La
fiesta de los santos mártires inocentes ha de ser un grito a nuestra conciencia
comenzar a amar y defender la vida y colaborar en todo lo que haga que haya más
vida
Juan 1, 5 – 2, 2; Salmo 123; Mateo 2, 13-18
La ambición y el orgullo, la soberbia y
la vanidad nos llevan siempre por caminos de sombras y de muerte; queremos
sobresalir y nos dejamos envolver por las ansias de poder, aquello que pudiera
empañar nuestra vanidad buscamos la manera de destruirlo porque no queremos que
nada nos haga sombra, nos humilla la posible grandeza de los otros y trataremos
de despreciar y minusvalorar todo lo bueno que haya en los demás o los
destruimos de la manera que sea.
Es lo que hoy estamos contemplando en
el texto del evangelio que se nos ofrece. El rey Herodes tuvo conocimiento con
la llegada de los Magos de Oriente del nacimiento de un niño que podría hacer
sombra a su reinado. Aquellos Magos hablaban del nacimiento de un Rey de los judíos
y veía él entonces un peligro para su poder y su reinado. Con sus ardides de
las que no tuvo resultado pretendía que los Magos le dijeran donde estaba aquel
niño y se vio burlado. De ahí su reacción de mandar matar a todos los niños
menores de dos años de Belén sus alrededores sembrando de muerte y de dolor
aquellos campos de Belén.
‘Vino a los suyos y los suyos no lo
recibieron’, nos dirá el principio del evangelio de san Juan. Jesús iba a
ser un signo de contradicción anunciaría el anciano Simeón en la presentación
de Jesús en el templo, y de tal manera lo veremos a lo largo del Evangelio, y
sigue siendo en el mundo de hoy el evangelio de Jesús. Mientras unos alaban y
ensalzan las palabras y la vida de Jesús otros gritarán un día pidiendo su
muerte; mientras hoy muchos intentamos seguir el camino de Jesús escuchando su
evangelio, para muchos no tiene sentido ni significado lo que Jesús nos dice en
el evangelio y tratarán de construir su vida en parámetros bien distante del
sentido del evangelio, incluso tenemos que reconocer en algunos que quieren
llamar cristianos o quieren realizar unas prácticas religiosas que llaman
cristianas.
¿Cómo una tragedia de este tipo puede
convertirse en motivo de fiesta para nosotros los cristianos? Por lo de signo
que tiene para nosotros, el significado que siempre tuvo la sangre de los
mártires, y como tales tenemos que ver a estos niños que incluso sin saberlo en
su inocencia murieron por Jesús, y por el grito que puede significar para
nuestra conciencia, incluso o más en el mundo de hoy, el dolor y el sufrimiento
de tantos inocentes en las diferentes circunstancias de la vida.
En esa contradicción en que tantas
veces nos encontramos en la vida, frente a tanto sufrimiento que encontramos a
nuestro alrededor y del que algunas veces también con nuestras ambigüedades también
podemos ser causa el evangelio tiene que despertarnos, una opción clara hemos
de tomar en la vida y una cosa importante será siempre la defensa de la vida
frente a tanta muerte como nos envuelve. No nos podemos quedar como insensibles
con los brazos cruzados ante tantas cosas que llenan de sombras nuestra vida y
nuestro mundo.
Tenemos que optar valientemente por
unas actitudes nuevas en nuestros comportamientos y en nuestras mutuas
relaciones; tenemos que sembrar de verdad semillas de luz con nuestro amor, con
nuestra generosidad, con la solidaridad efectiva que vivimos con el sufrimiento
de los que están a nuestro lado, con tantos gestos de vida que tenemos que ir
dejando a nuestro paso para facilitar el encuentro y la buena convivencia entre
todos, con esa mano tendida siempre para ayudar, para levantar, para mostrar
nuestra confianza en las personas, con esa humildad que nos hace cercanos, que
nos abaja de nuestros pedestales para saber caminar al lado de los sencillos,
para valorar a los pequeños y ayudar a descubrir la grandeza de toda persona,
sea quien sea, para nunca discriminar ni crear barreras.
Eso es poner vida, eso es defender la
vida, eso es llenar de vida nuestro mundo. Algo que tenemos que cuidar, algo de
lo que tenemos que dar valiente testimonio, reconociendo también que muchas
veces hemos errado, siempre capaces de pedir perdón y recomenzar de nuevo.
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