sábado, 30 de abril de 2022

Aceptemos y valoremos esas soledades que a veces nos llegan en la vida, como sepamos buscar también la soledad que nos abre el corazón a algo más grande y trascendente

 


Aceptemos y valoremos esas soledades que a veces nos llegan en la vida, como sepamos buscar también la soledad que nos abre el corazón a algo más grande y trascendente

Hechos de los apóstoles 6, 1-7; Sal 32; Juan 6, 16-21

Estar solo, la soledad ¿será un valor que habría que buscar o será algo de lo que tenemos que huir? Como valor de principio tendríamos que decir que por naturaleza es la comunión y la relación con los demás; no estamos hechos para estar solos; hay quien realmente le tiene miedo a sentirse solo; le da quizás inseguridad, aparecen los temores ante lo que tenemos que enfrentarnos, parece que nadie nos apoya ni nos valora cuando nos dejan solos, muchas cosas podríamos pensar.

Aunque hay quien busca la soledad, o habrá momentos en que también necesitemos de la soledad y el silencio, para apartarnos de tantos ruidos, para no dejarnos encandilar por las cosas y las materialidades de la vida, para encontrarnos con nosotros mismos, puede ser también un valor sin renunciar a lo que sea estar en relación con los demás.

Hoy el evangelio nos habla del grupo de los discípulos que al anochecer embarcan allá en aquellos descampados donde se habían desarrollado varios hechos, como la multiplicación de los panes, y ahora van solo en la barca rumbo a Cafarnaún. Jesús no estaba con ellos y se sienten solos porque les parece incluso que la barca no avanza. Pero si ellos están con sus temores y sus soledades no deseadas atravesando el lago, Jesús ha querido quedarse solo en la montaña aquella noche, porque al despedir a los discípulos en la barca evita el estar con aquellos que en sus entusiasmos por el pan comido milagrosamente en el desierto ahora quieren hacerle rey. No busca Jesús el éxito y el clamor de los reinos de este mundo. Jesús se va solo a la montaña, como tantas veces le veremos hacer en el evangelio que se retira a solas en la noche o en la madrugada para orar.

Una búsqueda de soledad por parte de Jesús mientras los discípulos atraviesan el lago en una soledad no deseada. Pero Jesús está con ellos, o mejor, Jesús viene a su encuentro para estar con ellos. En medio de la noche, con todos los fantasmas que nos hace ver la oscuridad, ellos descubren que alguien camina sobre el agua y viene hacia ellos. El evangelista Juan no entra en muchos detalles pero los otros evangelistas que nos narran este hecho nos hablarán de los miedos que se despiertan en los discípulos porque creen ver un fantasma. Las oscuridades que llevan por dentro con sus miedos les impiden reconocer a Jesús. ¿Tendríamos que pensar en eso también?

‘Soy yo, no temáis’, escuchan la voz del Maestro. Tras su sorpresa con alegría quieren recogerlo, pero pronto se dan cuenta de que ya están llegando a su destino. Con Jesús a su lado parece que la barca tuviera alas para hacer más rápido el camino.

Necesitaban los discípulos pasar por aquella soledad en medio del lago, aunque les pareciera que el trayecto se hacía interminable. Nos viene bien tener esos momentos de soledad, en que nos sentimos vacíos e impotentes; las pruebas de las noches oscuras aunque a veces nos parezcan insoportables nos son necesarias para que aprendamos a buscar donde realmente tenemos la luz; sentirnos incapaces en ocasiones nos viene bien para vencer nuestras autosuficiencias y ver la necesidad del otro que está a nuestro lado y al que no habíamos prestado atención, pero que nos está ofreciendo una mano que mejor nos capacita; vernos solos y en silencio es bueno para salir de ese aturdimiento de los ruidos y de tantas cosas que nos gritan a nuestro alrededor y poder comenzar a escuchar lo que verdaderamente es importante, o para descubrirnos a nosotros mismos con nuestros valores y capacidades que a veces tenemos como ocultas.

Tenemos que aprender a aceptar y valorar esas soledades que a veces nos llegan en la vida, porque pueden ser una gran lección, como tenemos también que saber buscar esa soledad que nos abre el corazón a algo más grande y trascendente, que nos abre el corazón a Dios. No estamos solos porque Dios está siempre con nosotros.

viernes, 29 de abril de 2022

Dejémonos acoger por Jesús, su corazón siempre está abierto para nosotros, lleno de mansedumbre, de esa mansedumbre y paz nos contagiará para ser nuestro descanso

 


Dejémonos acoger por Jesús, su corazón siempre está abierto para nosotros, lleno de mansedumbre, de esa mansedumbre y paz nos contagiará para ser nuestro descanso

1Juan 1, 5 — 2, 2; Sal 102; Mateo 11, 25-30

¡Qué cansado estoy! Escuchamos decir con mucha frecuencia a gente a nuestro lado, o acaso nosotros también en muchas ocasiones tenemos esa sensación de cansancio. Es la tarea y el ritmo de la vida que nos exige, que nos responsabiliza, que nos hace estar emprendiendo tareas continuamente; muchas veces puede ser ese cansancio físico por el mucho trabajo porque tenemos que estar pendientes de muchos trabajos, porque las cuentas no nos salen; o es el cansancio de los que se aburren de buscar y no encuentran y la vida se les echa encima con responsabilidades y cosas que atender y no podemos sacar bien las cosas.

Pero no nos podemos quedar ahí, porque ese cansancio puede ser un estado anímico producto de la tensión en que vivimos, los problemas que se nos presentan, los roces que podemos tener con los que están a nuestro lado y no sabemos liberarnos de esos agobios para encontrar paz, no terminamos de curar heridas que se nos producen en nuestro interior, y todo eso nos crea una tensión que nos merma fuerzas no solo en lo físico sino anímicamente.

Es el cansancio de quien se siente desorientado en la vida y tiene que luchar y luchar pero sin saber por qué, porque no tiene un sentido, no tiene unos valores transcendentes por los que luchar, porque no hay un sentido para su vida. Se pregunta por qué y para qué, pero tiene que seguir luchando porque la vida se lo exige sin saber a dónde va, sino simplemente dejándose llevar por lo que la vida le va dando o presentando en cada momento.

Hoy escuchamos a Jesús decirnos en el evangelio,Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré’. Palabras consoladoras son las de Jesús. Buscamos un descanso y Jesús nos lo ofrece. Algunos quizás no lo entenderán, quizá porque no saben bien ni lo que buscan en la vida, tan desorientados pueden estar; algunos no lo entenderán como nunca entienden las palabras de Jesús porque quizá queremos ponernos en un grado superior, nos sentimos tan autosuficientes que no somos capaces de reconocer que alguien nos puede dar una luz, alguien puede ofrecernos un nuevo camino que nos dé un sentido y un valor a la vida y a lo que hacemos.

Necesitamos algo para poder entender las palabras de Jesús. Tener ese espíritu humilde de los pequeños y de los sencillos, porque serán los que estarán siempre abiertos a algo nuevo que pueda llenar sus vidas; no han llenado sus vida en sus autosuficiencias, no han llenado sus vidas dejándose arrastrar simplemente por lo material, por el afán de tener, por unas riquezas que al final son unos oropeles engañosos. Serán los que en verdad se abren a Dios y Dios se les revela en su corazón.

Es lo que nos dice hoy Jesús. ‘Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien’. Son los que van a entender las palabras de Jesús, son los que reciben con corazón abierto esa buena noticia del Evangelio. Eso que nos cuesta tanto aceptar en muchas ocasiones. Ya habremos escuchado a muchos decir a nuestro lado que el evangelio a ellos no les dice nada, pero son los que van desde su autosuficiencia con ese ojo crítico y con falta de humildad.

Sí, Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré’, nos dice Jesús. Vayamos con nuestros cansancios y con nuestros agobios, vayamos con esa desorientación con que andamos en la vida y vayamos con esas heridas que tanto daño nos hacen en el alma y de las que tantas veces no sabemos liberarnos, no sabemos curarnos, vayamos con nuestra pobreza, Jesús es nuestro alivio y nuestro descanso.

Porque Jesús es la luz que nos da sentido a nuestra vida, porque en Jesús aprenderemos a relativizar tantas cosas que no son tan importantes aunque nosotros muchas veces las convirtamos en primordiales, porque Jesús nos ayuda a encontrar esa paz en nuestro espíritu que tanto necesitamos, porque Jesús es el que nos va a sanar por dentro porque nos ayudará a arrancar esos resentimientos, esos orgullos que no terminamos de curar, esos sentimientos heridos por los desaires que vamos sufriendo en la vida, porque Jesús nos hará encontrarnos con nosotros mismos para descubrir cual es la verdadera riqueza por la que tendríamos que luchar.

Dejémonos acoger por Jesús. Su corazón siempre está abierto para nosotros. Su corazón está lleno de mansedumbre y de esa mansedumbre y de esa paz nos contagiará. En El encontraremos de verdad nuestro descanso.

 

jueves, 28 de abril de 2022

Acudamos al Evangelio que nos va iluminando por dentro para dar profundidad a la vida haciéndonos crecer en una espiritualidad profunda que nos haga rebosar por dentro

 


Acudamos al Evangelio que nos va iluminando por dentro para dar profundidad a la vida haciéndonos crecer en una espiritualidad profunda que nos haga rebosar por dentro

Hechos de los apóstoles 5, 27-33; Sal 33; Juan 3, 31-36

Hablamos de lo que sabemos; o al menos, eso debería ser así. Muchas veces somos atrevidos y queremos hablar de todo como si fuéramos expertos en todo. Es difícil, por supuesto, tener esa sabiduría universal y que de todo pudiéramos hablar. Claro que podemos tener nuestras opiniones, habernos ido formando nuestros criterios, tenemos deseos de saber y buscamos cómo aprender más, no nos puede faltar ese deseo y esa inquietud interior. Quien ha perdido ese deseo ha perdido algo importante de su ser, se queda anquilosado, no avanza, se hace conservador de lo que siempre ha sido así, como tantas veces decimos. Necesitamos una sabiduría de la vida. Tenemos que ir forjándola.

Es la búsqueda de ese sentido, de esos valores. Donde queremos también, por qué no, aprender de los demás. Siempre podemos encontrar una sabiduría o una riqueza en los que están a nuestro lado. Pero tiene que ser también ese cultivo de nuestra interioridad, para no quedarnos en lo superficial y superfluo; podemos parecernos a esas mariposas que van de flor en flor y con nada se quedan, pero podemos ser esa abeja laboriosa que va captando el néctar de todas las flores para elaborar la maravillosa miel en las no menos maravillosas celdas del panal construido también con esa cera que va recogiendo también del néctar de las flores. Qué maravilloso que supiéramos ir elaborando esa riqueza de nuestro espíritu porque sepamos ir a lo hondo que da un sentido a nuestra vida.

Tenemos quien nos enseña a darle esa profundidad a nuestra vida, quien es en verdad la Sabiduría de Dios y nos concede a nosotros también ese don del Espíritu. Es de lo que nos vamos empapando en el evangelio cuando nos dejamos impregnar por el Espíritu de Jesús. Por eso tampoco podemos acercarnos a las páginas del evangelio de una manera ligera y superficial. Cuántos nos dicen que eso no es más que repetir una y otra vez lo mismo, pero es porque no han llegado a descubrir la hondura del Evangelio. Siempre será para nosotros una nueva Buena Noticia, porque siempre algo nuevo nos estará transmitiendo y de lo que tenemos que seguir empapándonos.

Por supuesto no busquemos en el evangelio lo que no nos va a ofrecer; no nos quedemos en la curiosidad de unos datos históricos aun con el valor que puedan tener; no vayamos a buscar respuestas de ciencia que tenemos que estudiar por otros caminos. Vamos a buscar la Palabra de Dios, pero que no es quedarnos en espiritualismos trasnochados quizás, sino sentir y descubrir ese sentido profundo de la vida cuando descubrimos el verdadero sentido del Reino de Dios.

Será el evangelio que nos va iluminando por dentro, que nos hace mirar la vida de una forma distinta, que nos hace descubrir el valor de ese mundo que está en nuestras manos, que nos hace tener una mirada distinta a los hombres y mujeres que caminan a nuestro lado y que nunca ya podrán ser como unos desconocidos para nosotros.

Es la luz que va respondiéndonos a los interrogantes más profundos que nos podamos plantear; es la luz que nos eleva y nos trasciende para por una parte descubrir que todo no se queda en nosotros mismos sino que todo va a tener como una referencia en los demás y para los demás, pero que nos eleva más allá para darle un sentido de eternidad a nuestra vida; es lo que dará profundidad a nuestra vida, lo que nos hará crecer en una espiritualidad profunda que nos llene y nos haga rebosar por dentro, pero es lo que nos enseñará a actuar y vivir con madurez. Son esas celdas maravillosas que vamos construyendo dentro de nosotros mismos para hacernos contener esa rica miel de la sabiduría divina que Dios va depositando en nuestro corazón.

Qué grandeza más maravillosa encontramos para nuestra vida.

miércoles, 27 de abril de 2022

Busquemos lo que en verdad dará plenitud a nuestra vida y nos hace grandes, el amor que nos salva y que nos llena de vida, el amor que en verdad salvará al mundo

 




Busquemos lo que en verdad dará plenitud a nuestra vida y nos hace grandes, el amor que nos salva y que nos llena de vida, el amor que en verdad salvará al mundo

Hechos de los apóstoles 5, 17-26; Sal 33; Juan 3, 16-21

¿Cuáles son las motivaciones que tenemos en el fondo de nosotros mismos para nuestro actuar y para nuestro vivir? Seguro que queremos dárnoslas de nobles en nuestra respuesta y vamos a decir que si los hijos, que si queremos lo bueno, que si buscamos siempre los valores que nos puedan engrandecernos y cosas así muy bonitas.

Pero seamos sinceros con nosotros mismos y reconozcamos que incluso detrás de esas cosas buenas que manifestamos muchas veces se mueven intereses ocultos como puedan ser unas ganancias y los valores ya los ponemos en lo material y económico, un prestigio, unas vanidades que nos hacen buscar grandezas y lo bueno significa ya lo que me satisfaga a mi o sea para mi bien, o llegar a unas cotas en la vida donde queremos sentirnos poderosos por encima de los demás. Reconozcamos que hay muchas cosas que purificar.

Hoy Jesús, en aquella conversación que mantuvo con Nicodemo, aquel magistrado judío que fue de noche a conversar con Jesús, nos da la clave del sentido de su vida. Y no puede ser otra que la de amor. Como obediencia al Padre buscando siempre hacer lo que es la voluntad de Dios fue su venida al mundo. Pero ahora se nos revela que la razón y motivo de su venida al mundo fue la del amor, pero no un amor algo así como un ente etéreo que no tiene ni un sujeto ni un objeto, sino que es el amor que Dios tiene al hombre, el amor que Dios nos tiene.

Dios que ama porque Dios es amor, como nos diría más tarde san Juan en sus cartas, pero Dios que nos ama, Dios que ama al hombre y ama al mundo. El Génesis nos habla de cómo Dios se iba regocijando en sí mismo según iba realizando la obra de la creación – vio Dios que era bueno, va diciendo en cada uno de los momentos de la creación –  y culmina ese llamémoslo regocijo de Dios cuando crea al hombre y a la mujer – nos dirá y vio Dios que era muy bueno -. Esa expresión viene a significar que al contemplar la bondad de lo que va creando, Dios va poniendo amor en sus criaturas, pondrá un amor especial sobre el hombre y la mujer que ha creado.

Ahora nos llega el momento culminante de la revelación. Aunque ya pesaba sobre el hombre toda la historia de su pecado nos viene a decir que Dios sigue amándonos y con un amor hasta el extremo porque será capaz de darnos a su propio Hijo. Tanto amó Dios al mundo, - tanto amó Dios al hombre que había creado - que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna’. Y no envía Dios a su Hijo para un juicio de condena, sino para elevarlo aun más dándole la vida eterna. Basta sólo que crea, que ponga su fe en El y tendrá vida eterna.

Por eso se nos dirá en otro momento del evangelio de san Juan que a aquellos que creen, aquellos que reciben y acogen al Hijo enviado del Padre, los hace hijos de Dios. ‘A cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre’. Es el regalo del amor de Dios. ‘Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito’.

¿Nos servirá esta consideración que hoy se nos ofrece como Buena Noticia para que encontremos la verdadera motivación que nos dará la salvación? Busquemos lo que en verdad dará plenitud a nuestra vida, busquemos lo que en verdad nos hace grandes. Es el amor que nos salva, es el amor que nos llena de vida, es el amor que nos hace encontrar la verdadera grandeza, es el amor que en verdad salvará al mundo. Busquemos, pues, eso más noble que nos hace grandes, busquemos lo que es la verdadera riqueza de nuestra vida, busquemos lo que realmente nos dará plenitud y nos hará felices. ¿Hay una felicidad más grande que darse por los demás porque los amamos?

Andamos en la vida demasiado ofuscados con nuestros intereses y nuestras ganancias, nuestros prestigios o los pedestales sobre los que nos subamos para poder dominar más sobre los demás. No es el camino. El camino verdadero es el del amor. Esa es la verdadera razón y motivación de nuestra vida.

martes, 26 de abril de 2022

Seamos capaces de ir poniendo nuestros granitos de sal en esos púlpitos de la vida para que un día nuestro mundo encuentre ese nuevo sabor que desde Cristo podemos ofrecer

 


Seamos capaces de ir poniendo nuestros granitos de sal en esos púlpitos de la vida para que un día nuestro mundo encuentre ese nuevo sabor que desde Cristo podemos ofrecer

1Corintios 2, 1-10; Sal 118; Mateo 5, 13-16

De lo que llevamos en el corazón hablan nuestros labios, se suele decir; y no es solo que hablen nuestros labios sino que lo expresamos con el conjunto o la totalidad de nuestra vida. Es la congruencia de un hombre maduro que actúa como piensa, vive según sean sus principios, y no estará nunca lejano su actuar de la vida de lo que piensa y lleva en el corazón. Eso lo podemos llamar madurez, como lo podemos llamar congruencia. Algo importante en la vida, aunque también en ello manifestemos muchas veces nuestra debilidad.

Es lo que nos pide Jesús en el evangelio de diferentes maneras. En el texto que hemos escuchado hoy se nos habla de la sal y de la luz. La sal con que hemos de impregnar nuestro mundo para darle un nuevo sabor. Ya sabemos cómo la sal no solo preserva de la corrupción o de que nuestros alimentos se vuelvan malos, sino que viene a darle el sabor justo a nuestra comida, a nuestro alimento. Resalta el sabor para hacerlo más agradable y apetitoso.

Y Jesús nos dice que somos como la sal en medio de ese mundo que nos rodea. Y es que aquello que por la fe llevamos en el corazón, como decíamos antes lo reflejan nuestros labios, lo refleja nuestra vida, y es de lo que tenemos que contagiar al mundo, con lo que tenemos que darle el sabor de Cristo a nuestro mundo.

¿Qué pasará con nuestra sal? ¿Se habrá vuelto sosa? ¿O acaso será que somos nosotros los que no terminamos de dejarnos impregnar por ese sabor de Cristo? Es una interpelación muy fuerte.


Vivimos en un mundo que siempre hemos dicho que es cristiano, hay toda una cultura manifestada en tantas y tantas obras que son fruto de esa cultura cristiana que incluso de forma maravillosamente extraordinaria se expresa en el arte que hemos heredado de siglos, pero estamos viendo, sin embargo, que nuestra sociedad es cada vez menos cristiana, que a nuestra sociedad le importa cada vez menos la religión, el evangelio, Cristo o los cristianos. Es más, nos encontramos cada vez más en un mundo adverso a todo lo que suene a cristianismo, religión, iglesia, etc.…

¿Qué habrá sucedido? ¿Nos habremos dormido en viejos laureles pero no nos habremos preocupado en verdad de empaparnos de ese sentido cristiano y así Cristo está cada vez más lejos de nuestra sociedad y de nuestro mundo? ¿Habrá perdido sabor nuestra sal? ¿Ya no somos esa sal en medio del mundo que nos rodea? Es una realidad que tenemos que reconocer y que nos tiene que interpelar a los cristianos que tan poco influimos ya en nuestra sociedad. A mí realmente me preocupa aunque reconozco que no sé ni cómo expresarlo bien.


Precisamente estos textos del evangelio que nos han servido de pauta para nuestra reflexión, aunque mira por donde vamos ya, nos los ofrece la liturgia porque estamos hoy celebrando a un santo además español, San Isidoro de Sevilla, que en sí mismo fue toda una enciclopedia en su vida, en su saber y en sus escritos con una influencia muy grande en la España de su época. De él no se apartó nunca su sentido de Cristo y de cristiano y eso lo insufló en todo el saber de la época a través de sus escritos. Fue un santo Obispo de Sevilla, pero fue todo un sabio de su tiempo.

Es lo que necesitamos hoy. Que en verdad los cristianos nos hagamos muy presentes en el mundo de hoy y también en su cultura; en diálogo por supuesto con las corrientes de pensamiento distintas que se van generando con el paso de los tiempos y que también afloran en la cultura actual, pero sin dejar en la sombra nuestro pensamiento desde el sentido cristiano de la vida que tanto  ha contribuido a través de la historia a la construcción de nuestra sociedad y que puede y tiene que seguir contribuyendo hoy.

Eso es también ser sal de la tierra y luz del mundo, como hoy nos pide Jesús en el evangelio. No nos podemos ocultar los cristianos con nuestros miedos al mundo de hoy, encerrándonos en nuestros cenáculos y no siendo capaces de salir a las plazas de la vida y de la cultura de hoy para presentar también nuestro mensaje. En nuestras manos podemos tener poderosos altavoces desde donde pregonemos nuestro mensaje, los púlpitos de la vida moderna, que tenemos también que saber aprovechar.

Seamos capaces de ir poniendo nuestros granitos de sal para que un día nuestro mundo encuentre ese nuevo sabor que en Cristo podemos encontrar.

 

lunes, 25 de abril de 2022

Tenemos la fuerza del Espíritu de Cristo resucitado está con nosotros con la seguridad de que transmitimos vida llevando salud y salvación a nuestro mundo

 


Tenemos la fuerza del Espíritu de Cristo resucitado está con nosotros con la seguridad de que transmitimos vida llevando salud y salvación a nuestro mundo

1Pedro 5, 5b-14; Sal 88; Marcos 16, 15-20

‘Ellos se fueron a predicar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban’. Son las palabras finales del evangelio de san Marcos, a quien hoy estamos celebrando. Es por lo que rompemos de alguna manera el ritmo de los textos de la Escritura que vamos escuchando en el tiempo pascual en el que estamos, para ofrecernos este texto del evangelio de san Marcos; en la coincidencia, por otra parte, que es parte este texto del que escuchamos en el pasado sábado.

Se ha escogido litúrgicamente este texto en la fiesta de san Marcos, por ser del evangelio que él nos transmitió, y por el envío que Jesús hace de sus discípulos a ir por todo el mundo anunciando el evangelio. ‘ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos’.

Un anuncio de la Buena Noticia de Jesús para despertar la fe en aquellos a los que se hace este anuncio. Cómo nos dirá el apóstol san Pablo en alguna de sus cartas ¿Cómo van a creer si no se les anuncia la Buena Noticia? La Buena Noticia de Jesús nos llegará desde el testimonio de quienes han puesto su fe en El, pero también de esa palabra pronunciada para anunciar el nombre de Jesús. Una palabra, es cierto, que tiene que ir acompañada por el testimonio de una vida.

Y es aquí donde nos surge la pregunta que nos interpela. ¿Es nuestra vida en verdad un testimonio que se hace anuncio? La Palabra que pronunciamos y queremos anunciar ¿va seriamente acompañada por el testimonio de nuestra vida? Necesariamente tiene que haber una interrelación porque de lo contrario se puede convertir en una palabra hueca y vacía. Es nuestra vida la primera que se ha de convertir en un grito y en un anuncio para quienes nos vean. ‘Que vean vuestras buenas obras para que glorifiquen a vuestro Padre del cielo’, nos dirá Jesús en el evangelio.

Y es que la fe que tenemos en Jesús cuando aceptamos su evangelio tiene que envolvernos y empaparnos. No es un adorno que podamos poner y quitar de nuestra solapa cuando nos convenga. La fe va a ser un sentido de vida, un motor para la vida, una luz que ilumina y da un valor y un sentido nuevo a nuestra vida.

Me he encontrado un texto de un autor contemporáneo que no me resisto a trasmitiros y que muy sabiamente nos dice: ‘Por la fe será distinta la vida. Por la fe, resistirá la esperanza. Por la fe, plantaremos cara a lo ingrato, lo vacío, lo absurdo. Por la fe derribaremos gigantes, devolveremos la vida a los muertos. Por la fe espantaremos a la soledad y al miedo. Por la fe abriremos la puerta al extraño. Por la fe quemaremos las naves para adentrarnos en la tierra nueva donde Tú nos esperas. El justo vivirá por la fe. (José María Rodríguez Olaizola, S.I. “Cuando llegas”)

No nos quita nuestras debilidades pero no da fortaleza; no nos quita la dureza del anuncio en un mundo quizás adverso pero nos da valentía para proseguir nuestro empeño; no nos hace la vida fácil porque la lucha siempre hemos de mantenerla para que se conserve encendida nuestra luz, pero tenemos la seguridad de que podemos llegar hasta el final. Nos abre caminos y nos da el arrojo de emprenderlos confiados en llegar a la meta; no nos sentiremos nunca solos porque tenemos la certeza de que la fuerza del Espíritu de Cristo resucitado está con nosotros. Tenemos la seguridad que transmitimos vida, que estamos llevando la salud y la salvación a nuestro mundo.

domingo, 24 de abril de 2022

Nos hacemos participes de la bienaventuranza porque sin haber visto creemos y experimentamos en el corazón la presencia de Jesús que nos llena de una nueva paz

 


Nos hacemos participes de la bienaventuranza porque sin haber visto creemos y experimentamos en el corazón la presencia de Jesús que nos llena de una nueva paz

Hechos 5, 12-16; Sal 117; Apocalipsis 1, 9-11a. 12-13. 17-19; Juan 20, 19-31

En medio del ambiente festivo y de pascua que seguimos viviendo, pues solo estamos en la octava de Pascua hoy escuchamos el evangelio con ese mismo gozo en el alma al contemplar a Jesús como se manifiesta resucitado al grupo de los apóstoles que se encuentran reunidos en el cenáculo. Pero aún así no podemos dejar a un lado la situación de cierta incertidumbre que ellos vivían en aquellos momentos y en la que nos vemos reflejados en la situación anímica que vivimos en el hoy de nuestra vida.

El evangelio que escuchamos no es solo narración de la Buena Noticia que significó para ellos el encuentro con Cristo resucitado, sino que tenemos que hacer que sea Buena Noticia también hoy para nosotros, y como toda buena noticia a nosotros también nos eleve el espíritu, nos levante el ánimo y sea en verdad anuncio de salvación para nuestra vida hoy. Es el espíritu con que siempre hemos de escuchar el evangelio haciendo lectura sobre nuestra vida concreta que vivimos.

El grupo de los apóstoles estaba encerrado en el cenáculo, las puertas y ventanas cerradas, porque seguían con sus miedos y sus dudas. Alguno incluso un poco se había ido por sí mismo y no estaba con el grupo con las consecuencias que se derivarían para todo lo que iba a suceder.

Algunas veces nosotros nos encerramos también en nosotros mismos o en las rutinas de las cosas de siempre y tememos abrirnos a algo nuevo, a nuevos planteamientos, a nuevos enfoques de las cosas, o a dejarnos sorprender por lo que podría ser una nueva riqueza para nuestra vida. Nos encerramos o nos aislamos yéndonos por nuestra cuenta, que es también una forma de escurrir el bulto, como se suele decir. La situación por la que hemos pasado o a la que en estos momentos tenemos que estar enfrentando en nuestra sociedad y en nuestro mundo quizás también nos crea inseguridades, no queremos pensar en lo que sucede y hasta tratamos de distraernos con otras cosas. Han sido también muchos los cambios habidos en nuestra sociedad y pensemos que todo lo que hemos estado pasando en los últimos tiempos nos ha cogido con paso descolocado a destiempo y no vemos cómo o no sabemos cuándo volveremos a coger el ritmo que habíamos perdido.

