, sin embargo no terminan de calar en el mundo que nos rodea.

Este breve pasaje que nos ofrece hoy el evangelio creo que nos ayuda a pensar en esto que estamos diciendo, que más que las palabras nos convencen las obras. La gente entusiasmada seguía a Jesús, porque realmente sus palabras calaban, despertaban esperanza, las encontraban llenas de sentido y sentían que con el mensaje de Jesús una nueva vida podría comenzar a vivir. Recordamos como hay pasajes en el evangelio que nos expresan las opiniones de la gente en este sentido; ‘nadie ha hablado como este hombre’, se decían, pero también decían que Jesús hablaba con autoridad. ¿Dónde estaba esa autoridad de Jesús?

Los signos que le acompañaban. Si en la Sinagoga hablaba de la pronta llegada del Reino de Dios, pronto daba señales de ello liberando a los poseídos del malignos, venciendo todo mal y enfermedad con las curaciones que hacía, y aquellos milagros que realizaba se convertían en verdaderos signos del Reino de Dios que anunciaba. Lo hemos ido reflexionando en día pasados en el evangelio de esos primeros pasos de Jesús por Galilea.

Hoy el evangelista nos dice que Jesús recorría los pueblos y ciudades de Galilea, de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, enseñando, proclamando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Pero Jesús no iba solo. Quienes le acompañaban ya eran un signo para aquellas gentes de ese Reino de Dios que Jesús anunciaba. Allí iban sus primeros discípulos, aquellos que un día lo  habían dejado todo por seguir a Jesús, recordemos los pescadores de Galilea; pero allí les acompañaban también nos dice el evangelista algunas mujeres que habían sido curadas de diversas enfermedades, y les pone nombre.

Habla de María Magdalena, de la que había expulsado siete demonios; nos habla también de la mujer de un administrador de Herodes, Juana; y nos habla también de Susana y otras mujeres que ponían a disposición sus bienes en la tarea que Jesús iba realizando. Mujeres que se convierten en un signo del Reino de Dios, porque han sido liberadas del mal, porque comenzaban a vivir un sentido nuevo de la vida y aun con la buena posición de sus familias eran capaces de dejarlo todo por estar con Jesús e incluso habían entrado en la dinámica del compartir que es la dinámica del amor.

Jesús y los que le acompañaban en aquella misión apostólica que estaban realizando por toda Galilea eran en si mismo un signo de lo que anunciaba Jesús, un signo del Reino de Dios. Aquello nuevo que anunciaba Jesús era posible, aquello nuevo ya había alguien que lo estaba viviendo. No eran solo las palabras, era el testimonio de vida lo que se convertía en un signo del Reino de Dios.

¿No nos hace pensar esto? Algunas veces quizás sentimos dentro de nosotros el dolor de ver que el mundo no cambia, que el evangelio no es escuchado, que a pesar de la presencia de la Iglesia en medio del mundo no terminamos de ver acogido y realizado el Reino de Dios. ¿Nos estarán faltando signos auténticos que mostremos los cristianos con nuestra vida? ¿Se estará preocupando la Iglesia demasiado de la imagen que presenta ante el mundo, de prestigio, de poder quizás, de influencia social y política, quizás hasta de parecernos en la manera de actuar a como actúa el mundo, pero se estarán dejando de ver los verdaderos signos del Reino de Dios?

Mucho tendríamos que pensar para una reflexión sobre nuestra vida, pero también para una reflexión de lo que en verdad son nuestras comunidades cristianas, nuestros grupos cristianos y nuestras parroquias en medio del mundo que nos rodea.