domingo, 22 de diciembre de 2024

Pongámonos en camino, hay una buena noticia que tenemos que llevar, hay un interrogante que tenemos que provocar, hay un servicio que tenemos que realizar

 


Pongámonos en camino, hay una buena noticia que tenemos que llevar, hay un interrogante que tenemos que provocar, hay un servicio que tenemos que realizar

Miqueas 5, 1-4ª; Salmo 79; Hebreos 10, 5-10; Lucas 1, 39-45

Vamos a ver qué sucedió, qué pasó es lo primero que se nos ocurre hacer cuando nos llega noticia de algo acaecido en nuestro entorno. ¿Curiosidad? Algo de eso puede haber de entrada, queremos saber, pero también está la disponibilidad de ver qué podemos hacer; no nos quedamos quizás con los brazos cruzados, sin que nos digan nada quizá ya estamos disponiendo lo que habría que hacer, o le preguntamos a los interesados directamente en qué podemos ayudar. Es algo que nos surge espontáneo en un deseo de servicio, en una sensibilidad que llevamos en nuestro interior y que ojalá nunca perdamos.

A María le llegaron noticias, en este caso a través del ángel al mismo tiempo que ella también recibía una misión, de lo que estaba sucediendo allá en las lejanas montañas de Judea con su prima Isabel, que siendo ya mayor y después de mucho desearlo, estaba esperando un hijo. Y el evangelio nos dice sencillamente que María se puso en camino lo más rápido que pudo para ir a casa de Zacarías e Isabel.

Muchas veces hemos escuchado y meditado este pasaje evangélico. En la liturgia de en medio de semana ayer mismo lo escuchamos. No resta eso por repetido para que sigamos sintiendo ese evangelio, sintiendo, escuchando esa buena noticia – evangelio – que Dios tiene para nosotros hoy. La insistencia de un mismo texto en que contemplamos a María ponerse en camino ¿no será un signo, una llamada especial que Dios ahora, en el momento en que vivimos nos está transmitiendo?

No es en este caso la curiosidad, pero sí puede ser una invitación a una mirada con ojos distintos ese mundo en el que vivimos al que tenemos que servir como lo hizo María con aquellos ancianos en esas circunstancias concretas que estaban viviendo. Y esta llamada nos llega en estos momentos en que vamos a celebrar la Navidad, como una indicación, una dirección hacia donde tenemos que dirigir nuestros pasos. Fue presencia de Dios de una manera especial en aquel hogar de las montañas de Judea con la presencia de María.

Ya hemos meditado muchas veces toda la reacción que se produjo con la llegada de María, en la propia Isabel, en la criatura que llevaba en sus entrañas, posteriormente veremos también a Zacarías, el que en principio había dudado a pesar de ser un hombre de fe, pero que prorrumpirá en cánticos de alabanza a Dios consciente ya de todo el misterio de Dios que allí se estaba manifestando; fue finalmente la misma reacción de las gentes del lugar que se admiraban por todo lo que estaba sucediendo y les hacía preguntarse por el significado de todo ello.

Cuando por nuestra fe nos disponemos a celebrar Navidad ¿no tendríamos también que ponernos en camino con disposición en nuestro espíritu para abrirnos a algo nuevo que el Señor quiera manifestarnos? Podría estar pidiéndonos una nueva actitud de servicio, una nueva salida de nuestras rutinas de siempre para encontrarnos con alguien que esté necesitando algo de nosotros, de nuestra fe, de nuestro amor. Allí estaban unos ancianos que estaban solos y necesitados de ayuda en la montaña y María fue hasta ellos. ¿Habrá alguna soledad que podemos mitigar y consolar haciéndonos presente en la vida de alguien?

Todo aquel camino de María despertó la fe de aquella familia, primero Isabel llega a reconocer esa especial presencia de Dios porque se deja guiar por el Espíritu para reconocer la grandeza de María – la madre de mi Señor – para bendecirla por su fe, lo mismo que hará finalmente Zacarías. Nuestras actitudes, nuestra manera de celebrar la navidad y de vivir nuestra fe tendría que ser un rayo de luz, una llamada o un toque de atención a quienes están a nuestro lado para descubrir un nuevo sentido de la navidad.

¿Seremos capaces de despertar la fe de los que están a nuestro lado? Como aquellos vecinos de las montañas se preguntaban sobre el significado de todo lo que sucedía, ¿seremos también nosotros interrogante para alguien que les lleve a descubrir a Dios? Nos quejamos tantas veces de ese mundo que nos rodea que ha perdido la sensibilidad de la fe, a quienes nada les dice ya ni la religión ni el evangelio, y que nos miran a la Iglesia de una forma en que no nos sentimos a gusto, ¿en qué medida estamos siendo evangelio en medio de nuestro mundo? ¿En qué medida estamos siendo anuncio de esa buena noticia de salvación para el mundo de hoy?

Tenemos que decidirnos ya de una vez por todas a ponernos en camino. Es mucho lo que tenemos que llevar al mundo que nos rodea. Es hermoso el anuncio que tenemos que hacer y que no podemos ocultar. Hagamos que brille un poquito más esa luz de Jesús, esa luz del evangelio. Pongámonos en camino de evangelio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario