miércoles, 27 de abril de 2022

Busquemos lo que en verdad dará plenitud a nuestra vida y nos hace grandes, el amor que nos salva y que nos llena de vida, el amor que en verdad salvará al mundo

 




Busquemos lo que en verdad dará plenitud a nuestra vida y nos hace grandes, el amor que nos salva y que nos llena de vida, el amor que en verdad salvará al mundo

Hechos de los apóstoles 5, 17-26; Sal 33; Juan 3, 16-21

¿Cuáles son las motivaciones que tenemos en el fondo de nosotros mismos para nuestro actuar y para nuestro vivir? Seguro que queremos dárnoslas de nobles en nuestra respuesta y vamos a decir que si los hijos, que si queremos lo bueno, que si buscamos siempre los valores que nos puedan engrandecernos y cosas así muy bonitas.

Pero seamos sinceros con nosotros mismos y reconozcamos que incluso detrás de esas cosas buenas que manifestamos muchas veces se mueven intereses ocultos como puedan ser unas ganancias y los valores ya los ponemos en lo material y económico, un prestigio, unas vanidades que nos hacen buscar grandezas y lo bueno significa ya lo que me satisfaga a mi o sea para mi bien, o llegar a unas cotas en la vida donde queremos sentirnos poderosos por encima de los demás. Reconozcamos que hay muchas cosas que purificar.

Hoy Jesús, en aquella conversación que mantuvo con Nicodemo, aquel magistrado judío que fue de noche a conversar con Jesús, nos da la clave del sentido de su vida. Y no puede ser otra que la de amor. Como obediencia al Padre buscando siempre hacer lo que es la voluntad de Dios fue su venida al mundo. Pero ahora se nos revela que la razón y motivo de su venida al mundo fue la del amor, pero no un amor algo así como un ente etéreo que no tiene ni un sujeto ni un objeto, sino que es el amor que Dios tiene al hombre, el amor que Dios nos tiene.

Dios que ama porque Dios es amor, como nos diría más tarde san Juan en sus cartas, pero Dios que nos ama, Dios que ama al hombre y ama al mundo. El Génesis nos habla de cómo Dios se iba regocijando en sí mismo según iba realizando la obra de la creación – vio Dios que era bueno, va diciendo en cada uno de los momentos de la creación –  y culmina ese llamémoslo regocijo de Dios cuando crea al hombre y a la mujer – nos dirá y vio Dios que era muy bueno -. Esa expresión viene a significar que al contemplar la bondad de lo que va creando, Dios va poniendo amor en sus criaturas, pondrá un amor especial sobre el hombre y la mujer que ha creado.

Ahora nos llega el momento culminante de la revelación. Aunque ya pesaba sobre el hombre toda la historia de su pecado nos viene a decir que Dios sigue amándonos y con un amor hasta el extremo porque será capaz de darnos a su propio Hijo. Tanto amó Dios al mundo, - tanto amó Dios al hombre que había creado - que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna’. Y no envía Dios a su Hijo para un juicio de condena, sino para elevarlo aun más dándole la vida eterna. Basta sólo que crea, que ponga su fe en El y tendrá vida eterna.

Por eso se nos dirá en otro momento del evangelio de san Juan que a aquellos que creen, aquellos que reciben y acogen al Hijo enviado del Padre, los hace hijos de Dios. ‘A cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre’. Es el regalo del amor de Dios. ‘Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito’.

¿Nos servirá esta consideración que hoy se nos ofrece como Buena Noticia para que encontremos la verdadera motivación que nos dará la salvación? Busquemos lo que en verdad dará plenitud a nuestra vida, busquemos lo que en verdad nos hace grandes. Es el amor que nos salva, es el amor que nos llena de vida, es el amor que nos hace encontrar la verdadera grandeza, es el amor que en verdad salvará al mundo. Busquemos, pues, eso más noble que nos hace grandes, busquemos lo que es la verdadera riqueza de nuestra vida, busquemos lo que realmente nos dará plenitud y nos hará felices. ¿Hay una felicidad más grande que darse por los demás porque los amamos?

Andamos en la vida demasiado ofuscados con nuestros intereses y nuestras ganancias, nuestros prestigios o los pedestales sobre los que nos subamos para poder dominar más sobre los demás. No es el camino. El camino verdadero es el del amor. Esa es la verdadera razón y motivación de nuestra vida.

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