La Buena Noticia es que Jesús está en medio de ellos. Fue una sorpresa que hizo surgir nuevos y variados sentimientos en cierto modo contrapuestos, miedo y alegría, y fue como ese suspiro de alivio que damos cuando al fin podemos despojarnos de todos nuestros miedos o de todas las incertidumbres que nos abruman. Se llenaron de paz. Fue el saludo repetido de Jesús. ‘Paz a vosotros’. ¿Cómo no iba a ser ese el saludo y lo que sintieran en lo más hondo de ellos mismos después de tantas cosas que les habían llenado de angustia y sufrimiento?

Algo nuevo comenzaba en sus vidas. Una vida nueva comenzaban a sentir dentro de sí. Sería todo un camino que tendrían que seguir realizando. Se sentían liberados de todo tipo de ataduras y de pesos en el alma, que se manifiesta en esa donación del Espíritu que Jesús les hace para que puedan sentir el nuevo sabor del amor. Un amor que crece dentro de nosotros cuando nos sentimos perdonados; un amor que vamos regalando cuando también vamos repartiendo perdón. Cuando nos sentimos perdonados y cuando lo vamos ofreciendo también con generosidad algo se va curando dentro de nosotros y es cuando llegamos a sentir la verdadera paz.

Qué triste los que no saben perdonar; en su orgullo se creen vencedores de los demás porque les parece que siempre van a tener como encadenados a los otros porque no los perdonan manteniendo reticencias y deseos vengativos, pero realmente se están destruyendo a sí mismos, nunca podrán saborear lo que es la verdadera paz, porque mantienen ese herida enfermiza del rencor dentro de sí. El que no sabe o no quiere perdonar es el que en el fondo está sufriendo más, porque no saboreará la verdadera paz.

Y tenemos que aprender a salir de nuestros aislamientos. Tomás no estaba con ellos cuando Jesús se les apareció y en él siguieron las dudas y los miedos que se le seguían haciendo pedir pruebas y más pruebas. ‘Hemos visto al Señor’, le transmiten con alegría el resto de los apóstoles cuando regresa. ‘Si no veo la señal de los clavos… la herida del costado… no creo’, es la actitud negativa que aún mantiene.

Será cuando el Señor se manifieste de nuevo y a él directamente se dirija Jesús para que meta sus dedos y su mano en sus llagas cuando se quedará sin argumentos y sin palabras y tendrá la valentía de musitar su fe. ‘¡Señor mío y Dios mío!’, será su reacción. ‘Dichosos los que crean sin haber visto’, proclamará Jesús como una bienaventuranza para todos nosotros que no hemos visto, pero hemos creído; no hemos visto, pero hemos aceptado el testimonio de quienes nos han transmitido y contagiado su fe en la tradición que se prolonga por los siglos; no hemos visto, pero sí hemos sabido experimentar en lo hondo del corazón la presencia del Señor que nos llena de vida, que transforma nuestra vida.

Pero esa fe en el Señor que, a pesar de puertas cerradas, de oscuridades de la vida, o de los momentos duros por los que podamos estar pasando, se quiere seguir manifestando en nosotros y en nuestro mundo. Y el Señor resucitado pone su Espíritu en nuestros corazones para que tengamos la posibilidad de saborear la paz; pone su espíritu en nosotros para que tengamos esperanza en ese mundo nuevo y luchemos y nos esforcemos para poner de nuestra parte lo que haga posible esa paz; pone su Espíritu en nosotros para que ni nos encerremos ni nos aislemos, para que seamos capaces de abrirnos a algo nuevo y al mismo tiempo comprometernos para entre todos hacer que florezca en todas partes la paz; pone su Espíritu en nuestro mundo para ir transformando los corazones de todos para que seamos constructores de vida y no de muerte y tengamos esperanza de poner esos cimientos de un mundo nuevo y mejor.