sábado, 29 de febrero de 2020

Jesús es el que quiere contar también contigo y conmigo, no importa que seamos pecadores, porque El nos pone en camino de vida nueva y nos enseña a tener una nueva mirada


Jesús es el que quiere contar también contigo y conmigo, no importa que seamos pecadores, porque El nos pone en camino de vida nueva y nos enseña a tener una nueva mirada

 Isaías 58, 9-14; Sal 85;  Lucas 5, 27-32
Hay momentos en los que necesitamos tiempo para llegar a comprender y asumir algo que nos sucede o algo que contemplamos en lo que acontece a los demás. Las prisas y carreras con que vamos por la vida no nos ayudan a interiorizar, a rumiar los acontecimientos y es por lo que muchas veces somos superficiales en nuestras apreciaciones, nos dejamos arrastrar por lo que dice la gente, por una primera impresión o por los prejuicios que tengamos. Nos sucede mucho más de lo que somos capaces de reconocer; y no lo reconocemos precisamente por esa superficialidad con que nos tomamos la vida.
La mayor o menor cercanía ideológica que tengamos con las personas nos lleva a aceptar o a rechazar sus planteamientos e incluso su vida; cuando no son de nuestra cuerda y vamos cargados de prejuicios fácilmente descartamos las ideas que nos presente o su forma de actuar y terminamos en muchas ocasiones queriendo desprestigiar al que consideramos un oponente. No somos capaces de ir más allá de una apariencia que nos pueda presentar o de los prejuicios que nosotros llevamos para descubrir lo bueno y lo positivo que nos pueda ofrecer. Cuánto vemos de ese tipo en la vida social, en la lucha política y cuanto desperdiciamos lo bueno que cada uno podría aportar para entre todos hacer que las cosas funcionen mejor.
Un poco de todo esto sucedía en aquel momento con lo que estaba sucediendo según nos cuenta el evangelio. Jesús al pasar por delante del mostrador de los impuestos donde estaba Leví cumpliendo su función se detuvo para invitar al publicano a seguirle. Se desató la tormenta. ¿Cómo se le ocurre a éste invitar a un publicano para formar parte del grupo de sus compañeros, de sus amigos? Se estaban ya preguntando por allá los fariseos y los escribas. En los criterios que a ellos les guiaban no cabía en la cabeza de nadie que una persona de tal calaña pudiera formar parte del grupo de quien se presentaba como profeta en Israel. ¿O quizá porque había esa visión profética no sería este un signo claro de un mundo nuevo que Jesús llamaba Reino de Dios?
La mirada de Jesús no es mezquina como suele ser nuestra mirada. Ni se deja influir por las apariencias externas ni quiere juzgar el corazón del hombre desde unos prejuicios constituidos. Es una mirada nueva la de Jesús que nos enseña a nosotros a mirar también. Es la mirada de quien quiere contar con la persona, de quien valora cuanto de bueno hay siempre en el corazón del hombre, es la mirada también de quien tiende la mano sea a quien sea para invitarle a levantarse, a cambiar, a emprender una nuevo camino o una nueva tarea. ¿Aprenderemos a tener nosotros una mirada así?
Ya sabemos todo lo que sigue. Leví se levantó de su garita y se fue con Jesús, es más, hace un banquete como para celebrar aquel encuentro con Jesús en el que están invitados también sus amigos de siempre además de Jesús y los discípulos. Ya sabemos las murmuraciones de lo que se consideraban justos y no les cabía en la cabeza que su pudiera comer con publicanos y pecadores.
Pero Jesús es el médico que viene a curarnos y a darnos vida siempre. Jesús es el que viene y quiere también contigo y conmigo, no importa que seamos pecadores, porque El nos sana, porque El nos pone en camino de vida nueva, porque El transforma nuestro corazón al tiempo que nos enseña a tener una nueva mirada.

viernes, 28 de febrero de 2020

No son nuestras obras las que merecen nuestra justificación que nos viene por la misericordia de Dios que nos ama aun siendo nosotros pecadores


No son nuestras obras las que merecen nuestra justificación que nos viene por la misericordia de Dios que nos ama aun siendo nosotros pecadores

 lsaías 58, 1-9ª;Sal 50; Mateo 9, 14-15
Tratar de ganarnos el favor de alguien prometiendo u ofreciendo regalos para ganarnos así su simpatía y benevolencia es algo que sabemos bien que abunda mucho en nuestras relaciones sociales; gestos y detalles de este tipo que se realizan de manera inocente es frecuente entre las personas cercanas, pero que se va agrandando en malicia cuando se trata de ganarse el favor de los poderosos, o de los que tienen alguna influencia en el desarrollo de la sociedad.
Bien sabemos que eso está tipificado como soborno, tráfico de influencias, malversación y otros términos en el aspecto ético y legal y también cómo demasiado funciona nuestra sociedad desde esas instancias; bien conocemos cuantas corruptelas de este tipo manejan los hilos de nuestra sociedad en tantos aspectos de la vida social, política o simplemente de la administración. No es cuestión de ser agradecidos por lo que hayan hecho a favor nuestro, aunque en los que tienen a función de la administración entra esa tarea en su responsabilidad - ¿tendríamos que estar agradecidos por el cumplimiento de su deber? -, sino que podemos descubrir otros intereses o intenciones.
Pero me quiero hacer una pregunta en referencia a nuestras relaciones con Dios. En nuestra mezquindad en muchas de nuestras prácticas religiosas ¿no andaremos actuando en cierto modo de esa manera? ¿No pretenderemos en muchas ocasiones comprarnos el favor de Dios con nuestros regalos, que pueden ser nuestras ayunos o nuestros sacrificios, nuestras ofrendas o la promesa de rezos interminables, o con esas donaciones en las que pretendemos quizá ganarnos un prestigio y hasta que quede nuestro nombre para la posteridad?
Lo hemos escuchado muchas veces en el evangelio y hoy de nuevo vuelve a plantearse, la queja que tenían los fariseos contra Jesús porque sus discípulos no ayunaban como lo hacían los discípulos de Juan o los mismos discípulos de los fariseos. Claro que Jesús les responde que si ayuno tenía un sentido de luto y sacrificio, tal como ellos lo practicaban, qué sentido tenia que los amigos del novio ayunaran mientras estuvieran acompañando al novio en su fiesta de bodas. Pero ellos ayunaban para ganar méritos, que era una forma de justificarse ante Dios, pero también de ganar el prestigio delante de los demás de ser unas personas muy piadosas y cumplidoras.
En otra ocasión Jesús les dirá que bien decía el profeta que este pueblo me honra con sus labios, mientras su corazón está lejos de mí. En los textos que nos ofrece la liturgia para este día escuchamos también la voz del profeta que denuncia la mala práctica que tenían los judíos con sus ayunos. Mucho cumplimiento, muchas prácticas religiosas, muchas ofrendas sobre todo hechas con ostentación, pero en sus corazones no reinaba la compasión y la misericordia.
Es claro, radical podríamos decir, lo que nos dice el profeta que tendríamos que meditar mucho. En realidad, el día de ayuno hacéis vuestros negocios y apremiáis a vuestros servidores; ayunáis para querellas y litigios, y herís con furibundos puñetazos. No ayunéis de este modo, si queréis que se oiga vuestra voz en el cielo…’ Es clara la voz del Señor a través del profeta.
Por eso les señala claramente cual ha de ser el verdadero sentido de su ayuno para que sea agradable al Señor: Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos. Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia, detrás de ti la gloria del Señor’.
Creo que no hacen falta muchas explicaciones sino escuchar con sincero corazón la Palabra del Señor por el profeta. Pon amor en tu corazón, llena de dulzura tu vida, que te presencia sea agradable para los demás por tu bondad, comparte con generosidad desde lo hondo de tu corazón, vive con cercanía a los hermanos que peregrinan a tu lado.
Esa ofrenda que haces al Señor no es para ganarte su favor, sino es la respuesta generosa que quieres dar con tu vida cuando  has sentido su amor en ti. Como dice oro lugar de la Escritura la limosna borra todos tus pecados; que con la generosidad de tu corazón te desprendas de ti mismo, en lo que quizá más te cuesta que muchas veces no son las cosas de las que desprendes, sino el cambio de actitudes en tu corazón y será la verdadera penitencia que ofrezcas a Dios no como signo de reparación sino como muestra de tu amor.
No son tus obras las que merecerán el perdón y la justificación porque eso es regalo del Señor que nos ofrece en Cristo Jesús que murió no porque nosotros fuéramos buenos sino que nos amó aun siendo pecadores.


jueves, 27 de febrero de 2020

Dejemos que Jesús vaya con nosotros en este camino que iniciamos, tendremos momentos de silencio intenso como momentos en que sentiremos que nos habla al corazón


Dejemos que Jesús vaya con nosotros en este camino que iniciamos, tendremos momentos de silencio intenso como momentos en que sentiremos que nos habla al corazón

Deuteronomio 30, 15-20; Sal 1; Lucas 9, 22-25
No nos vale que nos digan vamos conmigo si no nos dicen a donde vamos; no es un simple paseo de entretenimiento, aunque a veces esos paseos son muy interesantes y enriquecedores. Al ir caminando juntos va surgiendo la conversación con confianza y aunque parezca en principio que estamos hablando de cosas sin importancia – socorrido es el tema de hablar del tiempo cuando no sabemos cómo comenzar una conversación – pero pronto surgirá el ir compartiendo emociones de lo mismo que se está viviendo o contemplando en el paseo pero que se trasladará fácilmente a otras emociones más interiores y surgen las confidencias. Enriquecedora en el conocimiento mutuo que se va adquiriendo, enriquecedor el paseo por cuanto se va anudando una amistad. No íbamos a ninguna parte quizá, pero llegamos a cosas y momentos bien hermosos.
Parece que nos salimos del tema, por cuanto comenzamos hablando de saber a donde vamos cuando alguien nos invita a ir con él; quizás de una forma subliminal nos lo estaba dando a entender. Pero en este camino queríamos expresar también cómo en el camino que ayer miércoles de ceniza emprendimos necesitamos tener claro a donde vamos, cual es la meta. Aquí se trata de un seguimiento de Jesús, como lo es toda la vida cristiana, pero que se hace muy concreto en estos cuarenta días que nos conducen a la pascua. Ese es el camino cuaresmal emprendido. Algo, es cierto, que tenemos que tomarnos con seriedad apartándonos de toda rutina, porque siempre ha de ser un camino de vida.
Por eso la liturgia nos ofrece este hermoso texto del evangelio. Por una parte el anuncio de Jesús de lo que significa su subida a Jerusalén. ‘El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día’. Por otra parte lo que significa para nosotros, sus discípulos, ponernos a seguir a Jesús. Y nos hablará de negarnos a nosotros mismos, de tomar la cruz, y de seguir sus pasos.
Es el anuncio de la pasión y de la muerte, pero es el anuncio de la vida. Ahí se encierra el misterio de Cristo, su Pascua. Porque es el verdadero paso de Dios que así se nos va a manifestar en Cristo, en su pascua, en su pasión y muerte y en su resurrección. Cuesta entenderlo. A los discípulos no les cabía en la cabeza. Nosotros también le damos vueltas en la cabeza y nos hacemos bonitas explicaciones pero no es fácil aceptarlo, porque Jesús nos está diciendo que es un paso también para nosotros. Por eso nos habla de negarnos a nosotros mismos, nos habla de cruz, nos habla de perder la vida para ganarla. Pero también se nos hace difícil.
Pero aunque nos cueste Jesús nos está diciendo que vayamos con El. Seguirle. Seguir sus pasos, caminar con El que El camina con nosotros. Es importante que nos decidamos aunque nos cueste, aunque nos parezca dura la meta que nos propone, a ponernos en camino con El. Con El caminando a nuestro lado comenzaremos a verlo distinto. Comenzaremos a sentir como se nos comunica al interior de nosotros mismos, al corazón. Será la experiencia que vivirán los discípulos que se marcharon a Emaús en la tarde de pascua. Aceptaron a aquel caminante que les parecía desconocido a hacer el camino con ellos, y al final reconocieron que les ardía el corazón, al final terminaron reconociendo a Jesús.
Es lo que queremos hacer en este camino, dejar que Jesús vaya con nosotros, tendremos momentos de silencio intenso como tendremos momentos en que sentiremos que nos habla al corazón. Solo falta por nuestra parte disponibilidad, acogida, decidirnos, ponernos a caminar y dejar que El vaya a nuestro lado o en fin de cuentas seamos nosotros los que vayamos a su lado. Cuando llegue la Pascua le podremos reconocer de verdad. Habrá sido un camino que ha merecido la pena.

miércoles, 26 de febrero de 2020

Entramos en la cuaresma no solo porque es miércoles de ceniza, sino porque vamos a dejarnos interpelar por el amor de Dios para vivir nosotros en un mismo amor


Entramos en la cuaresma no solo porque es miércoles de ceniza, sino porque vamos a dejarnos interpelar por el amor de Dios para vivir nosotros en un mismo amor

Joel 2, 12-18; Sal 50; 2Corintios 5, 20 – 6, 2; Mateo 6, 1-6. 16-18
Ceniza, cuaresma, conversión, arrepentimiento, pascua… son algunas palabras que vamos a repetir o vamos a escuchar repetidamente estos días. Pero quiero hacerme una pregunta ¿qué eco van a tener o tienen estas palabras en la gente que nos rodea? La gente sigue con sus fiestas, con sus ocupaciones, sus luchas de cada día por salir adelante y en algunos casos por su supervivencia, en esa loca carrera de la vida por no dejar escapar una oportunidad, o en ese ritmo que nos impone la vida moderna en el que ya parece que no tenemos tiempo ni para nosotros mismos, ni para pensar un poco, ¿a qué les suenan estas palabras? ¿Tendrán eco en sus vidas? Pudiera ser incluso que nos miraran con cara rara cuando las mencionemos porque otros serán quizá sus intereses.
Pero no vamos a pensar en los otros – aunque creo que tendría que ser algo para preocuparnos – sino vamos a pensar en nosotros mismos; sí, los que vamos a la Iglesia, los que incluso vamos hoy miércoles de ceniza porque decimos que queremos de verdad entrar en la cuaresma, ¿qué eco tienen en nosotros? La ceniza ¿un rito que hay que realizar aunque al final nos diga poco? ¿Las otras palabras como algo que se impone hablar de ello por el tiempo en que estamos y siempre se ha hecho así? ¿Harán alguna mella en nosotros?
Porque decir que hacen eco es porque van a encontrar algo en lo que se reflecta ese sonido y el eco viene a ser como una respuesta. Por eso realmente lo que tenemos que preguntarnos es qué respuesta va a haber en nosotros. Esa muralla de nuestra vida en la que han de chocar esos sonidos tendrá que significar una interpelación a nuestra vida. Porque depende de nuestra respuesta para que se ilumine una rayito de luz también para los demás y pudieran comenzar a tener un eco en sus vidas.
Hoy se nos dice claramente que es tiempo de gracia y de salvación. Hoy se nos dice que no echemos en saco roto esa gracia de Dios. Hoy se nos pide que nos dejemos reconciliar, que nos dejemos conducir porque experimentemos en nuestra vida todo lo que es el amor y la misericordia de Dios sintiendo al mismo tiempo la miseria de lo que hacemos, la miseria de nuestro pecado. Si no nos dejamos interpelar no va a haber ningún eco en nuestra vida. Pero ya sabemos que no nos gusta que nos interpelen, que nos hagan ver la realidad de nuestra vida. Pero la interpelación más hermosa será encontrarnos con el amor y la misericordia de Dios.
Pero, ¿sabéis una cosa hermosa? Es que ese encuentro con la misericordia de Dios, con su amor misericordioso es para que nosotros nos hagamos de la misma manera. Quien experimenta que es amado no le queda otra que amar también de la misma manera. Si después de sentir el amor de Dios en nosotros no somos capaces de obrar con ese mismo amor y misericordia con los demás, algo nos ha fallado, aquel encuentro no fue del todo vital, quizá nos quedamos demasiado en un rito o en una rutina, porque no nos hemos sentidos caldeados por ese amor.
La olla que ponemos al fuego, en su contacto con el fuego se caldea de tal manera que trasmitirá ese calor a lo que es su contenido. Es lo que necesitamos de verdad en nuestra vida. Es lo que tenemos que hacer que sea en verdad este tiempo cuaresmal que iniciamos para que no perdamos el tiempo, para que no se nos pierda ese ardor, ese calor del amor de Dios.
Solo así ayudaremos también a que todo esto pueda tener eco en el corazón de los demás. Porque descubran en nosotros que es posible el amor verdadero, que es posible sentir la paz en el corazón a pesar de todas las perturbaciones con que nos encontremos en la vida; porque con nuestros gestos de comprensión, de amor, de cercanía, de misericordia que nosotros tengamos con el que está a nuestro lado les estaremos hablando y de la mejor manera posible de que Dios nos ama y merece la pena probar lo que es ese amor de Dios y poco a poco saborearlo.
Entramos en la cuaresma porque es miércoles de ceniza; entramos en la cuaresma porque vamos a dejarnos interpelar por el amor de Dios para vivir nosotros en un mismo amor.

martes, 25 de febrero de 2020

Que no nos suceda que no entendemos ni queremos entender pero tampoco nos atrevemos a preguntar en lo que nos plantea Jesús


Que no nos suceda que no entendemos ni queremos entender pero tampoco nos atrevemos a preguntar en lo que nos plantea Jesús

Santiago 4, 1-10; Sal 54; Marcos 9, 30-37
‘No entienden y les da miedo preguntar’, nos comenta el evangelista sobre las palabras que Jesús está pronunciando y la reacción de los discípulos.
Cosa que nos pasa en ocasiones; algo que ha sucedido, algo que nos cuentan, algo que nos hace nuevos planteamientos que nos impactan, no entendemos. No entendemos de qué va a aquello o por qué han sucedido esas cosas, por qué nos las cuentan a nosotros, o a qué vienen esos planteamientos que de alguna manera trastocan nuestras ideas, lo que nosotros pensábamos que tenia que ser, nuestros planes… pero también nos quedamos callados, no preguntamos, quizá quisiéramos saber pero no nos atrevemos a preguntar, nos dan miedo a donde nos llevarán esos planteamientos, cómo se puede complicar nuestra vida. Cosas que nos vienen de repente, o que ya intuyamos pero no nos lo terminábamos de creer.
Pero es necesario que nos quitemos la venda de los ojos, que afrontemos la realidad del momento o que afrontemos también valientemente el futuro que se puede abrir ante nosotros. Bien porque quizá tenemos que reconocer hechos pasados que de alguna manera afectan a nuestra vida, bien porque en lo que se nos está planteando hay una llamada, o hay un camino nuevo que se puede abrir ante nosotros.
Es lo que puede sentir el que afronta las respuestas a los interrogantes que quizá lleven tiempo en su corazón. Puede ser una vocación, puede ser una responsabilidad a asumir, puede ser un compromiso que nos obligue a cambiar cosas de nuestra vida. Alguien que nos está pidiendo algo, un encargo y responsabilidad que quieren confiarnos. Nos cuesta sincerarnos quizá con nosotros mismos, reconocer nuestros miedos, pero también reconocer las posibilidades que hay en nosotros. Quizá preferimos seguir dándole y dándole vueltas a esos asuntos en nuestro interior, o quizá quedarnos en actitudes cómodas, y huimos de exigencias, de las exigencias que pudieran surgir de las nuevas responsabilidades que tenemos que asumir. Nos pondremos quizás a pensar en esos primeros puestos de importancia, como se ponían a discutir los discípulos por el camino.
Es complejo lo que hoy puede plantearnos el evangelio. Está el anuncio que Jesús hace de todo lo que le va a suceder, pero que ellos, como siempre, se quedarán sin entender, o sin querer entender porque ya tenían sus ideas. El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará’, les dice a bocajarro Jesús. Pero es ya algo repetido. Y como siempre no entienden y les da miedo preguntarle.
Mira lo importante y serio que les ha anunciado Jesús, pero mientras van de camina van discutiendo entre ellos sobre quién va a ser el primero y principal en el Reino que Jesús tanto les está anunciando. Y ahora viene la sentencia de Jesús. ‘Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos’. Parece un jarro de agua fría. Hacernos los últimos, hacernos los servidores y esclavos de todos. Y quizá de soslayo se están mirando los unos a los otros a ver cómo reacciona cada cual, o pensando quizá como yo voy a ser servidor del otro, si quizá el otro nunca me ha hecho un favor. Es lo que fácilmente pensamos.
Pero Jesús concluye la lección con una hermosa imagen, un niño. ‘Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado’. Esto ya lo supera todo. Sobre todo para aquellos rudos hombres de una vida dura de trabajos y sacrificios que no son fáciles a delicadezas. ¿Así que un niño se nos va a convertir ahora en el principal? En la mentalidad de los judíos y de los antiguos el niño valía bien poca cosa. Pero hay que acogerlo como si acogiéramos a Jesús, como si acogiéramos y recibiéramos a Dios en nuestro corazón.
¿Nos sucederá a nosotros también que no entendemos o no queremos entender y tampoco nos atrevemos a preguntar?

lunes, 24 de febrero de 2020

Humildad grande y apertura del corazón para gustar del don de la fe y hacer que cada día crezca más y más


Humildad grande y apertura del corazón para gustar del don de la fe  y hacer que cada día crezca más y más

Santiago 3, 13-18; Sal 18; Marcos 9, 14-29
Una cosa, una aptitud que nos suelen recomendar es que tengamos fe en nosotros mismos; la autoestima es algo que nos aconsejan los sicólogos como algo muy fundamental para el camino de nuestra vida, porque tenemos que creer en nosotros mismos, en nuestros valores, y que seremos capaces de conseguir aquello que anhelamos o con lo que soñamos. Eso nos hará sentirnos fuertes dentro de nosotros mismos y nos hará mantener nuestra lucha y nuestro esfuerzo para querer alcanzar una meta, para superar obstáculos, para encontrar solución a los problemas que se nos vayan presentando.
Claro que esto no significa autosuficiencia de creernos que solo en nosotros tenemos la fuerza y no ser capaces de pedir la ayuda que necesitamos en un momento determinado. El autosuficiente se siente engreído en si mismo y termina en su orgullo de querer ponerse en estadios que no le corresponden o de subirse a pedestales colgándose a si mismos muchas medallas. Esa fe en nosotros mismos nos hace ver también la realidad de lo que es nuestra debilidad, de aquello que por nosotros no podemos alcanzar pero porque tenemos esa fe en un día poder alcanzarlo también con la humildad suficiente pedir ayuda a quien nos pueda tender una mano o darnos una salida o solución.
Cuando nos sentimos desesperados y agobiados en nuestros problemas, en aquello que nos sucede pero de lo que queremos salir podemos perder la confianza y tener la tentación de tirarlo todo por la borda. Es un peligro que tenemos que evitar por eso tenemos que creer en nosotros mismos y con esa humildad también de saber pedir ayuda a quien puede ofrecérnosla.
Cuando Jesús baja del monte con los tres discípulos que habían sido testigos de hechos maravillosos allá en la altura, se encuentran un gran revuelo y a un padre desesperado. Tenía fe en Jesús pero no lo encontró cuando le traía a aquel hijo aquejado de tantos males, endemoniado como se solía considerar en aquella época, y al no estar Jesús sus discípulos no habían podido hacer nada. A la llegada de Jesús se postra ante El para pedir su ayuda con la queja de que los discípulos nada habían hecho. Jesús se queja de la falta de fe, porque incluso lo ve en los apóstoles que allí habían quedado; el  hombre insiste en su petición pero ahora con cierta duda y por eso le dice ‘si algo puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos’.
‘¿Si puedo? Todo es posible para el que tiene fe’, es la respuesta de Jesús. Y ahí se agarra aquel hombre; él quiere creer pero sabe que su fe es pobre, que se llena de dudas, que tiene miedo, pero grande es la angustia por la que está pasando por la situación de su hijo. Y entonces surge esa hermosa oracion que tanto tendría que valernos también para nosotros. ‘Entonces el padre del muchacho se puso a gritar: Creo, pero ayuda mi falta de fe’.
Creía, necesitaba creer, pero necesitaba que su fe creciera, que se acabaran sus dudas, que tuviera la certeza de que Jesús en verdad podía curar a su  hijo, como en realidad sucedió. Por eso suplica que le ayude a aumentar su fe. ‘Ayuda mi falta de fe’.
Comenzamos hablando de la fe solamente en un sentido humano como una aptitud que hemos de tener para nosotros mismos, creer en nosotros mismos. Pero ya decíamos que esa fe nos hace reconocer nuestra debilidad y nos hace pedir ayuda. Humanamente tenemos que hacerlo en esas buenas aptitudes que hemos de tener en la vida, pero también en el ámbito de la fe como un don espiritual, sobrenatural.
Reconocemos que es un don de Dios, que Dios nos regala. Pero no podemos se autosuficientes y que ya creemos solo por nosotros mismos. Hemos de tener la humildad de pedir la fe, de pedir que se nos ayude, que Dios nos ayude a que crezca nuestra fe. Es una humildad grande y una apertura muy importante que hemos de tener en nuestro corazón.

domingo, 23 de febrero de 2020

Comencemos a respetar, comprender, disculpar, descubrir lo bueno que hay en las personas, colaborar en su crecimiento, pasos importantes para vivir el amor cristiano



Comencemos a respetar, comprender, disculpar, descubrir lo bueno que hay en las personas, colaborar en su crecimiento, pasos importantes para vivir el amor cristiano

Levítico 19, 1-2. 17-18; Sal 102; 1Corintios 3, 16-23; Mateo 5, 38-48
Yo soy amigo de mis amigos, alardeamos en los perfiles de las redes sociales. Somos buenos con nuestros amigos, si hay que hacer un favor, se hace; nos gusta estar juntos y compartir nuestras cosas, y si es muy amigo hasta llegamos a confidencias de lo que llevamos en nuestro interior. Pero y si no es amigo, ¿qué pasa? Y si tampoco es amigo de tus amigos ¿cómo lo miras? ¿Qué estarías dispuesto a hacer?
Es bueno ser amigo de nuestros amigos y de los amigos de nuestros amigos; es bueno ser humano los unos con los otros y prestarnos esa ayuda y si es necesario defendernos; está bien eso de llevarse con todos, pero claro nuestros amigos son nuestros amigos, y con ellos habrá algo más especial. Podríamos decir que entrar en la normalidad de las relaciones humanas entre unos y otros. Yo soy bueno decimos, y si no que pregunten a mis amigos y conocidos. Y hasta alardeamos de que nos amamos como nos dice Jesús.
Somos amigos y nos queremos. Pero ¿solo en eso consiste el amor cristiano del que nos habla Jesús? Es aquí donde tenemos que pararnos un poco para ver la sublimidad de lo que nos enseña y nos pide Jesús. No es cualquier cosa. Mirando lo que son nuestras relaciones normales entre unos y otros donde, como decimos, nos llevamos bien y nos tratamos bien hasta… que no me ofendan, no me molesten, no me hagan daño en lo mío o en mis cosas.
Somos buenos y nos queremos, pero tenemos nuestros límites porque fácilmente nos sentimos heridos, fácilmente nos aparece el rencor y nos volvemos vengativos, o al menos ya queremos tener cuidado porque el que me la hizo una vez, no me la hace dos… Ya sabemos cómo son nuestras reacciones, como aparecer nuestro ego y nuestro amor propio, y ya no son todos amigos.
Valiente fue Jesús para que precisamente en medio de aquel pueblo que tenían tan desarrollado su amor propio y su orgullo nacional viniera a proponer lo que les estaba diciendo de ese nuevo estilo del amor. Valientes tenemos que ser nosotros para que, sabiendo como somos y sabiendo cual es el ambiente y el sentido de tantos a nuestro alrededor, nos arriesguemos por Jesús, nos lancemos a querer vivir el amor en los parámetros que El nos propone.
Y es que Jesús nos vendrá a decir que los que le siguen no pueden contentarse con hacer como todos hacen. Saludar al que te saluda, ser bueno y ayudar al que te ha ayudado lo hace cualquiera aunque no se llame cristiano. Como dirá Jesús en el evangelio eso lo hacen también los gentiles. Y es que Jesús nos está ofreciendo lo que podríamos llamar una utopía, pero que no es un sueño simplemente sino que ha de ser la realidad de lo que nosotros hemos de vivir.
