viernes, 29 de abril de 2022

Dejémonos acoger por Jesús, su corazón siempre está abierto para nosotros, lleno de mansedumbre, de esa mansedumbre y paz nos contagiará para ser nuestro descanso

 


Dejémonos acoger por Jesús, su corazón siempre está abierto para nosotros, lleno de mansedumbre, de esa mansedumbre y paz nos contagiará para ser nuestro descanso

1Juan 1, 5 — 2, 2; Sal 102; Mateo 11, 25-30

¡Qué cansado estoy! Escuchamos decir con mucha frecuencia a gente a nuestro lado, o acaso nosotros también en muchas ocasiones tenemos esa sensación de cansancio. Es la tarea y el ritmo de la vida que nos exige, que nos responsabiliza, que nos hace estar emprendiendo tareas continuamente; muchas veces puede ser ese cansancio físico por el mucho trabajo porque tenemos que estar pendientes de muchos trabajos, porque las cuentas no nos salen; o es el cansancio de los que se aburren de buscar y no encuentran y la vida se les echa encima con responsabilidades y cosas que atender y no podemos sacar bien las cosas.

Pero no nos podemos quedar ahí, porque ese cansancio puede ser un estado anímico producto de la tensión en que vivimos, los problemas que se nos presentan, los roces que podemos tener con los que están a nuestro lado y no sabemos liberarnos de esos agobios para encontrar paz, no terminamos de curar heridas que se nos producen en nuestro interior, y todo eso nos crea una tensión que nos merma fuerzas no solo en lo físico sino anímicamente.

Es el cansancio de quien se siente desorientado en la vida y tiene que luchar y luchar pero sin saber por qué, porque no tiene un sentido, no tiene unos valores transcendentes por los que luchar, porque no hay un sentido para su vida. Se pregunta por qué y para qué, pero tiene que seguir luchando porque la vida se lo exige sin saber a dónde va, sino simplemente dejándose llevar por lo que la vida le va dando o presentando en cada momento.

Hoy escuchamos a Jesús decirnos en el evangelio,Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré’. Palabras consoladoras son las de Jesús. Buscamos un descanso y Jesús nos lo ofrece. Algunos quizás no lo entenderán, quizá porque no saben bien ni lo que buscan en la vida, tan desorientados pueden estar; algunos no lo entenderán como nunca entienden las palabras de Jesús porque quizá queremos ponernos en un grado superior, nos sentimos tan autosuficientes que no somos capaces de reconocer que alguien nos puede dar una luz, alguien puede ofrecernos un nuevo camino que nos dé un sentido y un valor a la vida y a lo que hacemos.

Necesitamos algo para poder entender las palabras de Jesús. Tener ese espíritu humilde de los pequeños y de los sencillos, porque serán los que estarán siempre abiertos a algo nuevo que pueda llenar sus vidas; no han llenado sus vida en sus autosuficiencias, no han llenado sus vidas dejándose arrastrar simplemente por lo material, por el afán de tener, por unas riquezas que al final son unos oropeles engañosos. Serán los que en verdad se abren a Dios y Dios se les revela en su corazón.

Es lo que nos dice hoy Jesús. ‘Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien’. Son los que van a entender las palabras de Jesús, son los que reciben con corazón abierto esa buena noticia del Evangelio. Eso que nos cuesta tanto aceptar en muchas ocasiones. Ya habremos escuchado a muchos decir a nuestro lado que el evangelio a ellos no les dice nada, pero son los que van desde su autosuficiencia con ese ojo crítico y con falta de humildad.

Sí, Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré’, nos dice Jesús. Vayamos con nuestros cansancios y con nuestros agobios, vayamos con esa desorientación con que andamos en la vida y vayamos con esas heridas que tanto daño nos hacen en el alma y de las que tantas veces no sabemos liberarnos, no sabemos curarnos, vayamos con nuestra pobreza, Jesús es nuestro alivio y nuestro descanso.

Porque Jesús es la luz que nos da sentido a nuestra vida, porque en Jesús aprenderemos a relativizar tantas cosas que no son tan importantes aunque nosotros muchas veces las convirtamos en primordiales, porque Jesús nos ayuda a encontrar esa paz en nuestro espíritu que tanto necesitamos, porque Jesús es el que nos va a sanar por dentro porque nos ayudará a arrancar esos resentimientos, esos orgullos que no terminamos de curar, esos sentimientos heridos por los desaires que vamos sufriendo en la vida, porque Jesús nos hará encontrarnos con nosotros mismos para descubrir cual es la verdadera riqueza por la que tendríamos que luchar.

Dejémonos acoger por Jesús. Su corazón siempre está abierto para nosotros. Su corazón está lleno de mansedumbre y de esa mansedumbre y de esa paz nos contagiará. En El encontraremos de verdad nuestro descanso.

 

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