Aquí está la sublimidad del evangelio, de la Buena Nueva del Reino de Dios. Una buena nueva que tenemos que creer; una buena nueva que para aceptarle tenemos que convertirnos de corazón. Por algo insistiría Jesús tanto al principio de su predicación en la conversión del corazón, en la vuelta que había que darle al corazón. Porque pensando lo que siempre hemos pensado no es estar aceptando esa buena nueva, ese evangelio; viviendo como siempre hemos vivido no es precisamente vivir el Reino de Dios.
Ese Reino del Dios compasivo y misericordioso, de ese Dios que siempre nos ama y que nos enseña a amar de la misma manera. Porque aceptar su Reino, reconocerle como Rey y Señor de nuestra vida implica comenzar a vivir de una forma nueva, desde unos valores nuevos, desde un estilo de amor nuevo cuyo modelo y ejemplo tenemos en Dios.
Por eso nos hablará Jesús del amor también al que no es amigo o no se ha comportado como amigo contigo, amar también al que nos agravia, amar también al que nos haya podido hacer daño, amar también al que nos ha ofendido, amar a todo hombre porque es mi hermano porque también es amado de Dios y Dios también lo quiere hacer y tener como hijo.
Por eso nos hablara Jesús también del amor a los enemigos hasta el punto de a ellos también hacerles el bien, o como nos dice concretamente, rezar por el enemigo, por el que te haya hecho daño. No tienen cabida las venganzas ni los resentimientos; ya está superado aquello del ojo por ojo y diente por diente que se había impuesto pero que al menos el que se vengaba no se pasara sino solo exigiera una medida semejante; ahora ya no cabe el que hagamos frente a aquel que nos ha agraviado y ya nos ponemos a la distancia manteniendo nuestras reservas en el hablar o llevarnos con él. Ahora tendremos que aprender a tratarlo como a un hermano y ser capaz hasta de perder la capa por mantener intacta nuestra relacion con él.
Y es que Jesús nos pone el listón muy alto y para ello tenemos que entrenarnos, porque todo no se consigue de una vez. Algunas veces no se nos quita el peso de nuestra conciencia porque no terminamos de ver con buenos ojos a aquel que nos ofendió y parece que nos duele el corazón. Comencemos a dar pasos, comencemos a tener una mirada nueva, comencemos a contemplar el amor que Dios nos tiene a pesar también de nuestras propias debilidades y caídas, comencemos por rezar por aquel a quien nos cuesta tragar, comencemos a respetar, comprender, disculpar, descubrir lo bueno que hay en las personas, para colaborar en su crecimiento. Ya es comenzar a vivir un amor como nos propone Jesús. Es mucho más que ser amigo de mis amigos.
Es un entrenamiento, pero con la mirada puesta en la meta que nos presenta hoy Jesús. ‘Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos… Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto’.